Vuelvo a ponerme en marcha, en mi andadura por la web en la que posteo mis inquietudes y experiencias -con poca frecuencia, eso sí- como anuncié el primer día, pero que he abandonado tras 20 largos días en los que no han dejado de pasar cosas.
El último post, por si alguien no lo había cogido, se trataba de un refrán que alguien metió en uno de sus comentarios sobre la UDP. Probablemente fue el Puga, pero lo cierto es que en los tiempos en los que aún luchábamos por tener un equipo con futuro, ese fue un gran cántico, inventado o no, que podría habernos servido de mucho para futuros partidos.
Ahora, sin más, paso a intentar excusarme del porqué he dejado de escribir durante tanto tiempo. Aparte de la tan usitada excusa tiempo de estudios, esta vez hay una razón más. Durante la primera semana de abril estuve preparando un nuevo post sobre las mujeres. Pero algo más personal. Quería hacer una descripción, una apreciación pública de lo que son para mí las mujeres hoy en día, y mis gustos personales. Pero la enfermedad incomprensible de mi perro Draco en esos primeros días, que le condujo a la muerte, el 15 de abril, interrumpió la publicación de esa entrada, y el asunto verdaderamente me ha trastornado. Y digo transtornado porque no solo me ha dolido tanto recordar esos buenos tiempos con él, en estos 8 años, sino que desde su muerte hasta ahora habré soñado muchos días con él, algo que de verdad me repatea al levantarme por la mañana.
Cuando llegué a Sanlucar aquella mañana de abril, Draco estaba postrado ante el recién talado sauce que tenemos junto a la casa. Estaba lloviendo, y no poco, pero ante mi sorpresa, el perro seguía descansando bajo el árbol. Estaba bien acurrucado y se veía su pelaje bastante mojado, cosa que indicaba el largo tiempo que el perro había estado bajo la lluvia, sin inmutarse.
Fue muy raro, entre otras cosas porque los perros son los primeros en saltarte encima cuando llegas a casa, sea de hacer la compra en la esquina de abajo, puesto que son los amigos más fieles, como se suele decir, y siempre te reciben agradeciendo el hecho de que no los hayas abandonado. La más mínima separación de un can le supone a el mismo un abandono indefinido. Pero este perro en especial se volvía loco cuando un coche entraba por el camino del chalé. 8 años con noches intermitentes bajo el techo del garaje fueron parte de un castigo que acabaron con esa agresividad que le caracterizó en los primeros años de su vida. Normal que al ver dos faros alumbrando frente a frente a altas horas de la noche, el perro lloriqueara de alegría.
Ciertamente es muy fuerte que a la hora de tu muerte, una muerte eutanásica y ampliamente decidida, no sepas que eres sujeto de esa muerte. Ni siquiera se te ha avisado previamente para que puedas llamar a tus amigos, a tus colegas, a tu familia. Es fuerte, sí, encontrarte con un desconocido de bata blanca que ha venido a tu casa solo para clavarte un par de inyecciones, y no poder saber, más tarde, que sólo cumplía con su trabajo, que verdaderamente no era amigo de tu amo. Es difícil de tragar, que después de 8 años siendo rey en el Camino de la Pita acabaras en el maletero de un mercedes blanco, envuelto en una bolsa negra, por una simple insuficiencia renal. Es fuerte, como tú, como el esfuerzo que hizo sacar al veterinario una segunda dosis, puesto que la primera apenas sirvió para quitarte el aire.
A los que estabamos allí, el verdugo, mi padre y yo, probablemente nos dolió más ver los efectos de la inyección sedante que de la eutanásica. A mí en particular me faltaron cojones al verte con la mirada clavada en mis ojos mientras caías súbitamente de espaldas -o debería decir, de lomos- por no aguantar ese sueño que te quisimos dar a la fuerza a plena hora de comer.
Quizá podrías haber aguantado un poco más. Pero decidiste darme una lección, prepararme, alentarme, a que la muerte no es más que un paso más. Es algo a lo que siempre nos tendremos que enfrentar mientras vivamos y tengamos memoria colectiva. No aguantaste, me diste esa lección bien dada, y ahora sé qué es ver morir en mis brazos, sentir cómo de ser parte de mi familia has pasado a ser parte del recuerdo, de mis sueños.
Buga buga! capitán! perro ladrón!
Reflexiones generales, algunas en español sobre Alemania y el resto en alemán sobre España
domingo, 29 de abril de 2007
domingo, 8 de abril de 2007
EXISTE EL AMOR, PERO NO EL ENLACE PERFECTO
En mis días en los que comencé a descubrir el amor, allá por la última década del pasado siglo, o quizá antes, inconscientemente, supe soterradamente que el atractivo o gusanillo que yo sentía por determinadas niñas -siempre desde una perspectiva masculina- se debía en gran medida por su físico. Esa es quizá la razón por la cual el mote de 'la guapa de la clase' era en infinidad de casos sinónimo de la 'favorita' para muchos.
