COMO UNA BOTELLA DE LECHE

Lo cierto es que llevo toda la mañana buscando la Historia del Pico del Loro (¿fue una iglesia, una catedral, una fortaleza?) y no he encontrado más que aventuras de amigos y colegas que han pasado en esta maravillosa playa de Mazagón fiestas y parrandas.

No hay nada como aprovechar un día en un sitio al que se venía inconscientemente de chico, arrastrado por tu madre, como descansito a los días en la capital interior.

Pese a que se habían derrumbado las paredes, yo me sentía protegido por las ruinas. Lo único traicionero que los vestigios de este edificio antiguo conservaban era la verdina que las olas habían dejado a lo largo de todos estos años, siglos, cuando tantas cosas han pasado y tanta gente se ha fotografiado junto al monumento.

Hoy se acaban los JJOO de Pekín, pero no la guerra. Las batallas en Osetia, Irak y Afganistán continúan, pese a que ya durante Turín 2006 me había creído a pies juntillas que el mundo paraliza sus actividades bélicas durante competiciones internacionales. Lo bonito es que el patrimonio, pese al curso de la Historia cruel, siga en pie, sobre una alfombra de arena.

Fue bonito bajar el 'rompeculos' y recordar ese momento de la monedita al vigilante del peto amarillo (¿cuántos coches aparcan al día para tener ese Peugeot nuevecito?), una monedita que ya es de un euro, y no de cien pesetas. Ya no hay advertencias de mi madre, -''cuidado que aquí se mató una niña en el 93''-, ya sólo sopla el viento para darme consejos.

La brisa del silencio es mi única guía, y yo hago un alto en el Pico del Loro.