Y eso que nunca llegué a jugar a una de sus primeras versiones. Entonces sólo me limitaba a mirar cómo tanto mi hermano como mi primo hacían de una zona verde todo un parque de atracciones que de traer microbuses pasaban a recibir grandes autocares de dos plantas. Estos autobuses eran un elemento más del juego que te informaba sobre el crecimiento del parque.
Era de los únicos juegos que, posiblemente debido a mi baja capacidad cognitiva para manejarme con videojuegos 'de mayores', o a mi todavía etapa de aprendizaje (que también se extrapolaba al campo de la informática), atraían mi atención mientras mi primo Alf o mi hermano Joki se enganchaban como muchos millones de personas que hicieron del Theme Park el 10º juego más comprado del mundo (diríamos vendido una vez que la piratería se afincara sólidamente algo más tarde).
Como este juego también Prince of Persia fue uno de aquellos videojuegos que marcaron una época, aquella en la que Borja aún ocupaba su habitación de siempre y en la que, para sorpresa de toda la familia llegó a instalar el todonovedoso Punto Informático. Allí, con unos gráficos muy mejorables, veíamos saltar al rubiales del Prince para alcanzar las cotas que le llevarían al rescate de su amada, no sin pasar serias dificultades, como compuertas cerradas, guardias Reales y pinchos que a decir verdad, y para mi edad, no eran nada recomendables cuando daban a conocer la muerte al protagonista del juego, que caía atravesando dichos pinchos con la camisa blanca bien manchada de rojo. El sonido era escaso, a penas se activaba cuando el príncipe habría compuertas, cuando luchaba o cuando caía en la trampa de los pinchos, en este último caso el sonido era parecido al de los tanks también famosos (y uno de los primeros juegos con capacidad multijugador) cuando se desplazaban por corrimientos de tierra.
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