A medida que todos vamos creciendo, con la memoria y conciencia algo más desarrolladas, vamos descubriendo nuevos valores y características en las otras personas, y muy en especial en el sexo opuesto, donde innegablemente, comienza a importar algo más la integridad moral y ética de los individuos, que caen fulminados por Cupido en un escenario en el que la belleza física, como ya digo, no es requisito incondicional.
Y es que como digo, independientemente del refrán popular, ''mientras más guapas, más tontas'', resulta fácilmente asumible la idea de que es imposible que la actitud y personalidad de la 'chica Bond' de un grupo de personas arraigue gusanillos en la práctica totalidad de los miembros de sexo opuesto en dicho grupo, pues resulta evidente la gran variedad de gustos, prioridades y estilos de vida que cobijan en su interior los seres de este mundo, y son precisamente estos elementos los que forjan la unicidad de la personalidad de cada uno.
Con esto arranco lo que puede ser la teoría que más se acerca al mundo en que vivimos, inmerso en la era de la imagen. La juventud, y muy en especial la de Occidente, no está ni mucho menos preparada hoy en día para empezar, llevar ni terminar con una relación sentimental dignamente. Más bien está preparada (o casi instruída) para llevarse al coche a la primera rubia vislumbrante un viernes noche para conducirla a cualquier descampado. Los encuentros amorosos y flechazos en un curso para recuperar el carné de conducir o en plena cola de un parque de atracciones son solo producto de Hollywood. Aquí todas y todos están pillados, señores, y los únicos que quedan libres son los que, a falta de posibilidades, solo les queda su encantadora personalidad.
Pero... ¿qué hacen aquellos angelitos y santas que, por imposibilidad de ligar por su simple físico nunca renuncian a la posibilidad de la conquista de alguien amado? Pues fijarse en esos eternos parámetros que suele dejar caer la sociedad con el fin de orientar al amador/a hacia el truquillo de conseguir al amado/a. Eso es, en muchos casos, un rotundo error. Uno debe ser bueno y parecerlo, y apoyándonos en ese refrán, uno debe saber manejárselas para conquistar a su amor. Hasta ahí es cierto, pero siempre que no se utilicen herramientas desconocidas, y sobre todo, herramientas que nunca haya usado, pues la chapuza, aunque temporalmente invisible, puede ser perjudicial para ambos, y muy en especial para el 'conquistado', que es casi siempre el estafado. Pero... ¿porqué estafado? pues simplemente porque si el amador trata de ser alguien que no es... esa relación no puede llegar nunca a nada.
Y eso me recuerda el tema de la sensibilidad. Esta es una característica que todos tenemos, unos más forjada que otros, pero todos la tenemos. Uno no puede aparentar ser muy sensible, pues aparte de ser un gesto mezquino es algo que no tiene nada que ver con el amor. El amor es un sentimiento, y está para sentirse, no para aparentarse.
He de reconocer que mi sensibilidad es dura y virtualmente nula. No es que sea infeliz, esque hasta en los momentos alegres siento una gran llamada a la contención. Pienso tanto en el futuro que me preocupa mucho mostrar mis sentimientos. No me gusta ser sensible; no me gusta llorar ni reír en público, debido a una especie de variante del famoso 'que dirán'. Si río, siempre habrá el típico tonto que se meta contigo, que diga: no me gusta como ríes, o tu risa es exagerada, o... ¿y esa risa?; o siempre habrá el típico pesado que cuando llores, ese momento en el que solo deseas reflexionar y estar solo un momento, te pregunte hasta la saciedad ¿qué te pasa?... vamos, para aquellos que no captan el mensaje de que para un momento así solo hace falta dejar que el que llora se desahogue.
De todas formas tengo la impresión de que esto solo pasa en determinadas culturas. Uno puede tener miedo de llevar un bocadillo al colegio en EE.UU, ante la amenaza de que se lo roben; otros pueden tener miedo en Marruecos ante el dilema de si llevar el burka o no. Y aquí en España, por desgracia, somos tan borregos que con tal de impresionar a una chica hace falta hacer el ganso, o lo que sea, para conquistarla. Eso conlleva que nuestra sociedad se comporte en centros comerciales, cines y playas de una manera muy uniforme, atendiendo a unas actitudes globales.
A medida que todos vamos creciendo, con la memoria y conciencia algo más desarrolladas, vamos descubriendo nuevos valores y características en las otras personas, y muy en especial en el sexo opuesto, donde innegablemente, comienza a importar algo más la integridad moral y ética de los individuos, que caen fulminados por Cupido en un escenario en el que la belleza física, como ya digo, no es requisito incondicional.
