miércoles, 31 de marzo de 2010

LA LOTERÍA DEL ERASMUS

Me han dado una plaza para estudiar el año que viene en Bamberg, ciudad alemana para la que sólo había dos papeletas en la Complutense. De este modo, me siento muy afortunado y he empezado a comparar al programa Erasmus con un auténtico boleto de lotería: no sólo por la ilusión y la esperanza de conseguir un destino, que ya es difícil; sino por la ilusión de los próximos meses, en los que uno da rienda suelta a la imaginación y reza para que el curso resulte provechoso.

En efecto, el mayor premio de estudiar nueve meses en el extranjero es volver a tu país con los objetivos cumplidos: aprender alemán fluently, impregnarse de una cultura extraña, conocer a gente interesante, viajar mucho y hacer contactos. Estos deberían ser los objetivos universales de cualquier estudiante, y sin embargo cada día los vemos escatimados. No hay ilusión ni siquiera en las facultades de nuestro país: la universidad es vista por la mayoría de los estudiantes españoles como un paso obligado para llegar a unas metas más bien borrosas, abstractas y constantemente cambiantes. El corolario de este caos de ideas e ilusiones es el escamoteo moral constante de los poderes políticos y fácticos. Sí: el Erasmus es visto por esta mayoría como un kit-kat en las 'obligaciones' de la carrera para hacer el ganso todas y cada una de las noches del 'año mágico'.
En cambio, y sin ánimo de echarme flores, yo me muevo por el extremo opuesto. Tampoco es bueno. Marcarme demasiados objetivos y soñar con unas expectativas tan amplias puede llevarme fácilmente a la frustración.

Yo quiero volver hablando alemán como me manejo con el inglés. Quiero aprobar todas las asignaturas y recorrerme todas las partes de Alemania que aún no he visto. Quiero conocer a centenares de personas de dentro y fuera de la universidad, hacer contactos hasta en la empresa pública de basuras, quiero construir los pilares de una futuroa vida en este país de Europa, para levantarme todas las mañanas en una casita bárbara y desayunar bollos europeos, antes de irme a un fastuoso trabajo en el que nadie me dé lecciones de ética, moral o política. Al estilo de Un franco, 14 pesetas. Pero sobre todo quiero compartir mi vida con alguien, sin cansarme, como ocurre con el primer amor, aquél que siempre parece tan lejano en el tiempo.
Efectivamente, echando una ojeada a la lista de adjudicación de plazas Erasmus, he querido imaginar que mi compañera de suertes es, por fin, una media naranja; o cuando menos, una persona de interés. He querido soñar que estaremos en el punto de equilibrio que nunca he conseguido alcanzar, que me comprende y la comprendo desde el primer momento, y que por fin las noches no las pasaré leyendo libros o periódicos, sino dando paseos por un río europeo con alguien con quien agotar un tema y pasar a otro, para luego volver a agotarlo...
Y si no es ella, que sea otra: francesa, inglesa, alemana incluso. Pero que el peaje de esta potra no sea comparecer en bares aburridos con otros compañeros falsos y convenidos, tomando copas para hablar de cosas banales y mirando el reloj cada vez que el otro desvía la mirada para descansar de tanta habladuría. Que no hagan falta convenciones, y que por una vez en la vida todo me salga bien desde el principio, obrando detalles heterodoxos y originales.
Ahora tengo el reintegro. Me queda mucha primavera y todo el verano para soñar con el Gordo.

domingo, 28 de marzo de 2010

IMPRESIONES DE PARÍS

No visitaba la capital de Francia desde 1997, cuando fuimos a Disneyland con 10 añitos y nos quedamos a dormir en el barrio Western del parque. Ahora, con 22 palos, me he sentido como el amo del lugar porque me he podido desenvolver sin problema hablando en francés, aunque me hayan timado en un restaurante.

