viernes, 18 de julio de 2025

El olvido de las otras deudas pendientes

 Hoy he visitado las minas de sal de Bad Friedrichshall, a 180 metros bajo tierra, con mis alumnos de alemán. Hemos estado en todas las cámaras, incluyendo la que dedica una exposición permanente dedicada a las víctimas y prisioneros del campo de exterminio nazi de Kochendorf. Fotos, zapatos, mapas y un aseo portátil.

Para ser viernes a medio día, no está lleno pero hay más visitantes que nosotros. Además hay excursiones de colegios. Veías a los niños arriba, después y antes de bajar con el ascensor con capacidad para 12 personas.

Entonces me he acordado de una exposición temporal en el ayuntamiento de Sevilla de junio de 2023. En colaboración con ABC, se exponían portadas relativas a los atentados de ETA de los 90 y principios de los 2000. Yo estuve allí el 5 de junio de aquel año. Iba con la curiosidad del periodista que vivió de refilón, siendo un niño, esos atentados que se daban casi cada tres o cuatro días. Iba como enamorado de los periódicos - sabiduría en negro sobre blanco. Pero también como ciudadano que homenajea a las víctimas en el recuerdo.

Sin embargo, en esa media hora que pasé en el patio de la planta baja del ayuntamiento, una cosa me llamó la atención: no había una sola alma más aparte de la mía. Ningún otro visitante se encontraba en esos momentos de un lunes por la tarde en ese rincón cargado de nostalgia. Al salir a la calle veía a gente joven -demasiado joven para acordarse de los atentados de ETA-, pero también a gente de mi edad con móvil en mano, mochila, bolsa de gimnasio, alguna que otra pelota y muchas, muchas bolsas de compras por el centro. Algunos paseaban a los perros. Otros buscaban un sitio en el que tomar algo. Los mayores caminaban y charlaban en grupos de dos o tres. Andalucía en una tarde de verano. 

Entonces leo lo que la comisaria de la exposición, María Jiménez Ramos, periodista y profesora en la Universidad de Navarra, contaba en ABC: que muchos policías que morían en País Vasco asesinados por ETA eran del Sur y dejaban atrás familias que acababan volviendo a sus origenes para aguantar la tristeza de la viudedad y orfandad para el resto de sus vidas.

''Andalucía tiene una deuda pendiente con las víctimas del terrorismo'', decía Jiménez Ramos. Pero tenemos delante un grave impago colectivo de esa deuda.

miércoles, 16 de julio de 2025

El Islam que vive entre nosotros

 Hace algunos meses, llevé a mi clase de alemán un libro magnífico de las religiones del mundo. Era una clase con 13 árabes (un yemení, dos iraquíes y 10 sirios), y me proponía enseñarles no sólo alemán, sino también la pluralidad de creencias en Europa y en Alemania, el país donde residen.

El libro mostraba Wimmelbilder, imágenes al estilo de las de 'Buscando a Wally', con personas, templos y objetos pertenecientes a la religión correspondiente. Yo me imaginaba que al entrar en el capítulo del judaísmo, los árabes se irritarían especialmente. Pero me sorprendió que la información sobre la religión judía fuera aceptada con gestos respetuosos o al menos gélidos, mas no despectivos.

Mi sorpresa fue grande cuando llegamos al capítulo del Islam. Ahmed, un camionero de Damasco que se caracterizaba por ser el dicharachero del grupo, se puso colorado y me dijo, indignado, que este capítulo ''no era de musulmanes, sino de chiitas''. Cómo? bueno, la variante del Islam de Irán y partes de Iraq, no? ''No, no, pero es que no son musulmanes. Son el diablo''. 

A menudo, y este evento real me lo confirma aun más, me gusta imaginar que el mundo musulmán de hoy vive su división entre chiitas y suníes como los cristianos vivíamos la nuestra durante la Guerra de los Treinta Años. Es decir, el mismo conflicto, pero con las armas y la tecnología del siglo XXI. 

