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domingo, 5 de junio de 2011

HAMBRE EN LA PALMOSA

Hoy he vuelto a Alemania, tras mi último viaje en avión a España durante mi Erasmus. El próximo será en coche para dejar atrás Bamberg, regresar a Madrid y despachar la carrera. Sólo ahora, cuando vuelvo a alejarme de mi familia y mi gran compañera de los días es la radio, valoro la felicidad del primer y efímero día en mi país: ese primer contacto tras varios meses con mi padre y mi madre, esos planes y cosas que hacer y pensar en el entorno y en los aires de mi infancia.

Pero también valoro lo que sólo un friki como yo podía detenerse a apreciar: una pausa, un paréntesis de los que no se ven durante mi ya inequívoca permanencia en el extranjero. Me refiero a una simple parada en carretera. Como digo, puede que sea un rarito en este aspecto, pero para mí no hay mejor manera de vivir España y comprenderla que en un bar de carretera.

Esa primera noche, después de recogerme en el aeropuerto, mi padre decidió que parásemos en La Palmosa, un restaurante-hotel que cae casi por accidente en un polígono industrial cerca de Alcalá de los Gazules, provincia de Cádiz. Lo primero que vimos en la puerta fueron dos coches de la policía. Uno de la Guardia Civil y otro de la Policía Local, dos parejas de agentes con un hambre que no entiende de uniformes y que a mí, a esas horas de la noche, también me había conquistado. Al aparcar el coche dimos un descanso a Onda Cero y Carlos Alsina, y por todo sonido sólo me quedaban los grillos de alrededor, que hacían las veces de alguaciles de la venta, bajo un manto de estrellas que, lo sabía yo bien, no me iba a esperar despierto para cuando llegara a Sevilla.

Entramos en la pensión y los pantalones y chamarretas verdes de la benemérita, apoyada en la barra, se mezclaron con el tintineo de la típica tragaperras que no falta en ningún lugar de papeo del país, formando esta simbiosis de sensaciones un cóctel interesante con nombre español, tirando a cañí. Tal sugerencia no evitó que pidiera una coca cola para acompañar los churrascos y la carrillada en los que había puesto sus ojos mi padre. Mis ojos, por su parte, necesitaban ver algo diferente a lo que habían estado viendo las semanas anteriores, y por ello escanearon el lugar. Detrás de mí, si se tiene en cuenta que yo ya me apoyaba en la barra, junto a la entrada, un mapa bastante grande de las autonomías de España, presentado como un mapa del tiempo cuya única sintonía seguía siendo la de la máquina tragaperras. A mi izquierda la tele sintonizaba Canal Sur, dando un programa especial con los Morancos, Jesulín de Ubrique, su hermana y Ortega Cano, este último llevándonos a inferir que estaba grabado, dado su accidente de coche reciente. A mi derecha, los dos guardias civiles, jóvenes y robustos, comían sin respirar junto a los municipales, más arrugados, canosos y enjutos. Un borracho gracioso pedía que su cerveza fuera con alcohol, y se preguntaba, sin abandonar la guasa ni azorarse ante la policía, en qué cabeza entraba lo de beber una cerveza sin alcohol.

Comer con hambre es uno de esos placeres que te regala el día. Observar con hambre, esa hambre de conocer y de comer, es una de las inedulibles llaves del saber.

lunes, 16 de mayo de 2011

ROBAR POR ROBAR

Hace algunas semanas ocurre algo en mi residencia de Bamberg que nunca esperé de Alemania. Durante la madrugada, un personaje viene al aparcamiento de las bicicletas y se pone a robar indiscriminadamente las válvulas de las ruedas. Una noche le toca a Fulano descubrir la cámara desinflada, otra noche a Mengano. Y el otro día fui yo el pardillo. Aunque tampoco hace falta ser un pardillo, porque si tenemos 20 bicis y viene cada noche desde hace dos semanas, la probabilidad de que todos pasen por la desagradable experiencia es muy alta.

El Hausmeister (conserje) ha tomado medidas. Empezó con una muy anglosajona, la de colocar un simple cartel en la pared (no teníamos aún cancela para el recinto) donde pusiera ''no debes robar''. De nada sirvió este método tan consuetudinario. Desde ayer por la mañana, ese cartel sigue colgado en una nueva puerta de seguridad para acceder al parking de bicicletas. El problema es que se trata ya del tercer cartelito, porque al ladrón también le pone robar el papel. El Hausmeister se está empezando a tomar el asunto muy seriamente, y se devana los sesos también por sus residentes, que, acostumbrados como están los alemanes a la confianza, no cierran la cancelita con llave, y claro, el intruso accede como Peter in seinem Haus. Creo que soy de los pocos obsesionados con bloquear la cancela. Con razón me dijeron el otro día que parecía sueco en vez de español, poniendo la luz de la bici ya a las siete de la tarde, por la leve oscuridad del frondoso Hainpark.

