En enero de 2023, varios meses antes del adelanto de elecciones y del ''cambio de opinión'' con la amnistía, y mucho antes de los ataques a los jueces tras la avalancha de casos de corrupción en el sanchismo, el columnista Alfonso González Jerez, del diario La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria, decía que en España estábamos viviendo una ''anomalía democrática'' y que en 2017 por supuesto que había habido un golpe de Estado en Cataluña. Eso sí, una opinión tan contundente en un periódico provincial -cuyo objetivo en la España de hoy es bailarle el agua al cacique de turno- no podía quedar así, a palo seco, sin añadir un poquito de equidistancia -Feijóo no es Bolsonaro, Sánchez no es Pedro Castillo (claro que no, Alfonso, es que es mucho peor que Pedro Castillo!).
Tampoco faltó un comentario al final de su columna que resume a la perfección el Estado de hemiplejía intelectual del periodismo español: González Jerez pedía paso para el nacionalismo canario ''indispensable'', porque con estos cambios anómalos que vivimos, ''Canarias no puede quedar como parte pasiva de lo que vendrá''.
Para que lo entiendan más fácilmente: la casa se está quemando, lo han hecho unos ladrones para llevarse la caja fuerte del salón. Llamemos a los bomberos, sí, pero vamos a entrar primero al dormitorio del piso de arriba, que queda otra caja fuerte.
Pero lo ridículo es que cuatro páginas más adelante, hay una noticia que habla de una inversión de 5 millones de euros del Ministerio de Transportes para la Metroguagua de Las Palmas. Dinero nacional para un servicio municipal? Y Canarias está abandonada, dicen?
Está abandonada, sí, pero en los brazos de los extremistas que quieren unas islas sin turismo, fuente principal de ingresos por rechazar tozudamente las exploraciones de petróleo. Cada uno se empobrece como quiere.