A decir verdad, solo es necesario coger un periódico alemán como el FAZ o el Süddeutsche Zeitung para darse cuenta de que la Guerra de los Treinta Años sigue dando coletazos en Europa: noticias peyorativas sobre la iglesia católica, el catolicismo como identidad a resaltar de un político, etc. Eso sí, en una Europa cada vez menos creyente y más secularizada y tiktokizada, ese conflicto es prácticamente irrelevante. Probablemente vivamos ahora mismo en Alemania en la era donde más igual da si un cristiano es católico o protestante. La división que hoy prima en el debate público es la de cristianos (mejor dicho, miembros de alguna iglesia), musulmanes y ateos/agnósticos. 

Según una encuesta de ABC de junio de 2023, si en el año 2010 hasta el 73% de los españoles se consideraba creyente, en 2023 el porcentaje era del 52,8%. Si en solo 13 años el número de creyentes ha bajado 20 puntos absolutos en un país considerado católico y de los más religiosos de Europa, pueden imaginarse ustedes bien cómo estará la cosa en Europa central.

No así con los musulmanes. Además, para una mayoría importante de musulmanes de Europa, la creencia no es suficiente: mostrar su identidad religiosa es también fundamental. El columnista de Charlie Hebdo, Gérard Biard, denunciaba en 2023 que los liceos de Francia se estaban llenando de jóvenes con abayas y qamis para burlar la ley de laicidad de 2004, que prohibe los símbolos religiosos -pero sólo estrictamente religiosos, no los culturales.

Y me dirá usted: y qué hay de malo en que la gente lleve lo que le dé la gana? Yo sinceramente, como liberal no prohibiría ninguna vestimenta. Eso sí, concedería esa libertad a cambio de asegurarme yo la libertad de poder criticar el porte de signos religiosos, una libertad que sí está en entredicho en occidente. Ya lo dijo Zar Amir Ebrahim, la artista iraní refugiada en Francia, a Paris Match en octubre de 2022: ''En Francia hay miedo con la libertad de expresión, y la gente está incómoda cuando se habla del islam, tiene miedo a que le llamen islamófobo''.

En 2024, un profesor alauita de Turquía que lleva desde los 70 viviendo en Alemania y está afiliado a los Verdes le dijo a una compañera de curso que el pañuelo que llevaba en la cabeza no era necesario en el Islam, porque no lo ponía en el Corán. La estudiante, sorprendida mas aparentemente tranquila -ayudaría que fuera un árabe turco el que le apuntara eso, y no un alemán blanco- le contestó que sí, que lo ponía en el Corán. La discusión discurrió apaciblemente durante algunos minutos, pero ninguno de los dos dio su brazo a torcer.

Este año, en un curso de integración, me atreví a hacer lo mismo con una estudiante tunecina bastante buena con el alemán, y con un inglés muy bueno. Me parecía una mujer racional y agradable, y supuse que accedería al debate. Cuando le dije que el Corán no exigía llevar velo, me contestó que sí, aunque algo más nerviosa que la estudiante del año anterior con el profesor alauita. Zanjó  la discusión con un ''además, es mi creencia, es irrelevante''. Al final de la clase, me mandó un link para demostrarme que estaba equivocado con mis pesquisas en Chat GPT. Para mi sorpresa, el link era a un vídeo de una académica exaltada que, en una entrevista con una televisión anglófona del mundo árabe, empezaba diciendo que el velo era obligatorio ''porque sí''. Allá la tunecina si me quería convencer con ello.

La realidad es que el Corán pide a sus seguidoras ''discreción con su belleza'', no su cabeza. Como ese mandamiento es tan inexacto, hoy en el mundo islámico vemos desde mujeres cubiertas al completo, como en Afganistán o Arabia Saudí, hasta mujeres sin ningún tipo de símbolo religioso, como en Kosovo, Albania o Turquía, pasando por soluciones intermedias como el hiyab (en árabe, pañuelo), predominante en Europa.

