Hoy he visitado las minas de sal de Bad Friedrichshall, a 180 metros bajo tierra, con mis alumnos de alemán. Hemos estado en todas las cámaras, incluyendo la que dedica una exposición permanente dedicada a las víctimas y prisioneros del campo de exterminio nazi de Kochendorf. Fotos, zapatos, mapas y un aseo portátil.
Para ser viernes a medio día, no está lleno pero hay más visitantes que nosotros. Además hay excursiones de colegios. Veías a los niños arriba, después y antes de bajar con el ascensor con capacidad para 12 personas.
Entonces me he acordado de una exposición temporal en el ayuntamiento de Sevilla de junio de 2023. En colaboración con ABC, se exponían portadas relativas a los atentados de ETA de los 90 y principios de los 2000. Yo estuve allí el 5 de junio de aquel año. Iba con la curiosidad del periodista que vivió de refilón, siendo un niño, esos atentados que se daban casi cada tres o cuatro días. Iba como enamorado de los periódicos - sabiduría en negro sobre blanco. Pero también como ciudadano que homenajea a las víctimas en el recuerdo.
Sin embargo, en esa media hora que pasé en el patio de la planta baja del ayuntamiento, una cosa me llamó la atención: no había una sola alma más aparte de la mía. Ningún otro visitante se encontraba en esos momentos de un lunes por la tarde en ese rincón cargado de nostalgia. Al salir a la calle veía a gente joven -demasiado joven para acordarse de los atentados de ETA-, pero también a gente de mi edad con móvil en mano, mochila, bolsa de gimnasio, alguna que otra pelota y muchas, muchas bolsas de compras por el centro. Algunos paseaban a los perros. Otros buscaban un sitio en el que tomar algo. Los mayores caminaban y charlaban en grupos de dos o tres. Andalucía en una tarde de verano.
Entonces leo lo que la comisaria de la exposición, María Jiménez Ramos, periodista y profesora en la Universidad de Navarra, contaba en ABC: que muchos policías que morían en País Vasco asesinados por ETA eran del Sur y dejaban atrás familias que acababan volviendo a sus origenes para aguantar la tristeza de la viudedad y orfandad para el resto de sus vidas.
''Andalucía tiene una deuda pendiente con las víctimas del terrorismo'', decía Jiménez Ramos. Pero tenemos delante un grave impago colectivo de esa deuda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario