El dilema en cuestión, desde la llegada de Obama al poder, se ha transformado en aporía: ¿colocamos el arbolito de Navidad, o el portal de Belén? Los que tienen más dinero apuestan por ambos, no se sabe si por aburrimiento, rancio consumismo, finos remordimientos o pura ofuscación de gustos. Abetos los hay muy buenos en Leroy Merlin e Ikea, que no desaprovechan la oportunidad de hacer su agosto en unas fiestas de 'solsticio de invierno' que se presentan con vacas flacas. Mientras, los Nacimientos salen siempre del mismo sitio, con el mismo polvo y las mismas telarañas: hay algunos portales que cuentan ya con figuras de Jesús mutiladas, algo que lejos de animar a renovar la maqueta lleva a inferir un cierto romanticismo en el tema.
En fin; yo lo que voy a pedirle a mi madre para Nochebuena es un buen menú Big King, aprovechando que llevo semanas sin ver a mis familiares.
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