Rafael González García de Cosío 2º Periodismo G
Universidad Complutense de Madrid
La vida no es un objetivo, no es la mera supervivencia. Es más bien la lucha por la consecución de unas metas, marcadas o no, innatas o deliberadas. A lo largo de los años, las personas se van preparando para el logro de unas actividades que han de ser fraguadas por pura realización personal. A los 6 años, nuestro objetivo es no orinarnos en la cama; a los 12, formar una pandilla de amigos; A los 20, la pérdida de la virginidad; a los 30, ganar mucho dinero; a los 50, seguir ganando mucho dinero; a los 70, mantenerse firme y seguir adelante pese a la muerte de tus amigos, y a los 85, de nuevo no orinarse en la cama.
Frente a todos estos acontecimientos, surge la necesidad de abatir un actante siempre presente en la consecución de estos deseos, la entropía. Esta entropía supone el desorden en nuestras vidas, un desorden al que hemos de aplicar un antídoto a base de las nuevas tecnologías, como pañales, preservativos o sujetadores. El hombre nace llorando, ingentemente dependiente de sus padres, y es la madre la que en ese primer momento se ocupa de que el bebé llegue al equilibrio, calmando su hambre y su pena, dos pájaros de un tiro. Es cuando llega el alcohol, la rebeldía y en definitiva la adolescencia cuando las personas comienzan a ser más dependientes, o al menos ‘independentistas’. Es cuando van a comprar en grupos todas esas cosas que pueden hacer feliz a un joven, aunque bien está recordar que no siempre los deseos de un quinceañero pueden ser los más convenientes para su integridad física, y al mismo tiempo hay que denotar que la entropía no siempre es la misma a una edad que a otra. El desorden de un adolescente no está en su cuarto, aunque sea así como lo pensemos en un primer momento. El desorden, su entropía, viene cuando este joven agoniza al verse al espejo y observa esas cordilleras rojizas que le indican por un lado que está creciendo y por otro que come demasiado chocolate. Es ahí cuando hay que poner remedio, y la cosmética pasa también al terreno de los chicos.
Una vez el hombre va haciéndose mayor, todavía en su juventud, comienza a tomar conciencia de las cosas y de la dureza que esta vida maravillosa y por gentileza de Dios nos trae a diario. Al tiempo que 6 horas de sueño le parecen a un becario suficientes, la entropía va configurándose de tal manera que conseguir una vivienda, buen clima en la familia o una relación estable con tu pareja, aparecen como nuevos elementos de desorden en tu vida. Es cuando el hombre tiene que poner todo su empeño y cariño en que todo salga bien, que todo llegue a un equilibrio emocional, material o entrópico; empieza a trabajar duro, ahorrando y moviéndose por el ámbito inmobiliario. Pone todo su empeño en agradar a su familia y no duda en arriesgar en ciertos temas para sus relaciones personales. En los años posteriores, cuando el hombre se hace padre, pasa a tener de nuevo en su poder descendientes que le son dependientes hasta una cierta edad, y va a tener que luchar contra una nueva entropía: la mala lengua de su hijo, sus oscuras actividades al hacer novillos, su desconocida pareja sentimental, su mala educación… con un discurso imponente y vencedor, única manera de que ese niño llegue a la madurez afrontando sus entropías de la mejor manera posible y sin ayuda de nadie. Las residencias de ancianos son quizá el mejor ejemplo para el combate a la entropía de las personas que por edad ya no pueden valerse por sí mismas, y su lucha es disputada ahí mismo, en el rincón donde probablemente están supuestas a morir. Es quizá la entropía más positiva que existe, pues cuidar de los complejos problemas y enfermedades de estas personas puede llegar a ser exhaustivo.
Quizá sean las malvas las únicas privilegiadas que puedan presumir de causar estragos a unos cadáveres que se van pudriendo sin que podamos hablar de entropía, en un estado que se supone en equilibrio.
5 comentarios:
vuelve falete
ok turu (porque fijo que eres turu) xDDDDD
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
El equipo te hecha de menos
Un documental emitido por la cadena de televisión pública DR -y que fue grabado con cámara oculta- ha puesto en evidencia que en la clínica E.M.E.C.E. de Barcelona, perteneciente al grupo Clínica CB Medical (pinchar aquí detrás) con sucursales en Madrid, se realizan asesinatos deliberados de niños nonatos de hasta más de siete meses cuyas madres proceden de toda Europa.
Una periodista embarazada de 30 semanas, es decir, de más de 7 meses, contacta con la clínica barcelonesa después de que las autoridades sanitarias danesas le hubieran negado el aborto.
