domingo, 28 de septiembre de 2025

Los antiamericanistas en la cueva de Platón

 Paul Maar representa con su figura de Das Sams para Alemania lo que Francisco Ibáñez con sus comics de Mortadelo y Filemón es para España. El autor bávaro concedió una interesante entrevista al periódico semanal Die Zeit en 2023 en el que reveló fantásticas anécdotas de su biografía.

Por ejemplo, contó el antiamericanismo exagerado de su madrastra en la posguerra (su madre biológica murió cuando él tenía pocas semanas de vida, porque el médico, aún con los nazis en el poder, relativizó la infección de pecho ya que una madre aria tenía que estar preparada para soportar tal cosa) cuando un soldado americano visitó el restaurante familiar. Los americanos habían ocupado Baviera y todo el suroeste alemán con el reparto del país entre los aliados tras el fin de la guerra, y, según cuenta Maar, su madrastra y muchos alemanes de la época desconfiaban del ejército americano, creyendo que los militares daban veneno (gift en alemán) a la población. En el momento en que el soldado entró en el restaurante y ofreció una tableta de chocolate a Maar, por aquel entonces un niño de 10 años, la madrastra lo rechazó con un gesto con la mano, y, cuando el soldado respondió ''oh, it's just a gift'', ella le soltó a Maar: ''encima lo reconoce!''.

Esta espléndida anécdota me viene bien para expresar lo que muchos Russland-Versteher (entendedores de Rusia, se dice en Alemania, para referirse a los que sienten más comprensión por el régimen totalitario de Vladimir Putin que por sus adversarios occidentales) provocan en mi alma cuando expresan sus opiniones. Esa mezcla de sectarismo con cerrazón, aderezado con falta de comprensión lectora o simplemente desconocimiento de lenguas.

Tengo ahora mismo un ucraniano en mi clase de alemán, al que llamaré Nikita, que representa a la perfección este tipo de antiamericanismo. No puedo descartar que uno de los motivos de su odio a Zelensky y a la Unión Europea sea el rechazo que le provoca el que el Estado ucraniano (colonia americana, dice) ''secuestre'' a sus ciudadanos para mandarlos al frente de guerra. Sin embargo, Nikita no decidió huir a Rusia, sino a la Unión Europea, a un país, Alemania, que le concede permiso de trabajo sin limitación alguna, además de un jugoso sustento económico a su familia y a él sin haber contribuido jamás al sistema de salud, de seguro de empleo o pensiones. 

De vez en cuando, en clase de alemán, les pongo cortes del telediario. Si salen imágenes del parlamento europeo, puede oirse a Nikita diciendo en ucraniano ''corrupción, burócratas!''. Si, como esta semana, ven una noticia de los drones que entran en espacio aéreo de Rumanía, Polonia o Dinamarca (esa nación poco seria y poco creíble que se juega constantemente con Nueva Zelanda el primer puesto del Mundo en el índice de corrupción de Transparencia Internacional), se le ve haciendo aspavientos y diciendo ''provocación, provocación''. Es decir, como la madrastra de Paul Maar, en su cabeza Dinamarca manda drones a su propio espacio aéreo para provocar... no sé a quien, supuestamente a Rusia. Si el informativo muestra imágenes de un descarrilamiento de tren en Alemania, como sucedió este verano, entonces hace una mueca de gracioso y se le escapa un ''Putin, Putin culpable''. 

Dinamarca a un lado, y al otro, el régimen ruso con record de periodistas perseguidos, exiliados y asesinados.

En la cueva de platón, estos Russland-Versteher no están viendo sombras en la pared. Están tumbados en el suelo, bocabajo. 

 

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