domingo, 25 de abril de 2010

A CONCIERTO SUBLIME, PUBLICIDAD SUBLIMINAL

Hasta las 20:00 horas de ayer, nunca había sabido apreciar los conciertos. Me aburrían y me parecían una pérdida de tiempo que podía utilizarse mejor en escuchar música por la radio simultáneamente con otra actividad productiva. El concierto de Cadena 100 de ayer, en el Palacio de los Deportes, me abrió los ojos, y por ellos entraron las canciones, cuyas notas no tenían bastante con mis oídos ni con los poros de mi piel, que también parecían permeables al placer de la música pop.

Lo que más me gustó fue la variedad de grupos y estilos, y su calidad, porque ya había estado en un concierto de Eros Ramazzoti en febrero que me aburrió por la monotonía de sus baladas. Pero lo que no podía esperar que me impresionara tanto fue la actuación inmejorable de los presentadores de la cadena, el Pulpo y Javi Nieves, con sus respectivas compañeras. La excitación hubiera ido a más para cualquier embajador vivo de la Escuela de Frankfurt en aquel coso, pues justo antes de comenzar el concierto, el Pulpo hizo una intervención publicitaria aparentemente simple pero muy directa y honda:

- A ver!!! A la de tres...!!! Yo digo Uh... vosotros respondéis Ahhhhh!!........... Allá voy, UH!!!
- AHHHHHhhhhhhh -dijeron los 15.000 asistentes del público.
- Sacatun que pen que sumun que tun [...] -cerró el Pulpo, granjeándose algunas risas y muchas imitaciones.

El más deseado de la noche fue con diferencia Alejandro Sanz, que se despidió entre noes de los asistentes; pero sin duda, el que más me gustó por su personajía fue Nacho Cano. Este mono con espalda y brazos de Robocop, pelo de Mc Guiver en sus años mozos y unos cojones que le llevaron a zambullirse entre el público, dijo que confiaba en no romper el piano esa noche, dada la fruición con la que tocaba, pero nada más terminar su actuación, un ánimo oscuro o las exigencias del guión quisieron que Cano empujara con sus manazas el instrumento, que cayó hacia delante sin que nadie lo esperara; el cantante, loquísimo como pocos, dio exiguas gracias y se fue corriendo a los bastidores como un hombre que acaba de dar un tirón de bolso a una viejecilla.

Calvo, en una maniobra que ponía la guinda a un marketing perfecto, repartió azafatas a las salidas de los vomitorios del Palacio de los Deportes para regalar ensaladillas de atún a los asistentes, y entonces Dios creó la almadraba perfecta, y un servidor quedó atrapado en las redes del capitalismo, mugiendo por llegar a una boca del metro como el pez desea escurrir el anzuelo y volver al agua.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cómo que los conciertos te parecen una pérdida de tiempo?? Si no hay nada mejor que ver tu artista o grupo favorito tocando y cantando en directo!!! Salu2