LA GRAN ESTAFA

Nada más llegar, y tras visitar la Catedral de Notre-Dame, en frente de la cual había un currela disfrazado de Quasimodo para hacer su agosto fotografiándose con los turistas, entré en un restaurante regentado por árabes pero de provisiones cosmopolitas: pizzas, hamburguesas, pollo asado... Para mi sorpresa, veo un cartel que dice: hamburguer, 3 €. Me meto y la pido, me ofrecen mesa muy sonrientes, el local está vacío: empiezo a sospechar. Me traen una fuente grande con la susodicha hamburguesa y patatas para acompañar. Ya pueden imaginarse ustedes dónde está la broma. ¿Coca cola? Sí por favor, más sonrisas, jiji, jaja. Oigo la corriente del Sena a escasos metros de mi mesa, no puede ser tan barato, digo yo. ¿Queso para la hamburguesa? Sí, dice mi estómago, pues con el hambre me he vuelto ventrílocuo.

Paso por caja calculando 5 euros, total: 14,50 euros. Pido una rectificación reabriendo los ojos y con el francés más trabado que ha salido nunca de mi boca. C'est clare, c'est tout là... el morito cobrador apunta al cartel que hay por encima de sus cabezas, la suya y la de los cocineros, que me miran expectantes, para ver cómo se resuelve la batalla, que para ellos no debe ser nueva...

He aquí l'addition: hamburguesa cuatro euros, por comerla dentro; patatas 5,50 (?); Coca Cola 3,50, también por tomarla dentro; suplemento queso 1,50. Ganas de quemar el bar, como si en vez de frituras fueran libros de Julián Carax.

LA GRAN CASUALIDAD

Paseando junto a la Torre Eiffel, me topo con un hombre de rasgos asiáticos que me suena muchísimo. Me quedo mirándole, él me observa receloso... Le apunto con una mano, y él hace aspavientos, como rechazando cualquier producto que yo fuera a venderle.

-I think I know you... from Canada?
-Yeah... -No sonríe él, pero su voz me remonta a 2005, cuando compartí un curso de chino con él en Montreal.

AVENUE DE CHAMPS ELYSÉES, LA GRAN VÍA DE PARÍS

Llego al Arco del Triunfo y creo ser uno de esos corresponsales de televisión que tienen atrás esa jauría de coches que, rompiendo las normas universales de circulación, ceden el paso a los que se incorporan a la rotonda. Bajo luego por la avenida de los Champs Elysées y todo me resulta familiar: tiendas, cines, paradas de metro, luces, tráfico... Parezco estar en la Gran Vía de Madrid, pero aquélla es rectilínea, y cuando llegas al obelisco del final, ves aún el arco al fondo, perfectamente, al contrario que la Gra Vía, que se dobla en Callao.

miércoles, 24 de marzo de 2010

CRÓNICAS DE FRANKFURT (III)

PREDIKATOR

Nunca me había detenido a oír a un profeta. En la calle Zeil, en una tarde de sábado, me dio por pararme: quería escuchar a aquel negro enfundado en blanco. Era el clon de Geoffrey, mayordomo del Príncipe de Bel-Air. Hablaba de Dios y del cristianismo, y lo sabía por sus palabras, no por el cartel que había colocado en inglés, desplegado en el suelo: ''Gott, Gott, Gott...'' Sus dotes oratorias me hipnotizaron por completo, y no quise moverme en 30 minutos.

Con mi pobre alemán podía entender lo básico: ''Dios no está aquí (se apunta al bolsillo). Nein (disiente con la cabeza). Dios está en el corazón (se apunta al pecho)''. Ningún lugar mejor que esa arteria comercial de Frankfurt, con una nube encima que amenazaba lluvia y apocalipsis para la noche, para expresar el rechazo al consumismo y lanzar una llamada a la fe.

Cuando paraba de hablar y miraba a su alrededor, dando vueltas, soltaba de vez en cuando un ''Aleluyá'' con acento en la última sílaba, dándole a sus oraciones y profecías un toque afrikaans. Esto provocaba la risa de los autóctonos.

