miércoles, 23 de agosto de 2023

La insoportable levedad del incivismo

 Qué es el incivismo? Igual que una antigua conocida de la universidad definió la elegancia como el saber distinguir entre la manera de vestirse y comportarse en casa y en la calle, para mí el incivismo consiste en no saber cuándo estás pidiendo demasiado colectivismo y cuándo estás acaparando demasiado individualismo, jodiendo a los demás.

Contrario a lo que piensan manipuladores de primer orden como Carlos E. Cué, el liberalismo es al libertinaje lo que la justicia es al ajusticiamiento, es decir, hay relación semántica, pero no se puede hablar de símil. Yo soy liberal, pero eso no significa que pueda o deba hacer lo que me salga del miembro viril sin considerar a mis semejantes.

Hay gente que, lamentablemente, no piensa así. El otro día escribí una nota para el parabrisas del coche de un vecino que tiene la manía, como muchos alemanes, de aparcar su coche en el mismo lugar, aunque sea éste un lugar prohibido. En este caso se trata del límite de un cruce, lo que contraviene el código de circulación alemán, que establece una prohibición de aparcar a una distancia menor de 6 metros de un cruce. El vecino leyó y quitó la nota, pero sigue aparcando en el mismo sitio. La ciudad no contesta. A la policía, después de leer las valoraciones de la comisaría en  Google, mejor ni llamarla. Qué hago?

Por lo pronto, conformarme con maldecir a una sociedad con la que es harto difícil llevarse bien. O bien colectivizan tu vida desde la política con su anuencia, o montan sus barricadas de ego, incumpliendo leyes y códigos que buscan el bien común. Y qué es el bien común? Es, o debería ser, la garantía de una convivencia de todos con su derecho al bien individual. Ni más ni menos.

domingo, 20 de agosto de 2023

Cuando el wokismo invade la fotografía

 Probablemente no haya en el mundo una profesión que dé más rienda suelta a los egos que la fotografía. Esto lo sé porque estudié y ejercí un par de años el Periodismo, que es otro nido de sabelotodos presumidos.

Yo mismo pequé de arrogante cuando, con apenas 20 años, de prácticas en Intereconomía, estaba en una galería de arte de la Castellana y me topé con Susana Vera, la reputada fotógrafa navarra -y prima de un familiar mío- que hoy trabaja en Reuters. Le dije, fanfarroneando más que nada para romper el hielo: ''hazme buenas fotos para la noticia, eh?'', y me contestó, seca y sin mirarme a la cara, aunque seguro que había percibido los 14 años de diferencia entre nosotros: ''y tú hazme un buen texto para mis fotos''. Probablemente este sea, aun en 2023, cuando escribo esto, el mayor zasca que me hayan dado en la vida. Tenía toda la razón Susana, lo que no quita que en ese momento, ella pecara de un enorme ego.

Sin embargo, hay algo mucho peor que un fotógrafo arrogante: que sea woke hasta la médula. El fotógrafo brasileño Sebastiao Delgado, famoso en todo el mundo, dio en 2021 una entrevista al Süddeutsche Zeitung Magazin. No me atrevo a decir que Delgado, que en sus años de juventud ''marxista'' (en sus propias palabras) estudió Económicas en la Universidad de Sao Paulo, sea un defensor del movimiento no-kid, es decir, contrario a la reproducción de la especie, porque Wikipedia informa de que tiene un hijo llamado Juliano. Pero en la entrevista al SZ Magazin sí demostró ser un acerado enemigo de la especie humana, con las siguientes seis frases lapidarias:

1) [Después del genocidio de Ruanda] había perdido la fe en el ser humano. Una especie tan violenta y vil no merecía vivir.

2) Conozco el asco de la bestialidad y ganas de matar del ser humano.

3) Yo era un pesimista radical que se avergonzaba de su propia especie.

4) Nuestra especie no va a sobrevivir, tampoco tenemos derecho a ello.

5) Hemos desmerecido nuestro sitio en este planeta.

