Estoy arrastrando de mala manera la lectura de La Catedral del Mar y me da vergüenza decirlo, porque es un bestseller y sé que le gustó a mucha gente, aunque precisamente por eso mismo deba decirlo: me parece un bodrio; y me da vergüenza admitir que, en mi fiebre por adquirir libros de segunda mano a buen precio, compré la continuación, Los herederos de la Tierra, sin haberme acabado el primero.
Yo hace bastantes años, tendría entonces 15 o 16 años, era un enamorado de la novela histórica. El primer libro que me encandiló de verdad fue El médico, de Noah Gordon, pero ni siquiera entonces pude acabarlo. Me faltaba aun dar con los profesores de carrera y con aquel artículo de Pedro J. Ramírez que mi padre me enseñó en su oficina para interesarme de verdad por la lectura. Para cuando esta inculcación por leer tuvo su efecto, casi solo me interesaban los libros de ensayo o las novelas realistas.
Porque ése es el problema de las novelas históricas: que no son realistas. Hay personajes muy buenos (el judío) y personajes muy malos (Torquemada, en El Médico). En La Catedral del Mar pasa lo mismo, solo que es peor, porque hay mucha menos aventura y suspense que en El Médico.
Curiosamente, no descubrí la novela realista con uno de los nuestros, Galdós (aunque hace pocos meses me terminé su primer episodio, Trafalgar), sino con el estadounidense Tom Wolfe. Fue con su novela Soy Charlotte Simmons, estando yo en segundo o tercero de carrera, que es la época perfecta para leer este tocho. No se considera a Wolfe en los círculos literarios como un escritor realista, sino como un modelo del New Journalism, cuya traducción al español bien podría acercarse al realismo. Este estilo de escritura permite crear una novela hecha no por un novelista, sino al estilo de un columnista. Por ello, Soy Charlotte Simmons, obra en la que todos los personajes, incluida la protagonista que da nombre al libro, muestran constantemente sus vicios y defectos, es para mí una vacuna antibestellers. Fue leer el libro de Wolfe y ya no hay apenas novelas que me interesen. Lo siento mucho, Falcones.
Hay pocas excepciones, como los libros de John Grisham. Ello se debe sin duda a que en las novelas policíacas y de suspense siempre hay algo de realismo, y los protagonistas de Grisham también se impregnan a menudo de imperfecciones y vicios. Reflejan muy bien la miseria y preocupación cotidianas del lector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario