Cuando mi hijo empezó a hablar hace algunos meses, llamaba a todos los animales 'atze' (gato), porque tenemos dos gatos en casa. El caballo de mi mujer? gato. Un perro por la calle? gato. Un alien en alguna película? gato. Tan solo hace poco empezó a discernir, y ya sólo llama 'atze' a los gatos. De hecho, a la gata ya la llama por su nombre propio: Mancha.
Hay adultos que se pasan toda la vida poniéndole un nombre erróneo a lo desconocido o a lo odiado. Hoy en día, los más fanáticos denominan como 'fascista' a aquel que no le sigue la corriente progresista o woke; y aquellos de los que se espera una cierta intelectualidad -por ejemplo en la prensa- no dudan en denominar como 'conspiranoico' al que cuestiona, por ejemplo, el origen del coronavirus, incluso ahora que contamos con artículos y reportajes de periódicos liberales y/o progresistas como el Financial Times, Cicero o Time que ponen en duda la tesis del murciélago y apuntan al centro virológico de Wuhan, basándose por supuesto en datos fidedignos.
Hace exactamente 14 años conocí a un periodista canario en los Cursos del Escorial. Él rondaba ya los 30 años y yo empezaba los 20. Tuvimos una conversación muy interesante y orteguiana en su habitación después de una conferencia de Raúl del Pozo, en la que yo le había impresionado por una pregunta muy filosófica, que Del Pozo, sin embargo, oyó mirando el reloj y soltando al micrófono sin querer ''bueno, a ver cuándo se acaba esto''. Qué mal está España, sí, desde luego, qué mal estamos los periodistas, sí, sí. Victimismo juvenil en su máxima potencia.
Tras mi vídeo viral de Intereconomía, este periodista, al que llamaré aquí Adán, me contactó -creo que por Facebook- muy indignado, comentándome lo mucho que se había equivocado buscando una amistad que, en realidad, no había llegado más lejos (no había vuelto a verlo después de los cursos de verano). Pero hasta ahora lo he tenido en Linkedin, y resulta que Adán ha publicado mucho últimamente, o al menos me aparece más de lo normal en mi feed. Así que hace un par de días decidí escribir un comentario a una entrada suya.
En su entrada, Adán, en la línea con aquella conversación del verano de 2009, se quejaba de que, aunque él no fuera un periodista o escritor del nivel de Borges, estaba un poco apenado por el estado del periodismo, porque le ofrecía poco dinero por su trabajo, ''menos que a una limpiadora'', en sus propias palabras, que sólo se puede permitir un progresista porque si lo dice un liberal, es clasista. Es decir, en la misma entrada, Adán denunciaba el estado precario de la profesión pero reconocía no ser especialmente bueno en esa profesión. Mi comentario resumía básicamente la realidad del periodismo actual: como cualquier servicio o producto del mercado, aquello que no está muy demandado cotiza poco. La gente, hoy en día, busca más bien la tecnología, la casa y el coche propio. Así, se benefician los ingenieros y los notarios, le puse. Adán le había contestado a todos menos a mí: sólo me dio un like.
Esta mañana, Adán ha compartido un artículo de otra periodista independiente con el mensaje 'leedlo, es gratis para los primeros 10 lectores, así que daos prisa'. El artículo trataba de Javier Milei, que iba a cargarse ''los jalones que quedan de Argentina'', según Adán. Me meto en el artículo, que, dos horas después de haber sido compartido, está abierto, por lo que se confirma que no ha entrado suficiente gente. Va en la misma línea que el artículo de Christoph Gurk en Süddeutsche Zeitung hoy: Milei es un ''destructor'', es el ''hombre de la motosierra''. También El País calificaba a Milei ayer de ''extrema derecha''.
Entonces me acuerdo de mi niño, cuando, hace escasos meses, aún llamaba 'atze' a cualquier animal viviente, incluso a los aliens que veía en pantalla. Esa mezcla de falta de experiencia, autoengaño y disponibilidad las 24 horas a escribir y pensar lo que aquellos que sí tienen experiencia y medios quieren que escriban y piensen.
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