6) No estamos viviendo ahora mismo [en pandemia] que los virus son más listos que los humanos?

Delgado conoce, por tanto, las peores crisis de nuestro planeta y vio de primera mano el genocidio de Ruanda. Asegura el brasileño que, antes de fotografiar, para no parecer un turista (otra vez la arrogancia), vive varios días en un sitio para conocer mejor a la gente. Esto no impide que hoy, y desde hace ya 54 años, el fotógrafo siga viviendo en París, capital por cierto del país famoso por haber mirado para otro lado durante su misión pacificadora en Ruanda. Precisamente, el titular de la entrevista en el SZ Magazin fue esta cita suya: ''Mirar para otro lado es aprobar silenciosamente''. No estoy acusándole de hipocresía por vivir en Francia, pero sí sería muy interesante para el mundo si un fotógrafo así de influyente residiera en un país como Ruanda o su misma nación, Brasil. Por qué la comodidad de Occidente, cuna de todos los males de la humanidad que él mismo critica?

 Hay un hecho en la carrera de Delgado, sin embargo, que sí denota cierta hipocresía o al menos una ingenuidad palmaria. Delgado tuvo el enorme privilegio de estar acreditado durante el discurso que Ronald Reagan dio en un hotel de Washington poco antes de que un tiroteo intentara asesinar al presidente a la salida. El fotógrafo brasileño sacó todas las fotos que pudo y muchas de ellas las acabaría revelando ese mismo día. Se puede decir que este día hizo millonario a Delgado. Y qué hizo con todo el dinero? El mismo Delgado lo revela en la entrevista: ''Me compré un Alfa Romeo y el apartamento de París en el que vivo hoy''. Además, este artista del objetivo no llegó a revelar todos los negativos: ''He guardado en un banco muchos negativos aun sin revelar''. Caramba, un marxista descubriendo el valor del depósito seguro en el banco. Muchas fotos de pobres desesperados en una mina de oro brasileña años antes del atentado o de genocidas en Ruanda una década después, mucho hablar de la necesidad de conocer a aquellos a los que fotografías; pero yo hoy dudo mucho que Delgado entienda de verdad las causas que llevaron al genocidio de Ruanda. El derribo del avión presidencial de un político hutu en aquel abril de 1994 fue tan sólo la chispa que incendió a una población enfrentada desde hacía años por otros motivos.

Estos motivos me los explicaron en una iglesia de Ruanda durante mi visita en 2016. Los tutsis, que fueron la etnia que más personas perdió en esa breve guerra civil, eran famosos entre los hutus no solo por ser algo más delgados de cara y nariz, sino también por tener más vacas -es decir, más dinero- que los hutus. Lo que hoy entenderíamos por mejores coches y más depósitos en el banco, vaya.

Por tanto, Sebastiao Delgado, que hoy sigue dando charlas TED por las que sin duda cobra millones, es entre su odiada raza humana el mejor ejemplo de un fotógrafo arrogante y antropofóbico, pero también woke e ingenuo. Lo cual no impide que tenga millones de seguidores en todo el mundo. Y es que alguien que ponga en duda su labor, ideología o decisiones capitalistas es un reaccionario. Alguien lo duda?

martes, 15 de agosto de 2023

Por qué Javier Milei no es populista

 


 

 Se ha abusado del término 'populista' a lo largo de los últimos años. 

Aparece un líder carismático en la política de un país e inmediatamente se le denomina populista. Sin embargo, hay que centrarse en el término: populista viene de pueblo. Cómo es posible que Javier Milei, que lleva años denunciando la depreciación de la moneda y una realidad -que el 50% de los argentinos estén bajo el umbral de la pobreza- sea ahora tildado de populista? 

