CORTOCIRCUITO

Yelrah se hizo con su moto días después de que le explicaran grosso modo los detalles que sólo un vehículo de dos ruedas podía tener: las luces cortas delanteras sólo emanaban de un piloto y otro piloto se encendía al poner las largas; el cambio de marchas requería un ágil movimiento de tacón que exigía, además, una precisión perdonable sólo en un automóvil; el casco era su única carrocería.

Atendió a todos los consejos de su amigo Er Negro, conocido así en el barrio malagueño de Carranque por el tono azabache de su cutis.

El todopoderoso Yelrah, que tenía su primera derbi tras años de ahorro a base de ataques a pizzeros y robos de poca monta, cumplía con todos los requisitos para triunfar en la epifanía al circuito del Gran Premio de Jerez que se celebraba del 1 al 3 de mayo de aquel año 2009. Sin embargo, le faltaba lo más elemental: una chica. La carencia le trajo sin cuidado, acurrucado en la idea de que en Jerez, donde ''todas las niñas son unas guarras'', encontraría un magnífico animal con el que, más que pasar una buena noche, pasaría el test del 'motero mortero'.

De modo que entrando por Los Barrios enfiló la A-381 y paró en la primera gasolinera que llevaba los colores de su afiliación de toda la vida, el equipo de fútbol 'los Gondoleros'.

Se sorprendió al ver a dos chicas rubitas con gorrita que, en una campaña de la DGT, ofrecían información a los interesados asistentes al circuito de Jerez. Se sorprendió, pero puso su cara más altiva, irguió el cuerpo más altanero que recordaba de su padre en la época en que repartía palizas antes de entrar en la cárcel y entornó los ojos:

-¿Qué queréis?

-Que descanses cada 200 kilómetros, estires bien las piernas y recuerdes que ''el refresco es tu mejor combustible'' -respondieron al unísono y con una sonrisa ensayada.

El subnormal de Yelrah volcó 2 litros de coca cola y una lata de Aquarius en el tanque de su flamante derbi.