domingo, 10 de febrero de 2008

HOY, OTRA PERSONA

Hoy he sido otro, una persona más con gustos e ideales diferentes a los que me caracterizan normalmente. No es chaqueterismo, es periodismo de investigación si se prefiere. Y me ha dado una jornada que me ha dejado bien saciado culturalmente.

Por la mañana, escuchando los 40 principales en el coche -haciendo zapping, claro que hay otras cadenas mejores- vi el que probablemente era el último anuncio del mítin del PSOE en Vistalegre, a las 10 de la mañana, para una hora más tarde. Decidí correr y darme prisa. Tenía que pasar por casa para recoger mi bandera de España, y una vez recogida, tenía que pensar de alguna estaca que la sostuviera. En efecto, quería probar que pasaría si fuera con una bandera de mi país a un mítin socialista. Después de varias vueltas a la M-30 me encontré en Carabanchel con un palacio gigantesco en medio de las callejuelas más castizas. Llegué a la entrada del parking de Hipercor Vistalegre, donde posaban hablando 3 policías nacionales a los que pregunté si se podía aparcar. Me dijeron que estaba cerrado, pero yo especifiqué que mi visita era al mítin del PSOE, y no al Hipercor. Me dijo que sí, pero que apagara el motor. Una vez apagado, dos de los policías se apartaron y mi interlocutor cogió un espejo para mirarme los bajos del coche. Después me pidió que abriera el maletero, cuando lo único que encontró fue la alfombra que no pude devolver en IKEA.

Cuando salí del aparcamiento me encontré casi en la puerta del Palacio, donde ya la gente se apelotonaba sin saber que la bandera que yo tenía recogida era de España, la rojigualda. Nada más entrar pude observar un vestíbulo cercado por cientos de partidarios socialistas flanqueados por dos grandes pantallas de televisión donde los que más tardaron en llegar podían seguir en directo las intervenciones de los portavoces socialistas.

EL SUCIO EUROPEO

Entre la muchedumbre me acerqué a un señor de barba y pelo desaliñados, que a expensas de las palabras de De la Vogue, él respondía con uno u otro gaznido. Decidí colocarme a su lado, agitando la bandera bien en alto, junto con la que él azuzaba, la europea. En un momento de gloria de De la Vega, que provocaba gritos de júbilo de la muchedumbre y la ventilación del acalorado recibidor por nuestras banderas, el sucio se ofreció a darme la mano, a la que respondí chocándosela. Subí las escaleras para asistir al acto que esperaba guardar todavía algunos asientos, demasiado iluso habiendo llegado 1 hora tarde.

LAS MIRADAS CLAVADAS

No sólo en el recibidor; también por los pasillos y entradas a la grada del Palacio la gente se quedaba literalmente estupefacta al ver la bandera de España. Clavaban en su mayoría aquella mirada que busca un feedback que explique el porqué de algo tan raro. Yo contesté en numerosas ocasiones ondeando la bandera en dirección paralela al suelo.

EN LOS VOMITORIOS

Gracias a la estructura del edificio, pude acceder a todas las puertas -totalmente taponadas por los asistentes retardados- para intercambiar opiniones con los seguidores socialistas. En la primera puerta, pedí sin éxito que me dejaran acceder a la grada, que ya estaba llena desde hacía una hora. Ni puto caso, permanecieron allí quietos, esperando tal vez la llegada del presidente del Gobierno. En este primer vomitorio, algo vomitivo: el insulto y zarandeo de un hombre a una mujer de unos 80 años, llamándola ''hija puta'' por el pecado mortal de 'colársele'. No pude más, estallé. Ya me daba igual su cuarentona reacción, me encontraba en un mítin socialista con una bandera española y cantando el ''presidente, presidente'' -no llegué al Zapatero presidente por convicción personal de que traicionaría a las víctimas protagonistas de las muchas concentraciones en Sevilla a las que acudí- acompañado de mi bandera cosmopolita y siempre española. Se me abultó la vena del cuello, le grité con todas mis ansias de acallar en un radio cercano los vociferios de don Manuel Chaves para que mis chillidos llegaran al alma del incívico, y este me oyó, contestándome: ''esque oiga, esta señora ha llegado después''. Seguí creciéndome y le repliqué: ''no parecemos socialistas, esto es de todos, no es tuyo, vale? ESTO ES DE TODOS''
Una mujer intentó zanjar el tema tocándome el hombro y agradeciendome la intervención, diciendo que ya tenía controlado al sujeto y protegida a la anciana.
Arriba del vomitorio, donde en un campo de fútbol colgarían la típica pancarta reivindicativa, un hombre daba golpes al palo de la fregona que yo había cogido para ondear la bandera, y me gritaba que la apartara. Yo seguí, pero él insistió, y es cuando decidí cambiar de entrada.
En otra de las entradas, una mujer reía con sus hijas al verme con una bandera totalmente invisible en otros muchos mítines socialistas. Al asomarme sólo podía ver una bandera repulicana colgando de uno de los barrotes protectores de la audiencia. Otro señor se quejaba de que al yo ondear la bandera, le daba con la tela. Otra mujer más mayor se reía pidiéndome que la agitara con más fuerza para terminar con ese calor sofocante -en algo coincidíamos verdaderamente los allí presentes- y por último, tuve que explicar a una ecuatoriana -muchísimos inmigrantes en Vistalegre- que el palo era de una fregona, pues no tenía otra cosa en casa.

DE VUELTA AL RECIBIDOR

De vuelta al recibidor, y todavía con la intervención de Manuel Chaves, empecé a ondear la bandera con más fuerza que nunca, desde la izquierda del palco, en el medio y a la derecha. Fue en el medio donde una mujer me hacía muecas, a lo que me acerqué preguntando que qué decía, y ella respondió: ''hay que traer la tricolor''. En ese momento, negué rotundamente, y grité, como comentando un bonito gol en un campo de fútbol: ''señora, ¡yo soy socialista y monárquico!'' Una vez en casa, hoy, me arrepentí de no haberle dicho que el PSOE nunca había sido republicano, y que hacía falta leer un poco de historia, pero no se me ocurrió en el momento. Ella puso la cara que pone un conductor de autobús de TUSSAM cuando se le pregunta sobre qué hora llegaría el autobús al centro. Nada que ver con los funcionarios de Madrid. En fin, que su marido, o lo que parecía ser su acompañante, tenía probablemente la cabeza más liberal de todas las allá presentes: ''hay que ser de lo que uno quiera''. Una mujer joven se dio la vuelta riendose y le dije que el que oraba en aquél instante era mi paisano, y que además me apedillaba González, como el ex-presidente también presente en el mítin. Ella, alegre, me dijo que también ella era andaluza, de Córdoba, con lo que dije un ''qué bien'' para acabar de llamar la atención allí. Pero cuando me disponía a marcharme -a la 1 tenía que estar en casa- oí que Chaves hablaba de la unidad de España, con lo que decidí colocarme a la derecha del vestíbulo, arriba, impresionado con todas las cabezas giradas como ovejas mirándo la velocidad con la que yo movía la bandera rojigualda. Con eso me despedí, hasta la próxima vez, en la que espero estar más cerca todavía del presidente, con un asiento a ser posible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Manuel Chaves no sabe Amar.

llsrsj