Si los filtros para llegar a lo alto en la política alemana estuvieran tan corrompidos como en España, Verena Brunschweiger sería ministra de Familia como Irene Montero lo es de Igualdad (el ministerio de Familia existe en Alemania, a diferencia del de Igualdad).
Y quién es esta tal Brunschweiger? Se trata de la máxima representante del movimiento no-kid en Alemania. Hace algunos meses, una revista satírica francesa presentó a este movimiento antinatalista a la perfección con una caricatura muy oportuna: un hombre de unos 50 años montado en un SUV, tirando con un remolque cargado de un yate, televisor de muchas pulgadas, ropa, relojes, un coche, palos de golf, etc. De su remolque colgaba también el siguiente mensaje, a modo de bandera: ''no-kid, para salvar el planeta''.
Esta caricatura, dicho sea de paso, me abrió los ojos sobre este fenómeno. El movimiento antinatalista no es sólo algo normal ya en Europa, justificado sin problema por sus protagonistas. Es algo también involuntario. Es decir, hay gente que, sin ser necesariamente antinatalista, se ha acostumbrado a un estilo de vida que comenzaron en su etapa de estudiantes y que les resulta tan cómodo que, llegada una edad en la que la fertilidad pende de un hilo, se convencen con mayor facilidad de que ya no merece la pena siquiera intentar fundar una familia.
Brunschweiger escribió en 2021 un artículo en Die Zeit para atacar las políticas pronatalidad de los Estados, en particular el alemán. En junio de ese año, el gobierno alemán anunció una subida escalonada de la cuota del seguro de dependencia para aquellos contribuyentes sin hijos. El primer argumento de Brunschweiger contra la natalidad es más que sorprendente: el Estado castiga ''decisiones individuales''. Bienvenida al ideario liberal. Ah, que se me había olvidado decirlo: por supuesto, Brundschweiger es progre, woke y antiliberal. Y qué pasa con los que compran tabaco para, libremente, pasarlo bien y quemar sus pulmones? Que el Estado le sabla con un impuesto cercano a la mitad del valor de mercado del cigarrillo.
Pero el argumento fundamental de Brundschweiger es que los Estados de hoy no se preocupan por el problema real, que es la ''conservación del planeta'', sino por problemas secundarios, como la financiación del sistema de dependencia y las pensiones. Aquí se me ocurre una solución rápida, como las que gustan a los populistas como Brundschweiger y su marido metido a político querdenker: eliminar por decreto todas las pensiones a partir de mañana, y que ese dinero vaya destinado, por ejemplo, a la conservación, cuidado y -no sé, qué se puede hacer con tantos miles de millones de euros?- decoración de los bosques. El único problema es que, en pocos días, habría millones de jubilados en la calle, buscando comida en los jardines y huertos de matrimonios como los Brundschweiger, que en realidad habían pensado en su huerto para el autoconsumo. De una sola familia, claro.
La frase más cínica, sin duda, es la de que ''tener niños ha pasado de ser una decisión individual a una egoísta''. No acierta a desarrollar esta teoría, pero bueno, tampoco nadie ha preguntado en rueda de prensa a Isabel Rodríguez por qué considera a Aznar golpista, si solo ha propuesto que no se conceda la amnistía a un verdadero golpista.
Sin embargo, el argumento más interesante, por lo torticero que resulta, es aquel de que tener niños no garantiza un alivio al Estado por tener a cuidadores dentro de la familia, ya que ''una vez pregunté en una residencia de ancianos si alguien no tenía hijos, y nadie levantó la mano'', según relata Brunschweiger. Esto es tan absurdo como oponerse a enviar efectivos policiales a un estadio de fútbol porque una vez alguien preguntó a los espectadores que entraban a la grada si eran seres violentos en casa y nadie dijo que sí. Evidentemente, siempre habrá familias que, por contar con facilidades económicas, por trabajo, salud o por otras razones, prefieran que sus mayores estén en una residencia (mi madre se fue por su cuenta con poco más de 60 años). Pero también habrá un número considerable de ancianos, especialmente en familias de inmigrantes, que pueden quedarse en los hogares de sus hijos para ahorrar dinero y porque cuentan con esos cuidados familiares.
La gran duda que me queda es si Brunschweiger, de 43 años, cuenta con que haya robots que sustituyan a enfermeras de residencias de ancianos para cuando ella entre en la edad de jubilación, que en 2023 aun le da 22 años para reflexionar.
Cita Brunschweiger para terminar a un profesor de filosofía sudafricano llamado David Benatar que dijo que existe un deber moral de ''no reproducirse''. Pero tampoco nadie obliga a estas personas a comer y beber todos los días.
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