Allí, el propio director de la clínica, el doctor Carlos Morín, explica -ante la cámara oculta- que al feto se le inyecta en el corazón 'digoxina' lo que le provoca la muerte por parada cardíaca antes de que sea extraído del útero, es decir, SU ASESINATO.
La mujer embarazada alude a una ruptura sentimental y es invitada a realizar tres pruebas psicológicas -con preguntas genéricas- con el argumento de que la única forma de que el asesinato pase por un aborto legal es aducir supuestos problemas físicos o psíquicos, a pesar de que la madre reconoce en la entrevista que su estado de salud es "bueno". Ante ello, Morín define estos trámites como mera "burocracia" y añade el coste del asesinato: 4000 euros.
Lo que la nomenclatura habitual de los medios de comunicación -e incluso la propia sociedad, de forma generalizada- define como "aborto" o "interrupción voluntaria del embarazo" no es sino un ominoso eufemismo para aludir a lo que nuestro propio Código Penal define como un verdadero ASESINATO. No ya homicidio, no, sino asesinato precisamente por mediar "precio, recompemsa o promesa" y por realizarse de una forma deliberada. Es decir, según nuestro CÓDIGO PENAL -L.O. 10/1995, de 23 de noviembre
Artículo 139. Será castigado con la pena de prisión de quince a veinte años, como reo de asesinato, el que matare a otro concurriendo alguna de las circunstancias siguientes:
1ª) Con alevosía.
2ª) Por precio, recompensa o promesa.
3ª) Con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido.
Artículo 140.
Cuando en un asesinato concurran más de una de las circunstancias previstas en el anterior, se impondrá la pena de prisión de veinte a veinticinco años.
Cuando el género humano de una sociedad es de tal catadura moral que permite disfrazar de "ilegalidad" en el aborto lo que no son sino asesinatos crueles y deliberados sobre criaturas indefensas a las que sus propias madres y los "medicos" no permiten ver la luz -utilizando fraudulentamene una legislación que no es más que el medio idóneo para que tales masacres se poduzcan- esa sociedad podrá ser cualquier cosa, menos humana y civilizada.
Después, en otro orden de cosas, se rasga las vestiduras porque -dice- "nadie tiene la potestad o el derecho de quitar la vida a un semejante". Y ello, arguyen, "aunque tal semejante sea un asesino de niños o de personas inocentes". Se escandaliza ante la Pena de Muerte -aplicada por jueces sobre reconocidos y constatados asesinos, con todas las garantías procesales- pero acepta sin rechistar que se asesinen cada año, a más de 90.000 personas, inocentes e indefensas, sólo en España.
Una sociedad que ampara a los asesinos y desprotrege a las víctimas, sobre todo cuando más indefensas, más débiles, más desasistidas se muestran, merece desaparecer.
Saludos: Reconociendo lo terrible que es en buenas cuentas, el embarado suspendido, aborto o como se le conozca, hay otra fase, tal vez peor:¿QUÉ PLENITUD, REALIZACIÓN, CALIDAD DE VIDA, DE VIDA HUMANA, TENDRÁ ESA CRIATURA QUE LLEGUE A ESTE MUNDO? ¡¿NO ES QUIZÁS PREFERIBLE LA MUERTE A LA DEGRADACION?
Nacer, para atrofiar las más nobles facultades, con que nos dotó la naturaleza, para no ser un peligro a los poderes, de cualquier tipo, que controlan la sociedad de la sumisión. ¿No han leído los defensores de la vida, el libro de Huxley, Adolf, El Mundo Feliz'?No digo que todo sea malo, no obstante las raices más profundas, sobre las cuales está montada, la sociedad humana, no es acaso la competencia más cruel y la dominación más implacable? o nos acostumbramos tanto, que a las finales, terminamos amando a nuestras propias cadenas,porque "siempre ha sido así", como dicen y se consuela o engañan, las personas de los sectores más depreciado y marginados?
¡¿cuántos millones han muerto en aras de ideologías, que ni sus propios representantes respetaron?¡
¿Cómo no darnos cuenta, que actuamos sobre los efectos ,y nunca sobre las causas?, que tenémos una entropia cerebral, la que nos permite saber muchas cosas, que no somos capaces de cumplirlas?
¡¿quién cumple UNO de los diez mandamientos,por decir algo? ¿Sómos capaces de "amarnos los unos a los otros"?Por supuesto que no.Creo que los estudios que avanzan de manera auspiciadora, en las áreas de la neurología cuántica, de la materia bosónica y fermiónica y más, están abriendo un rayo de luz y de esperanza. Con atentos saludos.-Nelson.-
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