Y es que como digo, independientemente del refrán popular, ''mientras más guapas, más tontas'', resulta fácilmente asumible la idea de que es imposible que la actitud y personalidad de la 'chica Bond' de un grupo de personas arraigue gusanillos en la práctica totalidad de los miembros de sexo opuesto en dicho grupo, pues resulta evidente la gran variedad de gustos, prioridades y estilos de vida que cobijan en su interior los seres de este mundo, y son precisamente estos elementos los que forjan la unicidad de la personalidad de cada uno.
Con esto arranco lo que puede ser la teoría que más se acerca al mundo en que vivimos, inmerso en la era de la imagen. La juventud, y muy en especial la de Occidente, no está ni mucho menos preparada hoy en día para empezar, llevar ni terminar con una relación sentimental dignamente. Más bien está preparada (o casi instruída) para llevarse al coche a la primera rubia vislumbrante un viernes noche para conducirla a cualquier descampado. Los encuentros amorosos y flechazos en un curso para recuperar el carné de conducir o en plena cola de un parque de atracciones son solo producto de Hollywood. Aquí todas y todos están pillados, señores, y los únicos que quedan libres son los que, a falta de posibilidades, solo les queda su encantadora personalidad.
Pero... ¿qué hacen aquellos angelitos y santas que, por imposibilidad de ligar por su simple físico nunca renuncian a la posibilidad de la conquista de alguien amado? Pues fijarse en esos eternos parámetros que suele dejar caer la sociedad con el fin de orientar al amador/a hacia el truquillo de conseguir al amado/a. Eso es, en muchos casos, un rotundo error. Uno debe ser bueno y parecerlo, y apoyándonos en ese refrán, uno debe saber manejárselas para conquistar a su amor. Hasta ahí es cierto, pero siempre que no se utilicen herramientas desconocidas, y sobre todo, herramientas que nunca haya usado, pues la chapuza, aunque temporalmente invisible, puede ser perjudicial para ambos, y muy en especial para el 'conquistado', que es casi siempre el estafado. Pero... ¿porqué estafado? pues simplemente porque si el amador trata de ser alguien que no es... esa relación no puede llegar nunca a nada.
Y eso me recuerda el tema de la sensibilidad. Esta es una característica que todos tenemos, unos más forjada que otros, pero todos la tenemos. Uno no puede aparentar ser muy sensible, pues aparte de ser un gesto mezquino es algo que no tiene nada que ver con el amor. El amor es un sentimiento, y está para sentirse, no para aparentarse.
He de reconocer que mi sensibilidad es dura y virtualmente nula. No es que sea infeliz, esque hasta en los momentos alegres siento una gran llamada a la contención. Pienso tanto en el futuro que me preocupa mucho mostrar mis sentimientos. No me gusta ser sensible; no me gusta llorar ni reír en público, debido a una especie de variante del famoso 'que dirán'. Si río, siempre habrá el típico tonto que se meta contigo, que diga: no me gusta como ríes, o tu risa es exagerada, o... ¿y esa risa?; o siempre habrá el típico pesado que cuando llores, ese momento en el que solo deseas reflexionar y estar solo un momento, te pregunte hasta la saciedad ¿qué te pasa?... vamos, para aquellos que no captan el mensaje de que para un momento así solo hace falta dejar que el que llora se desahogue.
De todas formas tengo la impresión de que esto solo pasa en determinadas culturas. Uno puede tener miedo de llevar un bocadillo al colegio en EE.UU, ante la amenaza de que se lo roben; otros pueden tener miedo en Marruecos ante el dilema de si llevar el burka o no. Y aquí en España, por desgracia, somos tan borregos que con tal de impresionar a una chica hace falta hacer el ganso, o lo que sea, para conquistarla. Eso conlleva que nuestra sociedad se comporte en centros comerciales, cines y playas de una manera muy uniforme, atendiendo a unas actitudes globales.
jueves, 5 de abril de 2007
RENACERÁ DE SUS CENIZAS
Anómimo dijo...
Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad
hay que defenderla con fe y valor,alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación
alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación.
En pie pueblo obrero, a la batalla
hay que derrocar a la reacción.
¡A las barricadas, a las barricadas,por el triunfo de la UDP!
¡A las barricadas, a las barricadas,por el triunfo de la UDP!
22/1/07 5:34 PM
Negras tormentas agitan los aires
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad
hay que defenderla con fe y valor,alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación
alza la bandera revolucionaria
que llevará al pueblo a la emancipación.
En pie pueblo obrero, a la batalla
hay que derrocar a la reacción.
