CÓMO COLOCAR LA ROJIGUALDA Y NO MORIR EN EL INTENTO
No hay ninguna duda. El depredador más licencioso de esta España es el espíritu nacionalista de sus pueblos, y por consiguiente, el terrorismo de ETA, alentadora de estos espíritus, sigue siendo un objetivo a batir. Sus acciones violentas no son más que provocaciones al bando mayoritario de españoles que queremos vivir en paz, conformes con el Estado de derecho y sin preocuparnos más que por cómo llegar a final de mes.
Desgraciadamente, los ataques de los terroristas (entre los que incluyo a la Kale Borroka y a todos los seguidores y defensores del terrorismo etarra) levantan siempre las ampollas de los españoles, incluso las de aquellos que a menudo pasan de la política y de la actualidad de nuestro país. Lo triste es que muchos se vuelvan contra Cataluña y País Vasco en su totalidad.
Con ello, los fanáticos buscan poner en activo una rebelión continua entre los dos bandos que aún persisten en España, esta vez refugiados en un bipartidismo institucionalizado, dividiéndose así no sólo dos ideologías, sino también dos maneras de entender la forma más eficaz para acabar con ETA.
Como la revolución francesa, la de los violentos es una cuestión que tiene que combatirse desde abajo, desde el pueblo. Y es en los pueblos donde hemos de empezar a defender la integridad del Estado de derecho. Colocar la bandera de España en un ayuntamiento vasco, por muy pequeño que sea, puede ser providencial a largo plazo, con el fin de dar a entender a los nacionalistas que no se trata de una invasión, sino una reivindicación de la más sana idea de España.
Aprovecho para desearle a Regina Otaola todo el descanso que se merece y que le deben de estar robando en su pueblo, por el único hecho de cumplir con la ley. Una auténtica mártir.
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