Y mientras nuestro Hausmeister está en lo suyo, nosotros hemos pasado de divagar sobre quién podría ser el invasor a proponer los motivos que le llevan a cometer sus fechorías. Cleptomanía, venganza, envidia... Yo ahora mismo, que son las 0:46 de la madrugada y aspiro a pillarlo in fraganti, acabo de pensar en una nueva modalidad de deporte de riesgo. El posmodernismo tiene esas cosas: es capaz de inventar incluso nuevas maneras de combatir el estrés, y que nadie diga que robar por robar no aporta una buena dosis de adrenalina en las frías noches primaverales de Alemania.

lunes, 10 de enero de 2011

YO ECHÉ UNA MONEDA A UN VENDEDOR DE HUMO

¿Qué nos inculcan nuestros padres, desde pequeños, para no dar dinero a los que lo piden por la calle? ''Que eso es para droga, niño''. He seguido esa directriz a rajatabla hasta recién cumplidos los 23 años, cuando, en una noche fría bamberguiana, el grupo de francófilos con el que me encontraba se vio sorprendido por un hombre rellenito y trajeado, con un gabán negro y bufanda colorida. Parecía un director de orquesta. O un doctor loco, a juzgar por la vehemencia con la que movía la cabeza al hablar. Estaba fumando un pitillo y, al vernos hablar en francés, nos pidió fuego en la lengua de Voltaire. Tenía un manejo impresionante de esta lengua, así como del inglés. Para más Inri, la magia era su oficio.

Esa noche di por primera vez en mi vida dos euros a alguien en la calle. Se los merecía. Por su espontaneidad al presentarse ante nosotros pidiendo fuego cuando en realidad lo que quería era desplegar sus trucos de magia; por ponerme una pelota de goma en la mano y que con un toque de barita (en realidad era mi propio boli, que le dejé) me aparecieran de repente dos; por hablar tres lenguas perfectamente; por la educación, en resumen, y su destreza para entretenernos en un pueblo en el que lo máximo a lo que podíamos aspirar era un Glühwein a temperatura bajo cero.

Resulta que este mago es un espíritu que vaga por las calles de Bamberg buscando audiencia.

martes, 23 de noviembre de 2010

PACIENCIA

Al principio, exponencial. Después, en una línea quebrada que apenas asciende.

lunes, 30 de agosto de 2010

LLUVIA ÁCIDA

En Alemania todo es puro: la gente, el aire, el agua. Pero cuando llueve, da igual que las gotas estén limpias, pues no dejan de tener un cierto toque ácido. Pensaba yo que éste era un país sin defectos, mas algo tarde me he dado cuenta de su gran inconveniente, las inclemencias e inmisericordias del tiempo. También he acabado por entender la gran emigración a Mallorca.

Hoy es 30 de agosto. Me he levantado temprano y me he asomado a la ventana. El cielo, totalmente encapotado; y una lluvia fina pero rápida atraviesa la atmósfera. Una mujer con un paraguas rojo camina muy lentamente por el parque. Todavía no sé si su parsimonia se debe más al viento o a la depresión, pero yo, en cierto modo, y bajo techo, estoy empezando a sentir una especie de artrosis, o una gran pereza de salir a la calle.

En realidad llevamos todo el mes de agosto igual, con cinco días de llovizna por cada tarde soleada. Y una tarde soleada, aún así, se puede transformar en una noche aguada. La previsión del tiempo para el día siguiente es tan inútil como el vaticinio de nuestros éxitos y fracasos para ese mismo día.

domingo, 22 de agosto de 2010

TRUCOS PARA AVANZAR EN EL ALEMÁN

Llevo un mes y medio en Alemania y más o menos ya me defiendo en alemán con la gente. No tengo ningún problema para hablar la lengua con extranjeros, porque su nivel es parecido al mío. Otra cosa son los alemanes oriundos, que me ponen más obstáculos para entender. Pero aún así, hay gente de aquí muy maja que me dice que está sorprendida por lo bien que me desenvuelvo en alemán. Y eso me motiva, aunque sin olvidarme por supuesto que aún no soy nadie, que me queda un año más para mejorar. Y hete aquí unos trucos para aprender alemán a velocidad vertiginosa -lo digo porque ni yo hubiera imaginado en junio hablando alemán sin problemas en agosto.

