El articulista colombiano Hernán D. Caro, residente dede hace dos décadas en Alemania, escribió su artículo 'Unbequeme Verwandte' (familiares incómodos) en el Frankfurter Allgemeine Zeitung dos años después de la llegada del populista AMLO a la presidencia de México, un año después de la vuelta de la cleptócrata Kirchner a Argentina, algo más de un año antes del alunizaje del extremista Gabriel Boric en el palacio de la Moneda de Chile, dos años antes de la llegada del prochavista Pietro al gobierno de su patria, Colombia, dos años antes de la vuelta de Lula a Brasil y tan sólo seis meses antes de la toma del poder en Perú del golpista Pedro Castillo.
Pese a este claro rodillo de gobiernos extremistas y ruinosos en el ya azotado continente latinoamericano (con la única excepción quizá de Lula, al que 'sólo' cabe atribuir corrupción sistémica, pero al menos garantizando crecimiento y prosperidad a su pueblo), Caro afirmaba en diciembre de 2020 que sus familiares emigrantes y residentes en Estados Unidos con tendencia a apoyar a Trump (su tío padrino Gonzalo y el marido de su prima) basaban sus ideas en ''la experiencia de los regímenes como los de Cuba o Venezuela'', un miedo ''del que también se sirven populistas conservadores de derechas (sic) en Brasil o Colombia'', claramente refiriéndose a Iván Duque o a Bolsonaro.
Con el continente sudamericano actualmente más rojo que el culo de un mandril, haciendo honrosa excepción de Ecuador y Uruguay, sería interesante saber si Hernán D. Caro ha llegado a cambiar de opinión en este tiempo. Sigue tan sorprendido de que el 32% de los inmigrantes latinos de Estados Unidos apoyen a Trump? Le chocaría saber que ese porcentaje, posiblemente, podría haber subido? Tenemos derecho a avergonzarnos, aquellos que vivimos en el primer mundo, incluido el escritor Caro, cuando hay gente que se va al extranjero y adopta una forma de pensar que rompe con lo que abunda en su patria -desempleo, inseguridad, pobreza, suciedad, crimen, ataques a la prensa independiente, amenaza al régimen de derechos y libertades- y escasea, por fortuna, en su país de acogida?
Cierto es que Caro admite entonces en su artículo que el colectivo de los inmigrantes ha sido tratado mucho tiempo de manera ilusa, pensando que forman un bloque ideológico homogéneo, cuando no es para nada el caso. Hay inmigrantes que están contra el aborto y a favor de un Estado más débil en la economía, pues claro. Sin embargo, esta aparente objetividad se rompe cuando, justo después, asegura que aunque su familia no sea así, muchos de los seguidores de Trump ''siguen siendo idiotas, fascistas y racistas'', aunque su ''visión del mundo liberal'' le permite, dice, ''más que ninguna otra'' (ajam, cuéntame más) aguantar y superar ''el conflicto y la diferencia''.
Sin embargo, el hecho de que el autor, en el artículo, acusara al marido de su prima de ser un juerguista y alcohólico hace 10 años para apoyar ahora ideas evangélicas y valores conservadores como la familia tradicional, denota no sólo una traición al relato familiar, sino también una negación a concederle al prójimo la posibilidad de cambiar el rumbo en la vida -encima si es a mejor!
Esta actitud está en las antípodas de los valores progresistas que usted, señor Caro, se atribuye a sí mismo.
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