De esta realidad saco dos conclusiones. La primera es que alguien tendrá que explicarme por qué se ven mujeres con velo a diario con caras maquilladas, si las sagradas escrituras islámicas dejan claro que la belleza no hay que resaltarla, sino ocultarla. La segunda es que la imposición cultural del velo tiene más que ver con la desconfianza y la castidad -esta mujer es mía y no necesita que nadie más trate de conquistarla- que con un amor religioso a ningún profeta. Cosa parecida sucede con el vino: el Corán no lo prohibe (y esto me lo dijo la tunecina! cosa que comprobé luego en Chat GPT), sino que pide moderación. Sin embargo, las sociedades musulmanas (a excepción quizá de los países antes mencionados Albania, Kosovo y Turquía además del Líbano) lo prohiben tajantemente, para ahorrarse el cálculo de esa moderación. Esto denota, como el velo, desconfianza.

Por cierto, que no solo hay países donde la interpretación del islam es menos estricta que en otros. También hay corrientes ideológicas, como los mutazalitas, que aunque son minoría parecen dignas de mencionar. El movimiento mutazalita quiere interpretar el Corán de forma racional, y rechaza los 'hadiths' por anacrónicos. Un ejemplo de hadith (palabra o gesto sagrado de Mahoma) es no dar la mano a una mujer. En París, solo la mezquita Fatima está afiliada en parte a esta doctrina. En esta mezquita, hombres y mujeres no están separados, y el velo no es obligatorio. Karina Bahloul es iman de la mezquita -una rareza que lo sea una mujer-, y ella misma escribió en Le Monde que habría que abandonar el velo como símbolo del islam.

Mirando al futuro, hay que preguntarse seriamente si estamos preparados para un conflicto o a varios conflictos culturales, políticos y religiosos al mismo tiempo dentro de Europa. Desde principios de siglo se dibujaron en nuestro horizonte europeo por un lado conflictos internos y por el otro externos. El interno se dio con la gran crisis de deuda en 2010, enfrentando a los entonces despectivamente llamados PIGS y el resto de Europa. La Europa de las dos velocidades ya no se ceñía solo a los nuevos Estados del este y la Europa occidental. El conflicto externo fue alimentándose poco a poco con la dictatorial Rusia, un Estado mafioso a apenas dos horas en avión desde Berlín. Pero desde hace algunos años, especialmente desde la crisis migratoria de 2015, en Europa, y muy especial en los países centroeuropeos, viene generándose un cambio demográfico exponencial que aún muchos no perciben, especialmente en la Europa periférica. Yo me río cuando oigo en los medios españoles que los ciudadanos sienten que hay demasiada inmigración. Los españoles deberían estar agradecidos de que la mayoría de sus inmigrantes vienen de países cristianos y, además, la mayoría es de habla hispana. 

En Alemania no. Y ese cambio demográfico exponencial destapa otra verdad desconocida para el gran público. Al Bartlett nos dejó el axioma en bandeja: ''el gran defecto de la humanidad es la incapacidad de entender la función exponencial''. En países aparentemente tranquilos como Noruega pude observar una manifestación yihadista en pleno centro de Oslo en octubre de 2015. En Alemania, una vez o dos al año se celebra en Heilbronn -una ciudad no particularmente grande- una manifestación o bien de turcos pro-Erdogan contra kurdos o de kurdos del PKK -organización terrorista, según Turquía y la UE- contra Turquía. Estamos hablando de una importación de conflictos sangrientos del extranjero a nuestro pacífico continente. 

Si tenemos en cuenta que la mayoría de extranjeros de culturas musulmanas que viene a establecerse a Alemania tienen de 4 a 5 hijos por familia, en qué situación estaremos dentro de dos o tres décadas? 

domingo, 6 de julio de 2025

El odio de los viajeros a los turistas que se creen viajeros (Travel jerk-alism)

 Hay una tendencia en las redes sociales que ha ido creciendo exponencialmente los últimos años: la llamaré travel jerk-alism. Cada vez que un canal o una cuenta especializada en viajes sube fotos y un texto sobre un lugar del mundo relativa o prácticamente desconocido, el apartado de comentarios se llena de gente indignada por el pecado de revelar un rincón que hasta entonces era secreto y que el periodista poco menos que ha desflorado con su pluma o teclado.

Las personas que se esconden detrás de esos comentarios suelen ser viajeros con unas ganas inmensas de ser los próximos en visitar ese lugar -del que acaban de descubrir, por ejemplo, que es más seguro o agradable de lo que pensaban-, pero eso sí, son conscientes de que todos los que han dejado like y los que hayan podido ver la publicación podrían tener la misma intención, y por tanto, temen acudir a ese lugar y verlo lleno de turistas. 

