lunes, 8 de noviembre de 2010

PERSONAJES (I)

A los tres días de que nombraran ministra de Asuntos Exteriores a Trinidad Jiménez emprendí un viaje a Sudamérica que me llevó por Chile y Argentina, escala en Perú. Ya estoy de vuelta y llego a la conclusión, mirando por el retrovisor, de que estas tres semanas he pateado más mundo que Jiménez, que ahora está por Bolivia.

Y no sólo mundo. También he pateado, en el buen sentido del término, personas. He conocido a gente increíble, me han contado cosas sorprendentes y he descubierto zonas de conversación dignas de puro y copa. En un restaurante de Viña del Mar (Chile) con vistas al Océano Pacífico me tocó compartir mesa con una pareja de brasileños que viajaban en mi mismo autobús. El marido, con un perfecto español, me matizó para cortar el hielo que es una mentira aquello de que Dilma Roussef sea la primera gobernadora de Brasil, pues ya hubo una, la princesa Isabel. Entonces, me enteré de que Brasil había sido alguna vez un reino. Y lo más fuerte es que, después de un monólogo de 10 minutos, aburriendo ya a los mexicanos de enfrente, el comensal carioca se declaró monárquico (aunque él decía monarquista). La razón de su ideología para el modelo de Gobierno es la misma que aducimos en España: que la República sólo trajo el desastre.

Hubo más gente interesante. En un microbús que nos llevaba a Los Andes no éramos más de 20, pero dos galeses coincidieron con un palestino con el que habían compartido crucero una semana antes en el Caribe. Increíble. Yo que tardo 14 horas en avión de España a Chile, con una Sudamérica vasta como ella sola, y estas tres personas vuelven a toparse en su camino. Esto nos demuestra que nunca estamos exentos de nadie, en ningún sitio.

Uno de mis primeros días en Santiago de Chile mi padre y yo fuimos a comprar fruta a unos grandes almacenes. En el autobús que nos llevaba al comercio, un señor nos interpeló con sonrisa en boca. Era un chileno con pintas de europeo que decía ser descendiente de vascos. Nos contó que su padre había emigrado a Chile a principios del siglo XX, y quiso saber por qué mi padre estaba tan empecinado en quedarse ahí a vivir su jubilación. Cuando mi padre especificó sus razones, el criollo nos espetó: pero Rajoy tampoco lo va a hacer mejor, ¿no?

Me quedé atónito. Saben hasta del silencio personificado.

En Buenos Aires la impresión fue confusa. La gente es de otro palo, pero muy parecida a los españoles. Probablemente los que más españolizados están en Sudamérica, con el aliciente de que casi todos tienen aspecto ibérico. Quizá son algo más elegantes y mucho más serviles. Esperaba yo que la educación era überall, o sea partout, pero no fue así. Un domingo cogimos un tren a Tigre, y a la vuelta dos personas pusieron sus móviles con música y sin auriculares. Un viajero se quedó mirando a uno de estos gorilas maleducados, quien, enfadado, le devolvió la mirada: ''¿Qué miras?'' Izó el puño: ''¿A que te lo boto a la cara?''. Le dio un puñetazo en la cara, pero no sangró, a diferencia de las películas americanas.

2 comentarios:

ChusdB dijo...

Eso son relaciones internacionales y lo demás son "cuentis"! Bueno y divertido,Falete!

Mercedes Pajarón dijo...

Falete, que no paras! Que ya coges el avión como si fuera el metro!! Pues aprovecha y sigue así!

Besos!