domingo, 8 de abril de 2007

EXISTE EL AMOR, PERO NO EL ENLACE PERFECTO

En mis días en los que comencé a descubrir el amor, allá por la última década del pasado siglo, o quizá antes, inconscientemente, supe soterradamente que el atractivo o gusanillo que yo sentía por determinadas niñas -siempre desde una perspectiva masculina- se debía en gran medida por su físico. Esa es quizá la razón por la cual el mote de 'la guapa de la clase' era en infinidad de casos sinónimo de la 'favorita' para muchos.

A medida que todos vamos creciendo, con la memoria y conciencia algo más desarrolladas, vamos descubriendo nuevos valores y características en las otras personas, y muy en especial en el sexo opuesto, donde innegablemente, comienza a importar algo más la integridad moral y ética de los individuos, que caen fulminados por Cupido en un escenario en el que la belleza física, como ya digo, no es requisito incondicional.

Y es que como digo, independientemente del refrán popular, ''mientras más guapas, más tontas'', resulta fácilmente asumible la idea de que es imposible que la actitud y personalidad de la 'chica Bond' de un grupo de personas arraigue gusanillos en la práctica totalidad de los miembros de sexo opuesto en dicho grupo, pues resulta evidente la gran variedad de gustos, prioridades y estilos de vida que cobijan en su interior los seres de este mundo, y son precisamente estos elementos los que forjan la unicidad de la personalidad de cada uno.

Con esto arranco lo que puede ser la teoría que más se acerca al mundo en que vivimos, inmerso en la era de la imagen. La juventud, y muy en especial la de Occidente, no está ni mucho menos preparada hoy en día para empezar, llevar ni terminar con una relación sentimental dignamente. Más bien está preparada (o casi instruída) para llevarse al coche a la primera rubia vislumbrante un viernes noche para conducirla a cualquier descampado. Los encuentros amorosos y flechazos en un curso para recuperar el carné de conducir o en plena cola de un parque de atracciones son solo producto de Hollywood. Aquí todas y todos están pillados, señores, y los únicos que quedan libres son los que, a falta de posibilidades, solo les queda su encantadora personalidad.

Pero... ¿qué hacen aquellos angelitos y santas que, por imposibilidad de ligar por su simple físico nunca renuncian a la posibilidad de la conquista de alguien amado? Pues fijarse en esos eternos parámetros que suele dejar caer la sociedad con el fin de orientar al amador/a hacia el truquillo de conseguir al amado/a. Eso es, en muchos casos, un rotundo error. Uno debe ser bueno y parecerlo, y apoyándonos en ese refrán, uno debe saber manejárselas para conquistar a su amor. Hasta ahí es cierto, pero siempre que no se utilicen herramientas desconocidas, y sobre todo, herramientas que nunca haya usado, pues la chapuza, aunque temporalmente invisible, puede ser perjudicial para ambos, y muy en especial para el 'conquistado', que es casi siempre el estafado. Pero... ¿porqué estafado? pues simplemente porque si el amador trata de ser alguien que no es... esa relación no puede llegar nunca a nada.

Y eso me recuerda el tema de la sensibilidad. Esta es una característica que todos tenemos, unos más forjada que otros, pero todos la tenemos. Uno no puede aparentar ser muy sensible, pues aparte de ser un gesto mezquino es algo que no tiene nada que ver con el amor. El amor es un sentimiento, y está para sentirse, no para aparentarse.

He de reconocer que mi sensibilidad es dura y virtualmente nula. No es que sea infeliz, esque hasta en los momentos alegres siento una gran llamada a la contención. Pienso tanto en el futuro que me preocupa mucho mostrar mis sentimientos. No me gusta ser sensible; no me gusta llorar ni reír en público, debido a una especie de variante del famoso 'que dirán'. Si río, siempre habrá el típico tonto que se meta contigo, que diga: no me gusta como ríes, o tu risa es exagerada, o... ¿y esa risa?; o siempre habrá el típico pesado que cuando llores, ese momento en el que solo deseas reflexionar y estar solo un momento, te pregunte hasta la saciedad ¿qué te pasa?... vamos, para aquellos que no captan el mensaje de que para un momento así solo hace falta dejar que el que llora se desahogue.

De todas formas tengo la impresión de que esto solo pasa en determinadas culturas. Uno puede tener miedo de llevar un bocadillo al colegio en EE.UU, ante la amenaza de que se lo roben; otros pueden tener miedo en Marruecos ante el dilema de si llevar el burka o no. Y aquí en España, por desgracia, somos tan borregos que con tal de impresionar a una chica hace falta hacer el ganso, o lo que sea, para conquistarla. Eso conlleva que nuestra sociedad se comporte en centros comerciales, cines y playas de una manera muy uniforme, atendiendo a unas actitudes globales.

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