Una noche de verano de 1966, un ejemplar de una de las polillas más bonitas de Norteamérica, la polilla ornamentada o, en su nombre científico, utethesia ornatrix, quedó atrapada en una telaraña. Tal como lo relata Thomas Eisner en su libro 'For love of insects', una polilla normal habría aleteado desesperadamente para huir del mordisco letal de la araña, pero esta polilla de alas rosas con puntos negros sobre círculos blancos se quedó inmóvil, pese a notar la cercanía del arácnido. Cuando la araña llegó, dudó por un instante, y decidió empezar a cortar todos los nudos de la seda que apresaba a la polilla, dejándola caer.
Eisner estudió el fenómeno y aprendió que las larvas de esta polilla se alimentan de unas hojas venenosas del arbusto denominado crotalaria. Ese veneno, también llamado alcaloides, ahuyenta a los herbívoros, pero encanta a las larvas de la polilla ornamentada. Al alimentarse de alcaloides, parte del líquido tóxico queda en su sangre, con lo que se protegen en el futuro, tras pasar la metamorfosis, de sus depredadores potenciales.
Cuando empecé a escribir este artículo pensaba comparar a la araña con los separatistas, nacionalistas y proetarras españoles, ese grupo depredador atraído por un sujeto bello pero profundamente venenoso como Pedro Sánchez, que ha absorbido a otros depredadores de antaño como Susana Díaz, Pablo Iglesias o ERC; pero luego lo he reconsiderado y me pregunto si no podría ser también una alegoría del votante socialista. Después de todo, no hay que envilecer a la pobre araña, que es un ser vivo como cualquier otro con derecho a cazar, comer y sobrevivir.
Después de todo, el votante socialista también caza (bueno, va a trabajar si no vive de la subvención), come y sobrevive. Se siente atraído por un líder guapo (el más guapo de todos los presidentes de toda la democracia!), que no se mueve ni para dar la réplica al primer candidato a la investidura, Feijoo, y aunque este líder le robe y lo arruine, y esté a dos telediarios de amnistiar a delincuentes no arrepentidos regalándoles la soberanía de una parte de su territorio a otros, el votante arácnido tiene la obligación de acercarse primero y luego perdonarle la vida al guapo.
Pero lo mismo me confundo, y Sánchez es la araña amnistiando al polilla Puigdemont. Qué lío.
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