- Sintonizar la radio a todas horas, cuando se esté en casa. No tienen que ser las noticias o programas de tertulia, porque acaban martilleándote la cabeza. Una buena elección es una cadena de música, porque cada media hora hay noticias de tres minutos y la música ayuda a digerir lo que oyes.
- Configurar tu cuenta de Facebook con la selección del idioma alemán.
- Hablar en alemán, aunque aún tu nivel sea paupérrimo, allá donde vayas: banco, supermercado, oficina de la universidad, papelería... Si hace falta, los primeros días asientes con la cabeza incluso aunque no entiendas, porque lo importante al principio es pillar las palabras que sí conozcas.
- Llevar un diccionario de bolsillo a mano, siempre, hasta en la ducha.
- Apuntarse a todo lo que pueda ofrecer la oportunidad de hablar en alemán.
- No juntarse con españoles.
- Leer periódicos en alemán, subrayando todas las configuraciones de verbos y el vocabulario desconocido.

martes, 10 de agosto de 2010

MADRID SE HUNDÍA...

Las diferencias entre España y el resto del continente europeo son tan grandes que a veces, para mí, los Pirineos son como una especie de presa hidráulica que aguanta a duras penas por su cara norte todo un mar de civilización, unos flujos diferentes de agua más oxigenada, riachuelos de felicidad raramente quebrantada.

El piso en el que vivo en Bamberg se me antoja utópico en Madrid. Miento. Debe haberlo, pero detrás de él, una cola paralela a la del INEM. Eso es España, coño. Y ahora, pensando (para variar), me he acordado de los tres últimos meses en la capital de mi país. Desastre total. Pagando lo mismo que pago ahora, tenía una habitación y compartía un cuarto de baño con ocho personas. Casi no tenía intimidad, y en los lúgubres desvelos de los viernes noche, el calor siempre iba de la mano del llanto del niño de la casa, dos elementos que me hundían más en la tristeza, la melancolía y la duda: ¿qué he hecho mal? ¿por dónde debería haber empezado?

Ahora me convenzo, cada día más, de que aunque no soy un corredor muy destacado, la pista de atletismo en España tiene muchos baches, y nadie se ocupa de ellos. Me encanta Alemania.

miércoles, 4 de agosto de 2010

LA DESVALORIZACIÓN DE LA SONRISA

Creo que la sonrisa es como la sal. Que nunca le falte sal a tu vida. Pero tampoco te pases, que luego llegan los infartos. Ayer la patata casi me da un vuelco y no precisamente de alegría, sino de repudio. Una profesora nos daba la bienvenida a los cursos de verano de Bamberg, y no dejó de sonreir en toda la hora que duró su discurso. A priori puede parecer que es algo bueno, que tiene mérito mantener una mueca agradable en el oficio, pero hay que pensarlo otra vez: ¿En serio está bien poner cara de muñeca durante una hora? Ya digo que casi sufro un paro cardíaco de lo nervioso que me ponía verla sonreír (y, lo que es peor, a veces reír) con cada palabra que decía.
Sí, era molesto. Y además, la mujer en cuestión estaba atentando contra el valor de la sonrisa. La cotización de unos labios estirados estaba por los suelos en el parqué madrileño, en Frankfurt y en Tokyo a las 14:00 horas ayer. Precisamente la sonrisa está para mostrarse de manera natural y espontánea, siempre con un motivo concreto (cruce en un camino, intercambio de dinero, indicaciones para ir a un lugar...). No al abuso de sal, no al abuso de la sonrisa.

sábado, 31 de julio de 2010

MEIN NEUE MANNSCHAFT

Nunca había jugado en un equipo de fútbol 11. Apenas había entrado antes en un terreno de juego con las dimensiones de una hectárea. Tan sólo cuando visité el Santiago Bernabeu en febrero de 2004 pude comprobar cómo se sentía uno al pisar un tapete de césped real preparado ex profeso para disputarse un balón.

Ayer me aceptaron en el equipo Wacker Bamberg. No pregunté por el primer cuadro. Fui directamente al segundo. Asistí a un partido de pretemporada que servía como preparatorio para mis compañeros, en su mayoría gente a la que le falta forma física, pese a tratarse de un equipo profesional ocho divisiones por debajo de la Bundesliga.

Me ofrecieron unas botas de tacos (nunca me había puesto unas) y, sorprendentemente, me sentí tremendamente cómodo. De hecho, en el descanso del partido hice algunos tiros desde fuera del área y desconcerté a mi portero con un par de balones al palo. Empecé a preguntarme... todo muy bonito desde el burladero, pero, cuando lleguen los partidos de liga, ¿cómo rendiré? Me alivió pensar que los alemanes, tan ordenados y virtuosos, no esperarían mis fintas, y que los amagos deberían ser muy fáciles de hacer.

Otra cosa que me comió la cabeza es el hecho de que casi todos hablaran inglés en mi equipo. Una de las razones por las que me he unido al equipo es el idioma: es lo mejor para aprender bien alemán, entre protestas al árbitro y del entrenador. Pero si todos me hablan en inglés, significa que voy a practicarlo bien poquito.