Esto no se lo contará, con seguridad, Christopher Gurk, el corresponsal de la cámpora de Munich en Buenos Aires, pero populistas en Argentina han sido desde 1943 Perón y todos aquellos que han fundado sus políticas en su ideología de patria, Estado y gasto descontrolado. Una patria nacionalista que puso los intereses del Estado por delante del comercio; un Estado que tejió una red inmensa de empresas públicas, incluida la empresa que gestiona los camiones-escalera del aeropuerto de Ezeiza; un gasto descontrolado que necesitaba imprimir billetitos para aparentar riqueza, cuando en realidad depreciaba la moneda.

Ya el nombre del partido de Milei da una pista del milagro de ser el movimiento más votado: ''la libertad avanza''. Ni rastro de guiños al pueblo, como en ''Frente de todos'' o ''Unión por la patria''. Un lema como 'libertad avanza', en cualquier país de Europa, fracasaría. De hecho, aún no me creo que haya triunfado en un país como Argentina.

Ayer, Santiago Armesilla, un comunista español muy crítico con la izquierda woke española, llamaba también populista a Milei en Twitter. Aproveché la ocasión para preguntarle -aunque sabía que no me iba a contestar- qué política necesitaba entonces Argentina para salir del hoyo en que se encuentra, y le puse el ejemplo de Estonia -la nación que innovó con Skype, hoy imitado por todas las grandes tecnológicas- que en 1989 era más pobre que Argentina y hasta nuestros días ha conseguido dar la vuelta a las tornas. 

Si Santiago Armesilla y todos aquellos 'analistas' políticos de ahora hubieran tenido Twitter en 1989, probablemente habrían denunciado las nuevas políticas de Estonia y todo el bloque del Este como populistas. 

domingo, 13 de agosto de 2023

Vivan las reseñas de Google!

 La semana pasada fui de excursión al Minigolf de Bad Wimpfen con algunos niños del colegio. Como yo era el tesorero, me encargué de comprar los tickets en la cabaña de la dueña. Esta no fue muy simpática al principio, pero yo seguía con mi sonrisa forzada todo el rato, porque no estaba ahí en un viaje privado, sino pastoreando a varios niños ilusionados. La dueña, por su parte, también descubrió que era necesario esforzarse en un tratamiento amistoso, porque ''quién sabe cuándo volverá este colegio a dejarse aquí 90€ que además cobro en mano'', debío pensar. Así que al final tuvimos una relación comercial cordial.

Ese mismo día, por la tarde, vi las reseñas del lugar en Google. Casi todas tendían a ser peores que en un comercio habitual. Qué viejo todo, qué mala persona en la caja. Los dos comentarios más típicos. La dueña, o quien quiera que fuera el que se encargaba de contestar a los clientes, desafiaba a los visitantes con respuestas como ''si no le gusta la comida, vaya al centro de Bad Wimpfen, nosotros apoyamos la gastronomía de ahí''. En un comentario iluminador, el representante del campo de Minigolf plasmó a la perfección las razones de por qué podía permitirse por un lado mantener malos modales y un campo viejo, y por otro lado falta de humildad en la gestión de las valoraciones: ''Somos el único campo de golf en 40 km a la redonda, vaya al próximo si no le gusta este''.

Un comentario iluminador y prueba fidedigna de la doctrina liberal, además de la teoría de las cinco fuerzas del mercado de Danone Porter: solo cuando el cliente dispone de varias opciones, el precio será bajo y el empresario se esforzará por una mejora de las condiciones.

Por todo esto me cuesta entender lo que Aline Wanner reflexionó en la revista suiza Folio sobre las valoraciones en Internet. Wanner se sorprendía porque, desde su primera visita a un hotel alpino en 2014, cuando dejó unos comentarios muy negativos, hasta 2021, cuando seguía leyendo comentarios de clientes insatisfechos, aparentemente no había cambiado nada. El dueño del hotel, parece, repetía consignas como la del campo de golf de Bad Wimpfen: ''No le gusta nuestro pan? no somos una panadería''. Lo que Wanner no tiene en cuenta, o al menos no nos revela, es qué posición tiene este hotel en aquel lugar. No me sorprendería nada que gozara de una posición de único hotel en una zona donde ya no es posible construir otros hoteles. Y, aunque hubiera otros hoteles, tampoco sería extraño que los que estuvieron en ese hotel no hubieran leído antes las reseñas. Y es que hay tres tipos de clientes: los que no leen ni escriben nunca reseñas, los que escriben pero no leen reseñas y los que escriben y leen reseñas. Es posible también que haya algunos que lean y no escriban, pero me inclino a pensar que la tentación del ser humano por aportar su granito de arena, aunque sea para dejar constancia de ''haber estado allí'', es considerable.

