Son las 11:42 del 31 de julio del presente año y en la secretaría del instituto Martínez Montañés me dicen que ya no trabajan más porque han cerrado a las 11:30. Vuelven en septiembre, por lo que no podré sacarme el título de bachillerato, mi objetivo, hasta el mes que viene.
La funcionaria ha hecho un gran esfuerzo -girar la cabeza- para dar a entender que, aún con una sola familia en el despacho, ya no atendía a más gente porque su ficha burocrática especifica muy claramente que su trabajo finaliza a las 11:30.
Este es el típico chascarrillo que me recuerda, todos los días, que Dios, o en su defecto un duende muy sagaz, existe, vaya si existe. De algo muy gordo querrá la providencia librarme a diario si no puedo completar 1 de cada 3 recados que me propongo después del alba.
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