Con el último escándalo de este Gobierno típico de finales de la Restauración; típico preludio de una revolución civil que, por otra parte, nunca llegará en este país de zombis; este Gobierno que fue recibido en marzo de 2004 como agua de ese mes y que ahora está, bajo sus propias aguas, tan hundido como el Titanic; me refiero al escándalo del nuevo pago de un rescate a los atuneros que libremente se han lanzado al índico, me he puesto a leer el libro de Juan Campmany, El efecto ZP, en el que el autor, principal asesor de imagen de Zapatero en sus años de oposición en la bancada roja, cita estas palabras en el sumario: ''Lo que quizá desconocen es que el 12 de junio de 2001, el mismo día en que Bush visitaba España y a Aznar, empezábamos a trabajar para el PSOE. Cómo se cambió la imagen de un partido. Cómo se presentó a un líder. Cómo reaccionó 'la competencia'. Cómo día a día se iban reduciendo distancias hasta que José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones el 14 de marzo del 2004.''
Ahora, escucho a antiguos militantes del PSOE que lograron escapar a tiempo, como Nico Gutiérrez, Rosa Díez, José Luis Balbás... además de a todos aquellos que han cesado o han sido expulsados del Parlamento por la dirección socialista en los últimos años, y entonces empiezo a considerar que volvemos a los años 30, a los años de la brutalización de la política, con la diferencia de que hoy no tenemos los buenos discursos de Azaña, en algunas ocasiones ininteligibles, sino perlas made in Leire Pajín, tales como ''El PIB es masculino, y por tanto el cambio económico vendrá a España cuando las mujeres empecemos a ocupar puestos más relevantes''.
Con este panorama (y no es cuestión de seguir, puesto que la política aburre hoy a la mayoría, y soy consciente de ello), me queda ofrecerle a Rajoy las siguientes propuestas para hacer buena oposición:
- Sacar a la calle sus inciativas y organizar manifestaciones por el empleo. No pasa nada por que los partidos hagan lo que no hacen los sindicatos.
- Que los diputados del PP acudan TODOS al Pleno y a las mociones aunque las leyes a debate sean de la menor importancia.
- Cambiar la horchata de sus venas por un poco más de sangre, para declarar en un debate el símil tan ansiado por tantos españoles, que aquí reproduzco. Cambiamos González por Rodríguez (ZP).
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