AUS DEUTSCHLAND MIT LIEBE

Pues sí, ya estamos aquí, instalados en Rodenbach, una pequeña localidad en la comarca de Puderbach, en el Estado federal de Rheinland-Pfalz. A grosso modo han sido 35 horitas, 2500 kilómetros los que me he hecho entre el 27 y 31 de julio. Dos noches en Madrid, una en algún lugar al sur de Francia y otra en Zurich. La verdad que en estos 3 días me he dado cuenta de que mi verano está pasando muy rápidamente, supongo que para los demás también. Ayer le decía a Ramón que el verano empieza y acaba, pero nunca dura, y no me faltó razón.

Me quedo un mes aquí, ya que el 3 de septiembre recupero alemán. Hoy he tenido mi primera clase y espero que el lunes que viene entre a trabajar en el Rhein Zeitung con buen pie. En definitiva, que todo salga tan bien como ha salido hasta ahora, si exceptuamos el pequeño incidente en Madrid, donde me partieron el cristal del coche por la ventosa del GPS de las pelotas.

Salimos de Sevilla después de comer, tras recoger a Magda en Triana. Cogimos la A-4 y llegamos sin problemas a Madrid. Una vez allí, el sábado, que fuimos a dar vueltas por Atocha, me encontré con una gracia que me jodió para todo el viaje: me habían roto el cristal del coche, como a otro un poco más arriba de la calle. El muy jilipoyas no se llevó nada, pero eso sí, el regalito me lo dejó.

Salimos el domingo por la mañana, después de que me pusieran el cristal en Carglass, y llegabamos a Barcelona en torno a las 8 de la tarde. Tras tener un pequeño encontronazo con un chuloputas en un BMW (con eso lo digo to) en la autopista a Francia, llegamos al país vecino cuando ya era denoche.

Nos salimos de la autopista para llegar a Lacaute, un pequeño pueblo en el que tampoco encontramos hotel y en el que apechugamos para dormir en el coche, cosa imposible, por lo que a la 1 de la madrugada cogimos y nos pusimos de nuevo en marcha, para llegar a otro hotel ''complet'' en el que tuvimos que dormir en el coche.

Una vez llegamos a Suiza, nos tocaba recorrer 500 kilómetros en coche, pues no podía coger la autopista. Cuando llegamos a Zurich nos pasó algo que sólo pasa en los cuentos. Aparcamos en una zona azul y un botones, muy audaz él, nos vio la matrícula española, por lo que nos preguntó si eramos españoles. A esto dijimos que sí, y el señor, proveniente de Soria, nos dejó aparcar en su 5 estrellas (menos mal, pues la zona azul estaba limitada a no más de dos horas). No sé que hubiera hecho con el coche porque no tenía parking en el hotel. El caso es que una vez instalados en el hotel nos dirigimos al ''big clock'', técnica tan usitada por los amantes para encontrarse tras un largo tiempo o periodo difícil. Cuando encontramos al novio de Magda, Giuseppe, me cogieron como improvisado intérprete, uno de esos momentos en la vida en los que te sientes realizado, y al mismo tiempo feliz por estar presente, aunque de 'sujeta-velas', entre dos enamorados.

Y si de alguien estuve enamorado aquel día fue de la cama, una cama de matrimonio para mí solo, preparadita, en la que dormí 10 bonitas horas, hasta salir de nuevo para Rodenbach al día siguiente. Un buffet de 25 euros fue la única excepción al tan dulce viaje que protagonicé por las autopistas alemanas, y es que por estas vías no hay límite, por lo que pude poner a prueba mi Kangoo, alcanzando en algunos instantes los 170 kilómetros por hora.

Cuando llegué a Puderbach, la comarca de Rodenbach, mis ojos se abrieron al campo, al paraíso: vacas pastando a escasos metros de la carretera, vecinos saludándome sin yo conocerles... en definitiva, un pueblo de 300 habitantes, un pueblo que promete.

Y ya veremos en el Rhein-Zeitung... alomejor aquí si 'hay suerte'...