viernes, 20 de noviembre de 2009

PELICULÓN HORRIPILANTE

He empezado a ver Big Fish, de Tim Burton, y he tenido que dejarlo en el minuto 43. Y no porque fuera mala, o porque tuviera prisa. Antes al contrario, el genio de Burton ha utilizado la técnica de la intriga desde el minuto 5 hasta donde yo he sabido. Y puedo meter la mano en el fuego que esa intriga persiste hasta el último minuto de la película.

La razón por la que he abandonado la proyección es bien sencilla: odio la asquerosa manera de Tim Burton de reírse de la realidad a su manera. Es un Woody Allen macabro; un cómico tenebroso; un especialista de los diálogos; no esconde nada y cuando vas a enterarte de algo, una voz en off más clarividente que nunca te confirma los peores presagios. Es un auténtico maestro.

Pero como buen maestro, conoce perfectamente a su audiencia, y en Big Fish muestra sus dotes de destapar nuestras miserias, nuestros miedos, dudas y desconfianzas. Por eso no es raro que la muerte sea la protagonista, esa protagonista sin papel ni doblaje, ni rostro, ni nada. Pero toda sinopsis, aún así, nos dice que es una 'comedia'. Menuda comedia. Es para cagarse vivo. Y ya digo que lo he dejado porque estoy sólo en mi cuarto, con mi madre en Sevilla y mi padre en Dubai. Me siento más sólo y desafortunado que nunca. Siento que el tiempo corre sin avisarme, que se sube a su tren y yo tengo que coger el próximo, que sale a una hora perdida porque, ya digo, el tiempo ya se ha ido. Ahora que lo pienso, odio a Tim Burton. Menudo genio. Minuto 43, seguiré viéndola cuando me eche una novia que me acompañe en una noche cinematográfica.

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