La semana que viene empieza la liga. Por lo pronto, ya tienen un fichaje de verano con muchas ganas de construir 'joga bonito'.

sábado, 24 de julio de 2010

MARK TWAIN, DE LA LIBERTAD A LA SOLEDAD

La primera noche que pasé en Bamberg fue en un hotel. El desayuno se daba en un comedor con cinco o seis mesas encerradas entre cuatro paredes ocre, en una de las cuales rezaba en alemán esta máxima del escritor Mark Twain: ''Dale a cada día la oportunidad de convertirse en el mejor de tu vida''.
De todos los aforismos que he leído hasta ahora, nunca uno me había gustado tanto. Y sin embargo, nunca lo había visto hasta esa mañana en el comedor del hotel. Ninguna página web recopiladora de pensamientos, proverbios o consejos me la había enseñado antes. Hasta ahora, había permanecido oculta, como ocultos acaban siempre los grandes triunfadores y portadores de la razón.

La libertad, según he aprendido hace poco, consiste en nadar a contracorriente. Tanto Aldous Huxley en su Un mundo feliz como Tom Wolfe en su Soy Charlotte Simmons lo dejan claro en su mensaje. Pero nadar excesivamente a contracorriente acaba alejándote de las ideas y gustos mayoritarios, lo cual, a medio-largo plazo, acaba siendo dañino. De la libertad pasas rápidamente a la soledad. Aún así, creo que es posible enderezar el rumbo y ser especial sin necesidad de ser raro. Tener tu puntito de originalidad sin que la sociedad en masa te aisle y margine. Lo creo, de verdad.

lunes, 19 de julio de 2010

DIFERENCIAS ESPANYA-ALEMANIA (II)

LO QUE ME GUSTA DE ALEMANIA

Como muchos paises de Europa, Alemania cuenta con unos semaforos en los que no solo se les enciende el ambar para preceder al rojo, sino tambien al verde. Esto es, que si uno se encuentra pacientemente parado en un cruce, no necesita estar con el cuello torcido y el embrague metido para salir pitando en cuanto el rojo cambie bruscamente al verde (asi no molesta a los que estan detras, que siempre llevan mas prisa). El ambar es el color de la relajacion.


LO QUE NO ME GUSTA DE ALEMANIA

La obsesion por el recliclaje. Admito que incluso yo he pecado a veces de preocupacion por la separacion de los desechos, por poner el plastico con el plastico y el vidrio con el vidrio. Pero en este pais la paranoia roza el apocalipsis cuando el observador ve como los clientes salen de Lidl u otro supermercado con piramides de productos en su regazo, a veces con la ayuda de cajas de zapatos, de frutas, etc... Las bolsas cuestan 10 centimos y los clientes saben que no pueden permitirse ese plus cada vez que van al super; pero no se dan cuenta de que, antanyo, cuando las bolsas se daban como caramelos, tambien costaban dinero, esta vez aplicado al precio total de la cesta de la compra...

Esto me lleva tambien a rechazar otro mecanismo que es casi chantajista: el famoso `pfand`, como aqui se llama al extra que uno paga cuando compra una botella (+20% mas o menos) de agua o cualquier otra cosa, un extra que en teoria es reembolsable en las maquinas recicladoras de botellas, aquellas que uno solo encuentra en el fondo de un supermercado con filas de decenas de personas, muchas de ellas vagabundas, a la espera de utilizarlas. Da vergüenza ajena ver a las amas de casa con bolsas de plastico que las superan en altura repletas de botellas de todo el mes.

domingo, 18 de julio de 2010

DIFERENCIAS ESPANYA-ALEMANIA (I)

LO QUE ME GUSTA DE ALEMANIA

Cuando llegas a la cola de un banco, si esta es exagerada, de repente salen dos o tres empleados del fondo de la sucursal para atender a los clientes, siempre de pie. Tan solo salen armados con una sonrisa redentora y la cola desaparece como por arte de magia. En Espanya, en cambio, si hay tres ventanillas en Cajamadrid, Santander o ponga usted el banco que quiera, y 14 personas esperando, tenga usted la completa seguridad de que solo habra un cajero o una cajera trabajando; y encima sentad@.

LO QUE NO ME GUSTA DE ALEMANIA

Pagar 50 centimos de euro cada vez que uno quiere vaciar la vejiga fuera de casa. Incluso si uno ha comido en McDonalds, si se ha dejado sus billetes en una gasolinera, si ha elegido un menu de 10 euros en un buen restaurante, siempre le estara esperando junto al servicio ese pequenyo platillo de ceramica donde abundan las monedas amarillas junto a una senyora trajeada que sonrie e indica el camino con gesto samaritano al necesitado.