miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA IMPACIENCIA

De todos los resquemores humanos, la impaciencia es de los más molestos. Porque hay otros que pueden resultar dulces, como el malestar o la preocupación por una persona a la que quieres. Cuando dicha persona te pregunta, ''¿y por qué te has preocupado tanto?'', y le expones tus razones, esa persona cae a tus pies porque nos encanta que se preocupen por nosotros y, en definitiva, sentirnos especiales. Pero la impaciencia, de dulce nanai: es pura amargura.

Pensad en la sorpresa más reciente que hayáis preparado. Semanas para organizarla, días para planearla y horas para ponerla en marcha. ¿Y si todo sale mal? No sé... ¿y si en vez de encender la luz, mi pichoncito corre las cortinas antes que nada, porque, yo qué se, se le antoja la luz del día y me ve así en lencería roja? ¿Quién le cantará el cumpleaños feliz, pedazo de perdiz?



O pensad en ese trabajo inmenso, ese esfuerzo descomunal, todo para dar una grata sorpresa a tu jefe, a tu entrenador, a un cazaestrellas, y que te reconsidere para una próxima promoción. ¿Y si todo se estropea? ¿Y si se pone en marcha una de esas leyes recogidas en la Constitución de Murphy? Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y tu jefe acabará confiando en el más vago, el menos oportuno o simplemente el que peor te caiga.

Pues eso, la impaciencia es dura, pero el tiempo es oro. Hay que aprovechar el tiempo, y hacer las cosas continuamente bien porque así, aunque no nos demos cuenta, iremos recogiendo frutos, como en una huerta (la huerta de la felicidad), y antes de que se ejecute la sorpresa nos iremos encontrando el camino casi terminado, despejado sin apenas mover un músculo, porque todo el esfuerzo se ha hecho aprovechándonos del dolor de la impaciencia.

Dicen que una herida deja de doler si nos pellizcamos tan fuerte tan fuerte en otra parte del cuerpo que nos olvidamos de la herida.

No me importa que la gente mire sus relojes cuando estoy hablando pero es excesivo que además los sacudan para asegurarse de que andan (Norman Birkett)

2 comentarios:

Bayadère dijo...

Wua, qué filosófico te has puesto al volver de vacaciones... Pero si, tienes más razón que un santo. Todos hemos comprobado esa teoría que dice que cuando estás esperando la hora de salir de clase, cada vez que miras el reloj (con impaciencia) no han pasado mas que 5 minutos. Pero esto es tontería comparado con otras situaciones que comentas. Así que si, está claro que lo mejor es ir dejando todo bien atado, para que cuando llegue ese momento que tanto esperamos, aunque tarde... ZAS, no nos pille en bragas. O con lencería roja a la luz del día... jeje

Bayadère dijo...

Ah, me encanta cómo está quedando tu columna lateral, con tantas fotos... Qué envidia, menudo veranito que te has hechado a las espaldas!! Y encima, con el frío que ha empezado a soplar hoy por el norte, veo ahora esa foto con playa, palmeras... Ains, quién pudiera!!
Besos