Definición de turista: ''los otros viajeros que no son yo, me, mí y mis circunstancias''. 

Este fenómeno de travel jerk-alism, o sea, de culpar de canalla al pobre periodista de viajes que sólo quería relatar la fascinación sobre un punto del planeta, es una prueba más de la cultura individualista con aire de superioridad que afecta a mucha gente en nuestros días. Es el adanismo de la era digital.

Yo prefiero pasar de la publicidad de viajes en las redes sociales -aunque no niego que me influya también. Es mucho mejor acudir a los periódicos de papel, porque los leen mucha menos gente y te encuentras con joyas como Pueblo Garzón, en Uruguay, una aldea de 200 habitantes de la que el Financial Times escribió que había reconvertido muchas casas abandonadas en bodegas de vino y aclamados restaurantes.

Otra alternativa es lanzarse a visitar un país sin siquiera haber leído artículos de viajes sobre ellos. Basta con echar un ojo a Google Maps para saber de opciones de alojamiento, comida e infrastructuras. Esto tiene la enorme ventaja de que quien lo hace, suele llegar a rincones fascinantes incluso antes que el periodista al que van a lapidar luego en las redes. Me ocurrió en 2016 cuando llegué a Jinja, a orillas del Lago Victoria, en Uganda. Era el único blanco en una ciudad con turismo local desarrollado, lavanderías, mototaxis a punta pala (los famosos boda-boda, porque también llevan mercancía de Border a Border -frontera- con Kenia) y restaurantes bastante buenos. 

Y encima, con esta última opción tiene uno la posibilidad de crear escuela y hacer que otros viajeros le imiten, contribuyendo a la economía local, que falta les hace a muchos países pobres. Volveré a hablar de este tema cuando saque el tema de la inmigración.

viernes, 4 de julio de 2025

JOSEP RAMONEDA: EL VISIONARIO QUE NO VE

 Es épico siempre leerle a Josep Ramoneda un artículo de no hace mucho tiempo. El tiempo hace con los artículos de Ramoneda lo que el oxígeno con el hierro. Veamos.

En El País, un mes antes de las elecciones adelantadas de julio de 2023, el periodista dejaba constancia de las siguientes bobadas:

- El PP tiene dos almas, ''una conservadora, de Feijoo (conservador alguien que acepta las leyes abortistas de la izquierda?), y otra trumpista, de Díaz Ayuso'' (mi padre decía mucho que teta y sopa no caben en la sopa; pero para la izquierda, es posible acusar a Ayuso de neoliberal y al mismo tiempo de trumpista, siendo Trump no más antiliberal que ha tenido Estados Unidos en dos siglos).

- Vox es un partido fascista, ''franquista, si se prefiere, que es lo mismo''. No hombre, no. El gran Juan Francisco Fuentes Aragonés, catedrático de la Complutense nada sospechoso de fascista, deja bien claro que el fascismo influyó en el Franquismo solo en sus primeros años, hasta acabada la segunda guerra mundial. Qué barbaridad es esa de que un país aguante con 40 años de fascismo... tres veces más de tiempo que el III Reich? Esto solo lo puede decir un canalla al que no le importe relativizar lo poquito que duró el gobierno exterminador de Hitler.

- ''Las prohibiciones e ilegalizaciones son el único lenguaje que tiene la derecha radical para todo lo que no les gusta''. Anda, no sabía yo que los socialdemócratas alemanes del SPD, que quieren ilegalizar a la AfD y se encuentran recabando pruebas en estos momentos para llevarlo a cabo, fueran derecha radical.

- ''Dice Owen Jones en The Guardian que en toda Europa, la extrema derecha está creciendo, y lo más terrorífico es que parece normal''. Sí. Un mes después la extrema derecha de Puigdemont, que acabaría exigiendo el control de las fronteras en Cataluña, consiguió siete diputados clave para sostener la legislatura de Pedro Sánchez. El del curriculum dignificado por anticipar las elecciones.

Venga, a dignificarlo más anticipándolas ahora.