''Dios no está aquí (hace pequeños aspavientos con su dedo índice derecho). Nein. Está en el corazón.''

martes, 23 de marzo de 2010

CRÓNICAS DE FRANKFURT (II)

EL BAR DON JUAN

Hay un local en una pequeña calle de la capital del Main llamado ''Bar Don Juan''. Como si su dueño hubiera tenido miedo de que los transeúntes no llegasen a reconocer los colores de nuestra bandera, o de que no lograran descifrar el significado exacto de ''tapas'', el indiscutido emprendedor tuvo que recurrir al burlador de Sevilla, con permiso de José Zorrilla y viceversa, para atraer la triste atención de los residentes.

Poco avispado estuvo el empresario, pues de haber sabido que Manolo y Paco son, junto con Gambrinus, los títulos de más éxito en España, esta taberna no estaría tan vacía como se refleja en la foto. Y eso que ni Manolo ni Paco -sí Gambrinus- están provistos de patente industrial, y que tampoco se divisa mucha competencia por tierras bárbaras, ni en lo referente a las tapas ni en lo onomástico.

Si ya hablamos de precios, entonces podemos decir que este local tiene menos futuro que Willy en aguas de Japón. Con sólo ver el marco del establecimiento y la decoración interior, podemos ir añadiendo a una ración de croquetas un coste de valor de mercado de, por lo menos, cuatro euros, con lo que dos piececitas de empanada que ni siquiera han sido importadas de España pueden costarnos fácilmente seis euros.

Hete aquí la desvalorización de una actividad, el tapeo, que no es precisamente para ricos, sino para cualquiera que a un bajo precio desee conspirar, colocar o ver el fútbol al calor de una caña. La caña de España, no de Alemaña.

sábado, 20 de marzo de 2010

CRONICAS DE FRANKFURT (I)

Llegar al aeropuerto de Frankfurt-Hahn es como aterrizar en el planeta Pandora pero sin monstruos azules con ojos dorados sino con gigantes rubios de corneas (perdon por las tildes, este primer reporte de guerra se da in situ) azuladas. Uno cree estar comenzando una mision especial desde el momento en que deja el aeroplano y se dirige a la terminal (?) de esta antigua base militar americana.

El avion de Ryanair es mi diablo cojuelo particular desde el que he podido despedirme, un fin de semana mas, de la Espana (o deberia decir Espena) de mis amores no correspondidos. Me ha recibido Alemania, todo un pais avanzado en tecnologia, valores, prensa y transportes.

Pues bien, que pena mas grande que no llevo ni 24 horas en el corazon europeo de las finanzas y ya pongo en cuestion la bendicion de todos los elementos anteriores menos la tecnologia y la prensa. Efectivamente, es inconmensurable que el metro de una ciudad no tenga tornos, ni taquillas, ni apenas vigilantes de seguridad. El suburbano de Frankfurt es el "metro de la buena fe", tan buena que no he podido desperdiciar el placer que produce consumir y no pagar, el placer en definitiva del espaniolito en el extranjero.

De modo que, queda claro, la tecnologia de este pais de urinarios y jaboneros automaticos es indiscutible. Parece ser que la mezcla de civismo y exceso de mejoras tecnicas hace que los germanos vayan de sobraos. Y los periodicos? Entrar en un quiosco de prensa en Alemania es uno de los mayores placeres del mundo, y eso que un servidor lee aleman y ni con la piedra de Rosetta se entera. Pero el olor a bosque talado (aqui hay arboles para regalar) y esa abundancia de cabeceras me han impulsado a llevarme dos. Por menos de dos euros, puedes llevarte tres kilos de periodico tamanio sabana a casa y leer tranquilamente (aunque con la pesadez del diccionario).

Pero he mentado antes valores y transportes. Pues bien, hay que decir algo importante del alquiler de coches, que no todo son trenes. El disgusto ha sido tremendo cuando me han querido aplicar algo que en Madrid no existe: el pago adelantado de la gasolina que presuntamente no llenaria de vuelta. Y claro, ese pasivo no lo tenia yo previsto en mis gastos de viaje. Estaria practicamente inmovilizado si no fuera porque me cuelo en los vagones del metro. (Por cierto, gratis en aleman se dice gratis).

