Una vez comenté a mi amigo mallorquín Carles B., germanófilo como yo, lo sorprendente que me parecía el anticatolicismo de los periódicos alemanes. Recuerdo que me explicó esa tendencia típica de los diarios germanos (son sobre todo los diarios, apenas lo notas en radio o televisión) como una revancha o ajuste de cuentas por la Guerra de los Treinta Años. Pese a haber pasado 400 años, confieso que el argumento me convenció. Después de todo, fue una guerra entre católicos y protestantes y, del tercio de la población europea que murió de hambre, enfermedad o directamente en combate, la peor parte se la llevó una Alemania dividida, hasta el día de hoy, en dos partes iguales entre católicos y protestantes.
Otra cuestión sería averiguar por qué los diarios suelen linchar a la iglesia católica y no a la protestante, si ésta también infligió un año considerable a una parte de la población alemana. Pero es fácil argüir que el protestantismo nació en Alemania y que la Reforma posibilitó entre otras cosas que la Biblia fuera traducida al alemán, favoreciendo por tanto su acceso a las capas populares de la población para adoptar inmediatamente después un cariz ilustrador, misión que también se adjudican los diarios germanos de hoy. Por ello, el protestantismo es considerado aún hoy como algo selbstverständlich (incuestionable) en la cultura alemana, así que meterse con él sería como si la prensa norcoreana se metiera con Kim Jong-un.
Ustedes leerán esto y pensarán, ''bueno, pero esto ya pasa en España con El País''. No, se equivocan. El País suele meter cizaña con la religión en general, dado su tradicional laicismo, pero si es en particular, entonces se ceba con la Iglesia a secas, que en España, además, es básicamente católica (el término católico significa 'universal'). No así la prensa alemana, que en sus artículos de opinión y en las noticias deja intacta a la iglesia anglicana o a la protestante (los alemanes la llaman Iglesia evangélica, no confundir con la secta de los evangelistas), respeta los fundamentos del Islam cuando trata asuntos de terrorismo islamista y apenas escribe sobre los supremacistas budistas de Birmania contra la minoría musulmana de los rohingya.
Para entender la obsesión de la prensa alemana con la iglesia católica, lo mejor es comprar el Frankfurter Allgemeine Zeitung los seis días de la semana que se imprime, pero como no todo el mundo tiene el nivel de alemán necesario para hacerlo, voy a ofrecer varios ejemplos del número 297 del FAZ del 21 de diciembre de 2020. Varios ejemplos porque, efectivamente, uno puede encontrarse alusiones a la Iglesia católica en varias ocasiones leyendo un mismo número.
En la página 6 de este número nos encontramos con un artículo de opinión del teólogo Daniel Deckers a toda página (hablamos de un periódico de formato sábana, por lo que es una página de A3) titulado ''Dieses Kreuz'' (esta cruz), con lo que ya el título, un juego de palabras que tiene sentido incluso en su traducción al español, nos avisa del doble sentido de la cruz cristiana y la cruz (obstáculo o penitencia) que la Iglesia católica representa en el mundo maravilloso que es Alemania, que sería mucho más magnífico si toda ella hubiera sido conquistada por la Reforma de Lutero.
En este artículo en cuestión se trata el supuesto conflicto entre el arzobispo 'aperturista' Julius Kardinal Döpfner y el Papa Pablo VI a finales de los sesenta, con motivo de la publicación de la Encíclica Humanae Vitae. En esta Encíclica, cuya redacción contó con la contribución del futuro Papa Juan Pablo II, como nos hace saber Deckers, se quiso confirmar básicamente la oposición de la Iglesia católica a los métodos anticonceptivos en el matrimonio. ''Se dañaría la dignidad humana si el sexo no tuviera como fin la reproducción, porque la mujer se convertiría en objeto'', resume Deckers la posición de la Iglesia, recordando que Wojtyla ya consideraba ''sagrado'' que el ser humano fuera sagrado desde el momento de su concepción en el vientre de la madre.
Deckers centra su crítica en la comunicación burocrática y decepcionante entre Döpfner y el Vaticano, que ignora las peticiones de reconsideración del arzobispo bávaro. Pero lo verdaderamente chocante del artículo de Deckers, que a todas luces se ensaña con el supuesto retraso ideológico o humano de la Iglesia católica de entonces, es cómo se cierra. Teniendo en cuenta que los párrafos de un artículo a toda página del FAZ suelen contar de media con unas 22 líneas, Deckers concluye con un párrafo de tan sólo dos líneas, aunque casi habría cabido en uno solo: ''Die katholische Kirche lehrt dies bis heute'' (la Iglesia católica propaga esto hasta hoy).
En la página 8 de este mismo número, el periodista Stefan Locke hablaba en un artículo titulado 'Die Folgen des Aderlasses' (Las consecuencias de la sangría) de la situación actual de los llamados 'nuevos' Länder, o sea los antiguos estados federados de la Alemania del Este, que desde la Reunificación han perdido un cuarto de su población, que en 1990 era de 16 millones. Las razones del ascenso fuerte del partido AfD (Alternativa para Alemania) serían esta emigración y, en concreto, el hecho de que los emigrantes fueran gente joven y, por tanto, progresista. Como el artículo se centraba en la extrema derecha, Locke no desaprovechó la ocasión de describir la tasa de natalidad de los nuevos Estados del este a principios de los años 90 como ''más baja que la del Vaticano''.
En la página 11 del mismo día, un artículo de Cultura a seis columnas y con el título 'Licht an für den Großinquisitor' (Enciendan las luces para el gran inquisidor), el periodista Simon Strauss reseña la obra de teatro 'Don Karlos', de Schiller, lanzada en streaming por el teatro Schauspiel de Colonia. Aquí el anticatolicismo se nota no tanto en el periódico como en la obra de teatro en sí (Don Karlos es una referencia al Rey español Carlos I, V de Alemania), aunque Strauss se ocupa muy bien de recordar el cierre de la escena entre el Rey Carlos y el gran inquisidor (católico, se entiende), una vez asesinado Posa: ''Quién sabe si no le habría sobrecogido a uno en sus oídos, sentado en una de esas sillas vacías, la frase fría del Rey dirigida al gran inquisidor: 'he hecho lo mío, ahora haga usted lo suyo'''.
Si hubiera coleccionado todos los artículos de periódico anticatólicos de mis 10 años en Alemania, podría haber publicado un libro con el grosor de El señor de los anillos.
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