Para aprender italiano, cojo un número de la revista L'Espresso del verano de 2019 en la que un tal Maurizio Cattola manda una carta al director respondiendo a un artículo de Mario Ricciardi (Non sara il teatro a sconfingere la farsa). En este artículo, Ricciardi pedía a la izquierda italiana que no respondiera a la teatralidad de la derecha con teatralidad, sino que se centrara en propuestas y 'reformismo radical'.
A esto, con gran razón en mi opinión, Cattola contestaba que Ricciardi se equivocaba, y echaba mano del marketing para explicar que es un gran error oponer propuesta y narración, ya que estas dos se complementan y, es más, se necesitan. Para esclarecer esta opinión, Cattola daba el ejemplo de la venta de cualquier producto, en la que la calidad de tal producto es tan importante como 'el sucesivo marketing'. Es decir, a la teatralidad de Salvini había que responder con esas propuestas de las que hablaba Ricciardi, pero no necesariamente sin un poco de teatralidad, o, como diríamos en España, de postureo.
Cattola dio en el clavo con esta carta. Pero, además, confirmó una vez más mi teoría de que no en todos los países del mundo la izquierda o derecha tienen el mismo rol. En Italia, desde hace casi 30 años, el postureo y el circo político se reparten bastante bien entre todas las ideologías y partidos, pero muy especial y demostradamente entre la Forza Italia de Berlusconi y la derechista Liga de Matteo Salvini.
No es así en España, donde el show, política y mediáticamente hablando, está escorado a la izquierda (irónicamente la Telecinco de Mediaset-Berlusconi es una plataforma más de la izquierda de Jorge Javier Vazquez y demás autodeclarados bolcheviques). Comparto pues el diagnóstico de Cattola, dejando bien claro, como digo, que en cada país los buenos comunicadores no siempre abundan en una determinada ideología.
En este sentido, Isabel Díaz Ayuso es la mejor baza que tiene hoy la derecha. Sólo hay que ver la alegría y alborozo que causó al visitar Barcelona antes de las autonómicas catalanas; y de nuevo oímos su nombre ayer en boca de manifestantes que gritaban en Cantabria 'menos Revilla y más Ayuso'. El electorado de la derecha en España está desde hace años sediento de un buen comunicador, un líder que no esconda la cabeza bajo la arena, cual avestruz, sino que dé la batalla en las redes sociales y en los medios audiovisuales. Y esto lo saben hacer tanto Ayuso como el gran Toni Cantó. El hecho de que Ayuso haya intentado fichar -salga bien o no su entrada en la lista, el efecto de marketing está hecho- a Cantó, ya demuestra que la presidenta de Madrid no es sólo buena en marketing, no sólo en gestión de lo público, no sólo en el control de los tiempos, también en los golpes tácticos para crecer y hacerse querer.
Desde los 80, la derecha no ha tenido todavía un líder nacional con una carrera truncada antes de llegar a la presidencia del gobierno. El último fue Hernández Mancha. Mi apuesta es que el próximo será Pablo Casado. Qué vergüenza ajena el pasado fin de semana, cuando Casado, con voz quebrada y a 10 pasos delante de Ayuso, decía que las elecciones de Madrid eran un paso más para que él llegara a presidente. De repente, me dio por pensar que era el ambicioso Sánchez de la derecha. Qué peligro de gobernantes así, ansiosos por trepar cueste lo que cueste, sin contar con ningún otro tipo de activo en política.
Esperemos que Ayuso, con esta dominación sublime del duo acción-comunicación, conquiste ese liderazgo nacional del PP, quizá para las elecciones de 2023.
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