El día después de proclamarse vencedor de las elecciones en Venezuela, Nicolás Maduro compareció ante los medios con una frase que no sólo reveló una necesidad sospechosa de justificarse, al más puro estilo excusatio non petita accusatio manifesta, sino que días más tarde además resultó ser una frase falsa.
Fue la afirmación ''he dormido como un bebé''. Una frase que ya repitió algunas veces durante su mandato, pero que, tras unas elecciones donde supuestamente tan claramente ha ganado, en teoría no sería necesaria. Lo normal cuando un político festeja un triunfo es decir, al día siguiente, que no ha pegado ojo toda la noche, para denotar la necesidad de celebrar. Pero Maduro, sin que nadie le preguntara, aseveró que durmió bien. Vale. Y esas ojeras, presidente? y ese pelo notablemente más blanco tras solo siete días de protestas de la oposición?
No sólo no necesitaba contarnos cómo durmió. Es que además duerme mal y se le nota.
Todos se preguntan ahora cómo acabará Maduro y su régimen, y la verdad es que la cosa no pinta nada bien para los chavistas latinoamericanos y los ibéricos (Zapatero y los podemitas, que caerán de la escena pública en cuando lo hagan los chavistas primigenios).
Yo he encontrado ciertos parecidos con el que probablemente sea el primer chavista de la Historia, nacido medio milenio antes que Chávez.
Se trata del monje florentino Girolamo Savonarola. Este clérigo era famoso en la Florencia del siglo XV porque se atrevía a levantar la voz contra la corrupción de la Iglesia (el Papa Alejandro VI llegó a excomulgarlo) y el gobierno ''pagano'' de los Medici.
Igual que Chávez con los gobiernos socialdemócratas de Venezuela que le precedieron.
En cuanto el Rey Carlos VIII de Francia acabó con el gobierno de los Medici en 1494, Savonarola lo celebró como ''castigo de Dios''. En ese año, el monje tomó el poder de facto en Florencia.
Su gobierno se basó en enviar a niños y jóvenes fanáticos por toda la ciudad para amenazar a la clase media y a la adinerada con el objetivo de forzar limosnas para los pobres. Las propiedades no monetarias como cuadros, tapices, libros, muebles y otros objetos de valor las confiscaban igualmente y se tiraban en las famosas ''hogueras de las vanidades'', expresión que siglos más tarde dio título al libro de Tom Wolfe. El mismísimo Sandro Botticelli hizo desaparecer muchos de sus cuadros en aquellas llamas.
La Iglesia impuso un boicot a las celebraciones religiosas de Florencia y el monje acabó siendo apresado. Murió en la horca, y su cadáver acabó quemándose en las mismas llamas de Piazza della Signoria donde él organizó las hogueras de las vanidades.
Que sigas durmiendo bien, Maduro.
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