Las diferencias entre España y el resto del continente europeo son tan grandes que a veces, para mí, los Pirineos son como una especie de presa hidráulica que aguanta a duras penas por su cara norte todo un mar de civilización, unos flujos diferentes de agua más oxigenada, riachuelos de felicidad raramente quebrantada.
El piso en el que vivo en Bamberg se me antoja utópico en Madrid. Miento. Debe haberlo, pero detrás de él, una cola paralela a la del INEM. Eso es España, coño. Y ahora, pensando (para variar), me he acordado de los tres últimos meses en la capital de mi país. Desastre total. Pagando lo mismo que pago ahora, tenía una habitación y compartía un cuarto de baño con ocho personas. Casi no tenía intimidad, y en los lúgubres desvelos de los viernes noche, el calor siempre iba de la mano del llanto del niño de la casa, dos elementos que me hundían más en la tristeza, la melancolía y la duda: ¿qué he hecho mal? ¿por dónde debería haber empezado?
Ahora me convenzo, cada día más, de que aunque no soy un corredor muy destacado, la pista de atletismo en España tiene muchos baches, y nadie se ocupa de ellos. Me encanta Alemania.
1 comentario:
Aunque aqui casi no nos veíamos, se nota que escribes desde lejos. Me alegro que te vaya tan bien todo, disfrútalo todo lo que puedas, Rafa, aquí las cosas no parecen ir tan mal pero hacen falta muy a menudo un cambio de aires. Busco vuelos cerca de Bamberg, qué envidia que das... un abrazo desde Madrid, colega
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