A mi parecer, y aunque a veces nos parezca insano el ritmo de vida que llevamos, la rutina forma parte de los factores que hacen posible una vida más equilibrada. Y digo equilibrada porque si alguna vez perdemos ese ritmo, esa rutina, ese levantar cada mañana con el único objetivo de cumplir con un horario estrecho y falto de tiempo, corremos el riesgo de romper con nuestro calendario, con las actividades que previamente nos hemos planteado hacer por nuestro bien.
En mi caso, la rutina se resume en 5 días de intensas actividades. El fin de semana carece de cualquier rutina, como el de mucha gente, pues son dos días de disfrute sin fin ni reglas. Mi semana de rutina empieza el lunes a las 7.30, que me levanto escuchando a Jiménez Losantos (COPE) para ir a clase y no vuelvo al hogar hasta la una. Como no me gusta estudiar con hambre, paso la hora que queda en internet o jugando a algún juego, y si tengo que hacer algún trámite burocrático, aprovecho la hora hasta el final. Cuando por fin como, intento hacerlo lo más rápido posible, pues nunca quiero perderme Noticias Cuatro, que me ayuda a constatar la actualidad desde otro punto de vista, media hora antes de que empiecen las Noticias de Antena 3.
Tengo la suerte de que los lunes no vuelvo a clase hasta las 6 de la tarde, lo que me permite echar una cabezadita hasta las 4 de la tarde después de que acaben las noticias. A las 4 de la tarde, cuando media España se toma el cafelito de la tarde, yo me preparo mi Cola Cao al microondas, que me aporta la energía suficiente para mi viaje de vuelta a la facultad para mis clases de inglés (ingenieros) o alemán (comunicación). Cuando termino, vuelvo a casa exausto, y si es lunes o miércoles, no dudo en sintonizar a Carlos Alsina (Onda Cero) para oír su particular repaso a la actualidad política.
Estudio esa hora que se extingue a las 9 de la noche, hora en la que enciendo la tele para oír a Matías Prats, tiempo en el que desenchufo para ir al gimnasio, a las 9.30, y nadar mis 800 largos diarios no sin antes entrar en la sauna, una especie de cripta ahumada donde hay mucho hombre y poco macho.
Depende de si estoy quemado o no que estudie después del gimnasio, pero por lo general, no me presto a hacerlo. Lo único que se me viene a la cabeza a las 22.30, con los músculos 'a cardo' es ''ya lo termino mañana'', expresión poco acertada pero que sienta muy bien al final del día.
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