La tesis de Wanner era que no sirve de nada escribir reseñas en Internet. Yo defiendo la posición diametralmente opuesta, y afirmo que las reseñas pueden ser buenas para saber si ir o no ir a un sitio. Incluso siendo muy buenas pueden ser un signo claro de no tener que ir allí. 

Una noche fuimos a un restaurante en Budapest con cinco estrellas en Google. Eran los comienzos de las reseñas de Google, en 2018, o al menos mis comienzos usándolo, y fue una idea nefasta, porque había una cola en la calle para poder entrar. Y es que no es lo mismo cinco estrellas en el centro de Budapest que en un pueblo a las afueras de Budapest.

 

jueves, 3 de agosto de 2023

Maldita prensa blanca

 En el futuro, cuando se estudie el fenómeno de la prensa rosa y el de la prensa amarilla, algunos estudiantes preguntarán qué es eso de la prensa blanca. Y entonces, el profesor, tutor, padre o madre se verá en la tesitura de explicar que la prensa blanca no es un género periodístico propio, sino la prensa que sólo periodistas de raza blanca ejercen. Para mayor entendimiento, se recomienda citar a la periodista afrocamericana Janell Ross, que en 2021 en la revista TIME escribió que en el veredicto de condena al asesino de George Floyd en el condado de Hennepin los visitantes habían ''cuidadosamente esquivado a la prensa mayoritariamente [de raza] blanca''.

Me he metido a investigar la composición racial del condado de Hennepin, en Minnesota. El censo oficial del gobierno de Estados Unidos daba en el verano de 2022 daba un 73% de blancos, 14% de negros, 7% de hispanos y un 1% de indios americanos. Qué esperaba Ross que hiciera la prensa esa semana? despedir a toda la plantilla y contratar a 20 afrocamericanos porque, en el juicio relativo a la muerte de un negro, solo pueden informar negros? Hasta ahí se ha llegado con el debate de la cultural appropriation (apropriación cultural)?

Se imaginan ustedes que en Sudáfrica, donde según la Britannica solo un 25% de la población es blanca, mixta o asiática (el resto de la población es negra) una periodista blanca dijera que en el juicio a una asesinada blanca sólo había periodistas negros? Sería tan abominable como lo que afirma Ross, y por tanto digo públicamente aquí que Janell Ross me indigna y me parece una periodista racista.

martes, 1 de agosto de 2023

En el segundo autobús

 Probablemente cualquier psicoterapeuta recomiende hacer lo contrario de lo que voy a hacer ahora. Voy a rememorar una situación desagradable de mi vida, una de esas situaciones que es mejor olvidar y, desde luego, no publicar. Y es que las mejores reflexiones son las publicadas. Me habría encantado leer reflexiones de mi padre o de mi abuelo, pero no dejaron ningún diario ni blog para la posteridad.

Lo que me ocurrió el domingo 23 de febrero de 2020 en el aeropuerto de Lisboa fue muy molesto (y dale con el aeropuerto de Lisboa, quién me habría dicho entonces que dos años después iba a sufrir otra situación funesta en ese mismo aeropuerto con Daniel A.). Por si fuera poco, si justo al despegar del aeropuerto de la capital portuguesa rumbo a Frankfurt un duende me hubiese revelado que no volvería a ver a mi padre nunca más, porque moriría meses más tarde, me habría derrumbado. Porque quién aguanta una refriega con un desconocido seguida de una noticia tan trágica?

