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Hergé era un maestro de la descripción. Más allá de ''Las aventuras de Tintín'', de que el perrito Milú hablara en algunos números y en otros sólo pensara, del tipo de misión o escenario, las historietas del gran dibujante belga encerraban un estereotipo de los personajes a los que trataba. En ''Tintín en el Congo'', por ejemplo, los negros tienen un perfil especial. Los labios, especialmente gruesos; los ojos juntos, gruesos y abiertos, con la mirada perdida; a todos les brillan los brazos, no sabemos si de sudor; y lo más interesante, algunos llevan zapatos, pero otros no.
Detalles por los que hoy este tipo de comics no recabaría en ningún caso la autorización del Ministerio, porque cualquier tontería se tomaría como discriminación.
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