lunes, 2 de noviembre de 2009

36 HORAS SIN DORMIR

Por primera vez en mi vida he permanecido toda la noche en vela sin caer en la tentación, al día siguiente, de echar una cabezadita hasta la tarde. Ayer me levanté a las 8 de la mañana para ir a trabajar, salí a las 9 de la noche y empalmamos -despedida mediante, que ya me voy de la tele- con la discoteca Doblón. Llegué a mi casa a las 4:30 de la mañana, y entre esa hora y las 6:30 estuve leyendo y desayunando, al tiempo que contemplaba por el ventanal de mi cuarto el cada vez mayor concurrir de los currantes, y a la vez que reflexionaba los momentos más notables del día. Poco después he salido disparado hacia mi nuevo trabajo.

¿La sensación? Es mala, malísima. Ahora tengo que hacer dos trabajos y entonces cogeré la cama, para volver a levantarme mañana a las 7. No os la recomiendo, pero cierto es que uno lo pasa chachi delante del ordenador, por la mañana, disimulando un cierre de ojos totalmente involuntario (la muerte debe ser una experiencia parecida, porque te vas del mundo sin darte cuenta).

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