¡A las barricadas, a las barricadas,por el triunfo de la UDP!
¡A las barricadas, a las barricadas,por el triunfo de la UDP!
22/1/07 5:34 PM
domingo, 1 de abril de 2007
MI RUTINA DIARIA
A mi parecer, y aunque a veces nos parezca insano el ritmo de vida que llevamos, la rutina forma parte de los factores que hacen posible una vida más equilibrada. Y digo equilibrada porque si alguna vez perdemos ese ritmo, esa rutina, ese levantar cada mañana con el único objetivo de cumplir con un horario estrecho y falto de tiempo, corremos el riesgo de romper con nuestro calendario, con las actividades que previamente nos hemos planteado hacer por nuestro bien.
En mi caso, la rutina se resume en 5 días de intensas actividades. El fin de semana carece de cualquier rutina, como el de mucha gente, pues son dos días de disfrute sin fin ni reglas. Mi semana de rutina empieza el lunes a las 7.30, que me levanto escuchando a Jiménez Losantos (COPE) para ir a clase y no vuelvo al hogar hasta la una. Como no me gusta estudiar con hambre, paso la hora que queda en internet o jugando a algún juego, y si tengo que hacer algún trámite burocrático, aprovecho la hora hasta el final. Cuando por fin como, intento hacerlo lo más rápido posible, pues nunca quiero perderme Noticias Cuatro, que me ayuda a constatar la actualidad desde otro punto de vista, media hora antes de que empiecen las Noticias de Antena 3.
Tengo la suerte de que los lunes no vuelvo a clase hasta las 6 de la tarde, lo que me permite echar una cabezadita hasta las 4 de la tarde después de que acaben las noticias. A las 4 de la tarde, cuando media España se toma el cafelito de la tarde, yo me preparo mi Cola Cao al microondas, que me aporta la energía suficiente para mi viaje de vuelta a la facultad para mis clases de inglés (ingenieros) o alemán (comunicación). Cuando termino, vuelvo a casa exausto, y si es lunes o miércoles, no dudo en sintonizar a Carlos Alsina (Onda Cero) para oír su particular repaso a la actualidad política.
Estudio esa hora que se extingue a las 9 de la noche, hora en la que enciendo la tele para oír a Matías Prats, tiempo en el que desenchufo para ir al gimnasio, a las 9.30, y nadar mis 800 largos diarios no sin antes entrar en la sauna, una especie de cripta ahumada donde hay mucho hombre y poco macho.
Depende de si estoy quemado o no que estudie después del gimnasio, pero por lo general, no me presto a hacerlo. Lo único que se me viene a la cabeza a las 22.30, con los músculos 'a cardo' es ''ya lo termino mañana'', expresión poco acertada pero que sienta muy bien al final del día.
En mi caso, la rutina se resume en 5 días de intensas actividades. El fin de semana carece de cualquier rutina, como el de mucha gente, pues son dos días de disfrute sin fin ni reglas. Mi semana de rutina empieza el lunes a las 7.30, que me levanto escuchando a Jiménez Losantos (COPE) para ir a clase y no vuelvo al hogar hasta la una. Como no me gusta estudiar con hambre, paso la hora que queda en internet o jugando a algún juego, y si tengo que hacer algún trámite burocrático, aprovecho la hora hasta el final. Cuando por fin como, intento hacerlo lo más rápido posible, pues nunca quiero perderme Noticias Cuatro, que me ayuda a constatar la actualidad desde otro punto de vista, media hora antes de que empiecen las Noticias de Antena 3.
Tengo la suerte de que los lunes no vuelvo a clase hasta las 6 de la tarde, lo que me permite echar una cabezadita hasta las 4 de la tarde después de que acaben las noticias. A las 4 de la tarde, cuando media España se toma el cafelito de la tarde, yo me preparo mi Cola Cao al microondas, que me aporta la energía suficiente para mi viaje de vuelta a la facultad para mis clases de inglés (ingenieros) o alemán (comunicación). Cuando termino, vuelvo a casa exausto, y si es lunes o miércoles, no dudo en sintonizar a Carlos Alsina (Onda Cero) para oír su particular repaso a la actualidad política.
Estudio esa hora que se extingue a las 9 de la noche, hora en la que enciendo la tele para oír a Matías Prats, tiempo en el que desenchufo para ir al gimnasio, a las 9.30, y nadar mis 800 largos diarios no sin antes entrar en la sauna, una especie de cripta ahumada donde hay mucho hombre y poco macho.
Depende de si estoy quemado o no que estudie después del gimnasio, pero por lo general, no me presto a hacerlo. Lo único que se me viene a la cabeza a las 22.30, con los músculos 'a cardo' es ''ya lo termino mañana'', expresión poco acertada pero que sienta muy bien al final del día.
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