Mi amiga N comparte vivienda con dos amigos, S y A, en una céntrica calle de Heilbronn. Se trata del típico piso de estudiantes, en alemán Wohnungsgesellschaft, con tres habitaciones, cocina y baño para compartir. Lo que suele distinguir a lasWohnungsgesellschaften de los pisos a secas, o Wohnungen, es que estos últimos sí tienen salón. Por tanto, mi amiga N tan sólo comparte las zonas comunes de la cocina y el baño.
Cuando yo llegué a la ciudad en octubre y no tenía nada, N me invitó a pasar la noche en su casa. A la mañana siguiente descubrí un bote en la cocina con un par de billetes de 5 euros y varias monedas. Por lo visto, me dijo, es algo típicamente alemán: los que comparten el piso hacen sus pequeñas aportaciones mensuales para comprar utensilios y productos de limpieza para la casa. No es la aportación lo que me sorprendió, pues eso se hace en todos los pisos compartidos del mundo, sino el hecho de que el bote estuviera en la cocina y al alcance de cualquiera, incluso durante las visitas.
No obstante, no tengo planeado comentar los paralelismos entre la transparencia gubernamental y la doméstica en un país como Alemania en contraste con España, sino que me voy a centrar en el bote en sí. En el concepto de presupuesto. Me gustaría reflexionar sobre lo que está pasando en España en estos momentos con el ejemplo de ese bote, para que mis amigos lo entiendan. Antes que nada, querría simplemente señalar la diferencia entre déficit y deuda. El déficit es la diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta, es decir, si el bote recibe unos ingresos de 15 euros mensuales y se gastan 20 en productos para la casa que benefician a todos sus ocupantes, el déficit mensual de ese bote será del 25%. En el presupuesto del mes siguiente, por tanto, a los gastos previstos hay que incluir ese déficit de 5 euros, que suele financiarse con deuda (pedir prestado a otros). Si mi amiga N quiere endeudarse para poder financiar el bote, lo que hace es emitir unos bonos de deuda que gente con dinero compra. El bono es un simple ticket que dice ''te debo este dinero en el futuro, más los intereses'', avalado por mi amiga N.
Hoy hemos conocido con gran alarmismo la noticia de que la deuda española ha alcanzado el 94% del PIB, la cifra más elevada de los últimos 100 años. La noticia la han dado los mismos medios que día a día nos informan con gran regocijo e irresponsabilidad de los ''éxitos'' del Tesoro Público (órgano encargado de emitir bonos de deuda) en la emisión de títulos de deuda. Así que cuando leas una noticia, querido amigo, con el Tesoro en el titular, más vale que te eches a temblar, porque están informando de lo que vas a deber a los acreedores en el futuro.
¿Qué está sucediendo con el bote español? Hablando en plata, que mucha gente está chupando de él. ¿Por qué llevamos teniendo un alto déficit desde que estalló la crisis? Ésta no es una pregunta metafísica, pese a que a muchos interesados les guste compararla al ''ser o no ser'' de Shakespeare o a juegos esotéricos. La pregunta tiene una respuesta más fácil de lo que parece, y es simple: el Estado gasta más de lo que ingresa. Inmediatamente surge otra pregunta: ¿cómo es posible, con esos recortes que no paran desde el estallido de la crisis? La respuesta es ''depende de qué recortes''. De nuevo, nos topamos con la manipulación del Gobierno y los medios, que para más inri, forman parte del sector más afectado por dicha crisis y necesitan vender miedo como sea. En una reveladora noticia de El Confidencial de septiembre de 2013, a la Comunidad de Madrid se le había desbocado el gasto sanitario un 37% en pleno proceso de privatización. Es decir, mentira aquello de que la privatización traiga automáticamente más eficiencia. Al mismo tiempo, Libremercado aseguraba más tarde que los gastos de la Comunidad de Madrid en Sanidad y Educación habían aumentado en 7.800 millones en plena crisis. Todo esto apunta a que las administraciones han eliminado camas, pero no personal, y no solo en Madrid. Finalmente, los datos de la EPA de 2013 le dejan a uno paralizado: el año pasado, el número de funcionarios se había reducido con respecto a 2011 en casi 300.000 personas, pero de 2007 a 2011 (los años más duros de la crisis) el número de empleados públicos había llegado a aumentar en 346.000. Los coches oficiales, asesores, agencias, el número de políticos y sus dietas, desgraciadamente, no entran en la EPA.
Con estos datos, y mientras la deuda sigue creciendo, no le queda a uno más remedio que entender la encrucijada que Luis del Pino nos propone: los españoles hemos de decidir entre autonomías y estado de bienestar. Sin embargo, cuando uno vive en Alemania y es consciente de que aquí también hay descentralización y las regiones son sostenibles, cabe preguntarse si no es un problema de la vigilancia que los españoles hacemos de ese bote que es nuestro Estado. España es actualmente una pocilga, pero de aquellos polvos que levantábamos al bailar, estos lodos en los que nos peleamos a garrotazo, como en el cuadro de Goya. Digo bailar porque, desde que gobierna Mariano Rajoy y el Estado ya no da ni para papeles de bonos de deuda, tengo la impresión de que hay muchos más rebeldes que antes, especialmente en la red, y concretamente ''rebeldes sin causa'', como los define Julio Anguita, gente que, mientras toda nuestra mierda se gestaba, no protestaba, porque se conformaba al ver dinero entrando y saliendo del bote sin control. Es gente que, en los buenos tiempos bailaba, reía y frivolizaba. La Historia de España está en la película del Gran Gatsby: ''en aquel tiempo todos bebíamos demasiado. Mientras más armonía teníamos con la época más bebíamos''.