Esta mañana, temprano, me debatía entre si ir a clase o no. Bueno, a clase... al seminario de Sociología, que es peor: una hora discussing con los compañeros sobre temas que ni vienen a cuento ni van a caer en el examen. Al final opté por ir a clase, entre desvelo y desvelo de la hora punta.
De Madrid te puedes esperar cualquier cosa, pero cuando bajé la boca de metro saltaron mis alarmas. En un vecindario tranquilo como es Pavones, a las 7:20 un policía local armado hablaba con la taquillera de la estación de metro. Preguntó por el guardia de seguridad y, tras un gesto que no pude ver a través del peto del municipal, el agente accedía a saltar los tornos. Nada más torció la esquina que llevaba a las escaleras mecánicas, yo siguiéndole, se sumó a otros 4 agentes del cuerpo municipal de policía. Un hombre inmóvil, sentado sobre los peldaños de piedra, sangraba a borbotones y a merced de un volcán que parecía haber erupcionado en mitad de su ancha frente. ''La movida madrileña nunca termina'', me dije. ''Otro borrachuzo que ensucia el panorama''.
Pero una estaca, un simple bastón, un insignificante palo gris me hizo cambiar de hipótesis, mientras bajaba por las escaleras mecánicas al ritmo de una cabeza caliente que se posa tras la portería de un campo de fútbol, mientras veía que allí triunfaban los petos amarillos de la policía y todavía no habían llegado los naranjas, los del Samur. Sus ojos, desorbitados, no estaban mareados por ver tanta sangre; simplemente no podían ver. Aquel hombre ciego llevaba esperando mucho tiempo, pues la herida estaba ya reseca, tiñéndole al invidente una extraña reproducción de la bandera macedonia sobre la frente.
Eso es lo que me impresionó en un principio: la desprotección de los inválidos ante este mundo tan cruel. Con mi alma retorcida sólo pude imaginarme que algún apresurado viajero le empujó mientras bajaba las escaleras. Lo que ahora más me impresiona es que, en caso de tener familia, ahora estará contando la anécdota, llorando quizá, sin saber que en estos silenciosos soportes que son los blogs hay un servidor que estupefacto ha necesitado contar el horror de la hora punta y anónima.
3 comentarios:
Pues sí, eso ocurre a veces. Lo que me ha desgarrado un poco hasido tu primera impresión...¿por qué siempre tiene que ser negativa: un borracho, un drogadicto?... No crees que lo primero hubiera sido pensar ¿cómo o por qué se ha herido y dejar los juicios(o prejuicios) para después? Siento mucho decirte esto,pero esta "inmediatez" de pensamiento está empezando a abundar y esto hay que intentar cambiarlo...
lo se, chus, no te imaginas lo mal que me sentó la equivocacion, pero cuando el 95% de la sangre en el metro viene por una agresion, siempre impresionará equivocarse...
tio, con lo sensible que estoy ultimamente y vas tu y publicas esto...vaya historia, se me han puesto los vellos de punta...no me hagas esto mas, que no hay mas que ver mi blog, qu es pura pena una detrás de la otra!! será que esto de la carrera se acaba y me estoy poniendo tonto cada dos por tres...un abrazo campeon!
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