En cuanto a los valores, hoy daba la casualidad de que jugaban aqui Bayern de Munich y Eintracht Frankfurt, y la estacion central de la ciudad se ha llenado de antidisturbios gordetes para intimidar a las decenas de hinchas borrachos y vocingleros que estaban empezando a cargarse la mitificacion que yo me habia hecho de la primera potencia de Europa.

Pero es que este pobrecito pensador esperaba encontrarse con el paraiso sin siquiera pasar el peaje de la muerte? que iluso.

martes, 16 de marzo de 2010

UN EXAMEN DE EXTREÑIMIENTO

La entrada de hoy iba de novedades e invenciones en el tiempo, pero justo después del primer párrafo se me ha olvidado lo que quería decir, porque cuando uno se siente mal, se queda absorto y sólo se acuerda de algunas cosas, así que he tenido que empezar de nuevo con este módico título.

Mañana tengo uno de esos ''exámenes de extreñimiento'', a los que uno se acerca con la válvula pilórica cerrada bloqueando todos los sistemas orgánicos menos el circulatorio, pero de los que sabe uno que va a escapar, justo en el momento de entregar el examen al profesor, esté en blanco, pasable o para diez. Es abrir la puerta de clase y todo importa un pimiento: resulta sumamente agradable comprobar que es imposible acordarse de nada de lo que ha caído en el examen, pocos segundos después de dejar la Facultad.

Lo llamo ''de extreñimiento'' porque hasta los últimos segundos el dolor de cabeza es incontrolable y a éste se le añade la sensación de que se va con pinzas al aula, pero ciertamente, en el momento de dar el folio al profesor, un servidor se plantea que toda la materia estudiada se la ha metido cual supositorio, para facilitar una salida airosa.

La mejor recompensa de estos exámenes es lo que viene en las horas posteriores de disfrute, como es mi caso, pero ahora... a 26 horas del examen, me encontraréis en mi botiquín particular, buscando el mejor supositorio.

miércoles, 10 de marzo de 2010

DESPROPORCIONES

Se llevan tres meses sin informar demasiado del caso, tan sólo los primeros días, con los políticos mareando la perdiz, que si hoy están en Mali, mañana en una zona más segura o insegura, todos saben mucho pero nadie sabe nada, y de repente hoy, por la mañana, los periódicos, unánimes, anuncian que Zapatero ''espera la liberación pronta de la cooperante española''... Pocas horas después, es liberada: ''La cooperante es liberada''. ''La cooperante viaja a Ouagadudu''. ''La cooperante ya viaja a Barcelona''. Y esta tarde, la foto en El Prat, abrazando a sus familiares. Y mañana, nadie se acuerda de Alicia Gámez, porque el público estará haciendo hueco en su hipotálamo para la próxima chorrada mientras el país se va a la ruina económica, moral, social y ética. Pero seguirán corriendo ríos de tinta en los periódicos de papel sobre la solidaria colaboración de españolitos en los desiertos de África, a caballo (o camello) entre un safari y una novela de Paulo Coelho.

De modo que menuda desproporción: desinformación casi absoluta en un trimestre, y ahora de repente, ya una filtración, ya el buenismo repentino de unos secuestradores por lo demás taciturnos, bombardeo de información. Saturación cerebral de los lectores, señores periodistas.


