jueves, 26 de agosto de 2010

DE LAS HERAS

Hay un profesor en la Universidad Complutense muy temido, cuanto menos respetado. Se llama Agustín Martínez de las Heras, que hasta este año ha estado impartiendo la obligatoria ''Historia del Periodismo Español''. No es raro ver que el primer mes de clase todos los alumnos entren en el aula con resoplidos, bufidos y sudores de frente. Y él intuye por qué. ''No soy un ogro'', aclara ante el acojonamiento general.

Efectivamente, no lo es. Tomé buena nota, en octubre de 2009, de sus avisos y reflexiones. De las Heras es un hombre cultivado y puntual, y por su manera de vestir se dijera que quiere cargar con toda la intelectualidad derramada por el sumidero de la izquierda de la transición. Bien es verdad que, siendo una asignatura de Historia, sorprende que mientras hemos repasado la iniciativa de empresarios y periodistas legendarios como Nicolás Mª Urgoiti, Francisco Nipho o José Ortega, en todo el curso no hayamos dado nada de Juan Luis Cebrián, ni de Jesús de Polanco, dos de los personajes más influyentes en la España de las últimas décadas y que verdaderamente responden a la necesidad de conocer la Historia. Y sus bruscos cambios.

Este pequeño desliz de moviola en el programa es perdonable. Y es que se trata del primer profesor serio que he conocido en los cuatro años que llevo estudiando; el único interesante al que escuchar; el único importante del que aprender. El mejor conferenciante de Madrid, y probablemente su mejor conocedor. Hijo predilecto sin título de la ciudad. El último docente, se le podría subtitular en la enciclopedia María de Molina o Larousse, que es donde debería acabar tras su jubilación. Se me olvidaba otro defecto: es un iluso y ferviente defensor de la revolución cubana, que querría traer a España. Pero esto sí que es perdonable, porque según él mismo asegura, es Cubavisión lo que le desvela por las noches.

¡Ay, la jubilación! Ese paso tan añorado por tantos estudiantes para sus profesores. Se equivocan. Hincar codos habrá que hincarlos, por supuesto, pero el que escoja a este profesor no se arrepentirá. Es un libro andante, y casi huele a papel.

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