Vayamos unas horas atrás. Aeropuerto de Sevilla, cinco y pico de la mañana. Los pasajeros del vuelo a Lisboa ascienden por una escalerilla en una pista de aterrizaje cubierta por un cielo negro y frío. Siempre me puso nervioso estar despierto a unas horas en las que, en condiciones normales, debería estar durmiendo. Pero aquella madrugada estaba más nervioso aún por lo inquietante de las noticias sobre ese raro coronavirus que se introducía poco a poco en España. Y, además, la noche anterior me había despedido de mi padre con un ''me ha encantado verte'', plenamente consciente de que siempre podría ser la última vez, como dos días antes le había comentado a mi amigo José Carlos.

Cuando llegamos a Lisboa, el instinto precavido de frequent flyer que tengo después de haber perdido un vuelo en Estambul algo más de un año atrás y otro en Londres un lustro antes me lleva a levantarme rápidamente de mi asiento y dirigirme a la parte trasera del avión. Mi vuelo de conexión a Frankfurt partía una hora después, lo cual es tiempo suficiente en cualquier aeropueto europeo sobre todo cuando dicho vuelo de conexión es con la misma compañía. Pero el instinto que me había ya fallado en los últimos años me llevó a incomodarme en un aeropuerto que, pese a la cercanía a Sevilla, no es de los más frecuentados por mí. 

Al pedir paso a los demás pasajeros que se habían puesto de pie, un hombre mayor y con mi misma estatura, con un acento que en aquel momento creí finlandés pero que con el tiempo considero que podría haber sido holandés o sueco, dijo en inglés, refiriéndose a mí, ''Dadle un autobús privado a este tipo''. El comentario me molestó enormemente, porque, con los más de 1000 vuelos que habré cogido en mi vida, me tengo por un viajero que con gran orgullo suele esperar detenidamente en su asiento hasta que todos hayan salido, para poder salir con calma después. Si me puedo permitir la calma, claro.  Ese día no.

Le contesté que tenía prisa por un vuelo de conexión, pero me ignoró, como suelen hacer los cobardes que lanzan la piedra -o el comentario pétreo- y esconden la mano o la boca después. Al salir del avión, vi que el primer autobús había partido ya, y eso me enojó, porque confirmó las sospechas que reforzaban mis prisas. Al subir, uno de los primeros, al segundo autobús, contemplé como el pasajero nórdico subía también en ese momento y se ponía muy cerca de mí, haciendo bromas con su hijo, que era blanco pero con pelo muy moreno, sobre ''lo rápido que habían llegado ya a la terminal''. Es decir, seguían regocijándose con la idea de que querer salir rápido de un avión no ayuda si lo que tienes que hacer primero es coger un autobús. Mi cerebro respondió rápido para espetar un sonoro ''estoy en el segundo autobús!'', que luego repetí: ''I am in the second bus!''. Eso cerró el pico al hombre, y estoy seguro de que él mismo se dio cuenta de su error, si bien el orgullo europeo impida una rectificación en ese tipo de situaciones altaneras.

En esta noche de agosto de 2023 me da por pensar qué habría hecho mi padre en una situación así. Una vez, contándole a mi padre una situación en que me habían humillado de una manera parecida, me respondió que él no tenía tantos problemas así porque siempre había sido ''muy grande y alto, así que intimidaba más'' a los desconocidos. Estoy seguro de que tenía razón, y de que puede ser un buen motivo por el cual mi padre no haya hablado nunca de desconocidos que hirieran su orgullo. Pero de la misma manera estoy convencido de que mi padre tenía otra fuerza que no era física, sino mental. Ese mismo cerebro que estuvo enfermo los dos últimos años de su vida le había llevado por este valle de lágrimas a la convicción de que solo por las grandes cuestiones de la vida, como la política, por ejemplo, merecía la pena cabrearse. 

Y ni siquiera eso durante su Alzheimer. En aquellos tiempos, bastaba hablar de política y él se levantaba de la silla pacíficamente con gesto de aburrimiento, para desaparecer sigilosamente de un problema que también se había convertido en superficial para él.