La vida, cada día, nos ofrece disgustos y malos tragos, como el trato de una persona arisca, que hemos de aguantar. Y estos malos momentos poco a poco nos van minando a los adultos, que somos presos de nuestra memoria.
La felicidad, por tanto, está en luchar cada día, espada y escudo en ristre, contra estos malos momentos. Podemos ignorarlos, podemos reírlos, podemos obviarlos... pero, ¡ay! la memoria...
1 comentario:
Pero Falete claro que te echo de menos...pero mi Mar es mi Mar y ella lleva lejos ...¡años! Te sigo leyendo, aunque en verano es mas difícil comentar, lo intentare mas a menudo! Viel Gluck (teclado teléfono,no umlaut! )
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