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Por eso, a veces, jode tomar decisiones solo. Pero hay que hacerlo. Como Harrison Ford, que en El Fugitivo se saca una bala y se pone los ungüentos sin ayuda alguna. Escoger el camino correcto puede llevar a veces a un verdadero festín cerebral. Uno empieza a sopesar las ventajas y los inconvenientes de cada opción, y gane quien gane, siempre pierden las neuronas.
Ayer tomé una decisión difícil. Fue como cerrar una válvula que llevara abierta temporalmente tres meses. Antes también la había cerrado. En total, tres ajustes con la llave inglesa. ¿La definitiva? Todo dependerá de las malas hierbas, que tienen la ruin costumbre de crecer en el camino que ya hemos hecho al andar.
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