lunes, 1 de febrero de 2010

UN CEMENTERIO EN CASTILLA

Si Miguel Delibes siguiera activo, de seguro que su próxima novela volvería a centrarse en los campos de Castilla, pero no la Vieja, sino la Mancha. Nos daría su particular opinión sobre el cementerio nuclear que anda en el aire. Y probablemente llamaría a su novela algo así como Barreda, el guardián de la Mancha, o El disputado voto de la señora de Cospedal. Menudo sainete de mal gusto el de los presidentes regionales de Castilla la Mancha.


No sé quién a caído en peor demagogia, si el que cree ostentar el poder de una taifa lo suficientemente grande como para aplacar las hipotéticas radiaciones nucleares más allá de sus límites con Extremadura, Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Aragón, Comunidad de Madrid y Castilla y León o la que, en calidad de secretaria general de un partido nacional pro energía nuclear rechaza que en su querida región se instale tamaña desgracia, por pura conveniencia electoral. Lo triste de esto último es que Cospedal está subestimando la capacidad intelectual de los votantes del PP en Castilla la Mancha, algo que constata que el populismo del siglo XXI también es posible en los partidos que se dicen liberales, pese a que los denominados 'de izquierdas' lo tienen infinitamente más fácil con un discurso muchísimo más jugoso.

Sería gracioso contemplar la instalación del cementerio nuclear en Fresnedilla, Castilla y León (PP), apenas a 10 kilómetros del pueblo de Pelahustán, Castilla la Mancha (PSOE). ¿Saldría Barreda a protestar por la cercanía de los residuos o aceptaría que la decisión de Fresnadilla es acorde a la posición pro energía nuclear de la Junta castellano leonesa?

Hace tiempo llegamos a un momento en que la mentira se infravalorizó como mal menor. No es tan grave la falsedad. Pero hoy asistimos a algo peor, la puesta en bandeja a los bufones televisivos de guiones políticos muy suculentos para el menú diario de esta sociedad adormecida, atontada y como dice Juan Manuel de Prada, con ''implantes psicológicos'', nada mejor para describir la esclavización de una humanidad acrítica, sin personalidad y sometida al colectivismo, éste último fruto por cierto del ideario de izquierdas y surgido a raiz de la globalización económica.

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