Para relajar la mente, un jeroglífico de la revista La Flaca, del siglo XIX:
SOL-DADOS-ALAS-ARMAS-ASTA-LA-MUERTE

lunes, 8 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA INMUNDICIA DE 'EL PAÍS'


Me dicen mis amigos y familiares que no critique tanto a los medios de comunicación, no vaya a quedarme sin opciones de trabajo en el futuro, sin puertas abiertas, pero les respondo que mi trabajo, precisamente, tiene que ser éste, criticar. Y lo de hoy ha sido apoteósico.
Varias páginas y columnas, ríos de tinta del diario de PRISA para criticar la manifestación contra el aborto del domingo en Madrid; concretamente, un artículo de J. Bedoya ha relacionado la protesta antiabortista con la necesidad del Vaticano de la purificación y recuperación de un cristianismo que está de capa caída en Europa, el continente que peor está, según Bedoya. Antes, en las páginas de Internacional, me encuentro atónito con un breve (noticia de una sóla columna al margen de la página) que anuncia la muerte de 100 cristianos en Nigeria, todos campesinos de una zona agrícola atacada por una horda de ganaderos musulmanes. El diario ABC ha ampliado la cuantía de víctimas a 500.
Otro de los artículos del día era de Enrique Gil Calvo, que decía entre otras cosas que España no está tan mal en cuanto a que, pese a su crisis política y económica, aún se siguen cumpliendo las reglas del juego. No sé si se refería al juego del ahorcado o al twister, pero en este parque de atracciones, a mi parecer, ya no quedan más billetes. Hay que empezar a echar a la gentuza.

domingo, 7 de marzo de 2010

¿QUÉ TE PASA TÍO?

Siempre he sido una persona muy silenciosa. Algo difícil de adivinar si sólo se me conoce a través de un blog, y mucho más si mis entradas se dedican continuamente a la crítica, que desde siempre se ha asociado a los charlatanes. Lo reconozco, no me gusta hablar, es algo que he heredado de mi padre, quien pese a su mutismo es tan grandísima persona que siempre me he considerado Príncipe de Andalucía y heredero de unos padres que considero únicos y exclusivos, dignos de un trono tan absoluto como la verdad que cuento.

Este silencio, aparente timidez, me ha reportado grandes beneficios y bastantes pérdidas, si bien la cuenta de resultados es un notable alto en lo académico y laboral, aunque insuficiente en mis relaciones sociales. Hace años, aún en Bachillerato, ansiaba recoger exámenes aprobados con buena nota y dar la noticia a mis padres, quizá para que dejaran de darme el coñazo con el archisabido ''ponte a estudiar''. Pero cuando tenía un 5 o un 6, mirando de reojo las notas de mis compañeros, me sumergía en una profunda reflexión: ¿He hecho lo suficiente? ¿Mi padre hubiera esperado más, dadas las circunstancias? ¿Significa esta nota un antes y un después en esta etapa? ¿Tendrá Fulano una mejor puntuación que la mía? ¿Cómo recibirán en casa de Zutana su marca?

Estas fabulaciones llevaban a mis amigos más próximos a hacerme la pregunta más odiosa del mundo, probablemente una de las cuestiones que más renuencia han levantado en mi estado de ánimo durante la adolescencia (y aún hoy): ''¿Qué te pasa, tío?''

La dichosa pregunta me saturaba los sesos y calentaba su tapa, porque en el escaso margen que me daban para responder tenía dos frentes abiertos en los que combatir: la respuesta que quería dar, y la respuesta que debía dar. La que debía dar era estúpida y asquerosa: ''Nada''. La que quería dar era más elaborada, y por tanto me hacía tan prepotente que me conducía al suicidio social de Durkheim: ''Me pasa lo siguiente: mientras tú te conformas con un puto 5, o sea con estar en el montón, yo estaba tan tranquilo reflexionando sobre mis capacidades de mejoría, sobre mis fallos y aciertos, sobre si este fin de semana debería ceder más terreno al estudio y menos a la diversión, que por otra parte no me vendría nada mal como respiro; sobre si podría aguantar unos meses más estudiando esta fea asignatura, sobre si los que me rodean, incluido tú, van a llegar pronto a la madurez o piensan que la pubertad dura hasta los 30... en todo esto pensaba, hasta que tú has hecho la preguntita''.

