El cine español tiene muy mala imagen, y hoy día mentarlo es mentar un fracaso, una mesa con tres sillas. Es una de esas cosas de las que nos avergonzamos en España, a veces de las que nos burlamos, pero el motivo de estas reacciones no es tan simple.
En tercero de Periodismo aprendí algo interesante de José Carlos Rueda Laffond, en su clase de Historia de la Comunicación Social. Se trata de los ''modos de representación primitivos'', aquellas técnicas cinematográficas que se desarrollaron junto con los primeros gateos del celuloide. El problema del cine español es, a mi modo de ver, un problema de adaptación, no de calidad en sí. Para explicarlo mejor: nuestro cine tiene muy buena calidad, pero no es real, ni su lenguaje nos pertenece. Hemos adoptado desde hace décadas los modos de representación de Hollywood, y España no se parece en nada a Estados Unidos.
Los diálogos de las películas españolas son idílicos, muy bien hechos, aunque desafortunadamente son muy poco creíbles. Los actores se escuchan, se emocionan con cada palabra de una manera que yo, al menos, nunca he visto en la vida real en mi país. Por el contrario, el cine americano se adapta sobremanera a la vida real; y es una extrapolación perfecta de la sociedad. De hecho, hay una relación tan buena entre ambos mundos, que en muchas tragedias (Huracán Katrina, Nueva Orleans; 11-S, Nueva York), un turista no habría sabido dilucidar si el panorama que se le presentaba sería verdad o ficción.
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