Primero fueron los tunecinos, ahora son los egipcios. La sorprendente revolución que azota el mundo árabe mediterráneo parece que no tiene frenos. Arrolla todo cuanto se pone por delante sin miedo a la tragedia. La policía no dura más que uno o dos días, y a partir del tercero hay que empezar a hablar de palabras mayores, de armas mayores.
Estas revueltas casi espontáneas, fruto, dicen, del poder de las redes sociales, están poniendo de manifiesto que el régimen político de las repúblicas donde predomina el Islam no tiene por qué atenerse a los preceptos de éste, ni subordinar a la totalidad del pueblo a unas creencias. Pero dejan claro, sobre todo, que el Islam no requiere necesariamente de un líder que se justifique en los designios divinos.
Ha llegado la hora de la libertad, de la caída de la 'alfombra de acero'. Los árabes se han dado cuenta de que participan de un mundo globalizado con reglas aún de un régimen arcaico y sin razón. Ben Ali, Mubarak, y quién sabe si pronto Mohamed VI (aunque me da a mí que éste último tiene un je ne sais quoi que encandila a sus vasallos) se llevan las manos a la cabeza sin entender la repentina sublevación de un pueblo siempre manso. Los políticos octogenarios no comprenden el lema unido de la gente islámica: ''estamos dispuestos a dar nuestra vida... por la libertad''.
1 comentario:
Sí, y sin embargo China lo intenta pero no pueden... bravo por los árabes!!
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