El colegio es otro mundo, cosa del pasado, y ahora estoy más cerca del final que del principio de este otro mundo que es la Universidad, para algunos ''la etapa más feliz de la vida'' y para otros pocos como yo la gran frustración, el desasosiego de caer por el embudo de la felicidad a una botella de falsa etiqueta en la que aquellos que nos ahogamos en un vaso de agua aguantamos difícilmente el alegre nado de los demás. A este mundo difícil, cuya próxima transición es la entrada al mercado laboral (unos pocos afortunados nos hemos asomado a él por medio de prácticas; ninguno ha vuelto con vida), se suma un componente más molesto aún que la preguntita de marras: el ruido.

España es, después de Japón, el país más ruidoso del mundo. O sea, el segundo. Qué pronto se dice. Hace unos meses publiqué una entrada que hablaba del tipo de mujer que deseaba, pero olvidé uno de los detalles más importantes: que admire el silencio. Pero no el silencio por el silencio, sino la capacidad de sellar los labios en señal de que hay química en la pareja y de que no se necesita un falso diálogo para romper continuamente el hielo. Y esto no me lo invento yo, ya lo decía Pablo Neruda con lo de ''me gusta cuando callas porque estás como ausente'', y otros artistas que decían que la verdadera amistad se demuestra con el silencio.

¿Sabe la gente que la lengua es un músculo? ¿Está la gente dispuesta a hacer pesas seis horas diarias, dos horas de natación, otras dos masticando chicle, cuatro cargando muebles y otras tantas bajando y subiendo escaleras por puro placer? Lo primero, sí. Lo segundo, no. ¿Entonces, por qué tanto darle a la singüeso?

Cierto es que el metro de Madrid es un convento de salesianas por la mañana, pero cuando llega el viernes, el sábado o el domingo, el subterráneo madrileño se convierte en una auténtica jaula de grillos, y pobre del amante del silencio que trabaje en horas nocturnas, si es que existen amantes del silencio que gusten estar activos de noche.

¿Qué te pasa, tío? Txunda, txunda. El cansino nunca obtendrá la respuesta que desea, porque en cierto modo nunca desea respuesta, sino sólo animar al calladito de turno, y que sea tan charlatán como él. Encontrar un amor que admire los momentos de silencio es más difícil que dar con una chica guapa, inteligente, cariñosa y sin novio.

miércoles, 3 de marzo de 2010

¡400 ENTRADAS!, ESTO HAY QUE CELEBRARLO, HOY... ''GEO MOTERO''

Alex Vázques eructaba y se rascaba donde la espalda pierde su nombre viendo el España-Francia del miércoles cuando, de repente, el timbre de la puerta le sobresaltó hasta el punto de tirar la Heineken sobre su ya sucia alfombra.

El corazón se le aceleró como las jugadas por banda de Puyol y su reacción fue de unos reflejos tan impecables como los de Iker Casillas. El timbre volvió a retumbar su estudio. Vázques cogió los paquetes de heroína de la mesa y los puso bajo el sofá, fue hacia los fajos de billetes de 100 euros, situados en la encimera de su cocina americana, tan hortera, y se dirigió a la puerta. Se humedeció la misma mano que se había estado rascando la rabadilla para peinarse un poco, y dio su peculiar escrutinio del pasillo a través de la mirilla, para asegurarse de que lo que veía no era una pesadilla. Pero... allí estaba él, uno de los agentes del Grupo de Operaciones Especiales (G.E.O), con su casco perfectamente a juego con la chaqueta, y apoyado sobre la puerta del cuchitril de Vázques.

Le iba a dar un infarto a nuestro protagonista. La Policía le había catado justo cuando España iba ganando 0-1. Volvió a dar un repaso al piso, hizo que pareciera el hogar de una inocente familia y el timbre empezó a impacientarse, o mejor, el GEO en cuestión. ''Vaya mierda de GEO, llamando a la puerta'', pensó ingenuamente Vázques. Todo con tal de calmar su nerviosismo.

Se acercó a la puerta y gritó, con un par: ''No tengo nada que ver con la pasta'', y abriole la puerta casi llorando.

-Y a mí qué me importa, le traigo la hawaiana con masa clásica. ¿Me paga ya o espero otros cinco minutos?

Relato con Copyright 'Merce'.