miércoles, 4 de agosto de 2010

LA DESVALORIZACIÓN DE LA SONRISA

Creo que la sonrisa es como la sal. Que nunca le falte sal a tu vida. Pero tampoco te pases, que luego llegan los infartos. Ayer la patata casi me da un vuelco y no precisamente de alegría, sino de repudio. Una profesora nos daba la bienvenida a los cursos de verano de Bamberg, y no dejó de sonreir en toda la hora que duró su discurso. A priori puede parecer que es algo bueno, que tiene mérito mantener una mueca agradable en el oficio, pero hay que pensarlo otra vez: ¿En serio está bien poner cara de muñeca durante una hora? Ya digo que casi sufro un paro cardíaco de lo nervioso que me ponía verla sonreír (y, lo que es peor, a veces reír) con cada palabra que decía.
Sí, era molesto. Y además, la mujer en cuestión estaba atentando contra el valor de la sonrisa. La cotización de unos labios estirados estaba por los suelos en el parqué madrileño, en Frankfurt y en Tokyo a las 14:00 horas ayer. Precisamente la sonrisa está para mostrarse de manera natural y espontánea, siempre con un motivo concreto (cruce en un camino, intercambio de dinero, indicaciones para ir a un lugar...). No al abuso de sal, no al abuso de la sonrisa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

de acuerdo totalmente, F...¿y qué me dices de los que reprenden con una sonrisa!

Falete dijo...

Es que esa ya es otra categoría, X, llamémosles especuladores...

Mercedes Pajarón dijo...

Cualquier expresión forzada (incluso una sonrisa, o mejor dicho, sobre todo una sonrisa) pierde todo su valor.

Besos con sonrisa espontánea!

PD.-Yo mantuve una vez un duelo de sonrisas artificiales para ver quién aguantaba más, jajajajajaj!