viernes, 26 de noviembre de 2010

LOS ESTEREOTIPOS DE HERGÉ

Hoy día se prohiben muchas cosas que décadas atrás eran norma general. Pero esto no es un aumento del intervencionismo, como muchos piensan, un intervencionismo estatal o universal. Éste es el resultado de un repunte de la corrección política, que alcanza como nunca casi todos los rincones del planeta. ''¿Por qué los blancos estáis tan acomplejados al llamar a los negros negritos?'', me preguntó una vez un buen amigo de la República Democrática del Congo. No se nos ha prohibido sólo esbozar un tipo de imagen o mantener una clase de comportamiento con aquél que R. Kapuszinsky llamaba El Otro, sino que también nos llevamos las manos a la cabeza con tal siquiera llamarle por su nombre.

Hergé era un maestro de la descripción. Más allá de ''Las aventuras de Tintín'', de que el perrito Milú hablara en algunos números y en otros sólo pensara, del tipo de misión o escenario, las historietas del gran dibujante belga encerraban un estereotipo de los personajes a los que trataba. En ''Tintín en el Congo'', por ejemplo, los negros tienen un perfil especial. Los labios, especialmente gruesos; los ojos juntos, gruesos y abiertos, con la mirada perdida; a todos les brillan los brazos, no sabemos si de sudor; y lo más interesante, algunos llevan zapatos, pero otros no.

Detalles por los que hoy este tipo de comics no recabaría en ningún caso la autorización del Ministerio, porque cualquier tontería se tomaría como discriminación.

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