Justo después de que acabara la gran final del Mundial entre Argentina y Francia, unos periodistas entrevistaron al portero de la albiceleste, Emiliano Martínez, mientras el narrador alemán traducía las preguntas y respuestas. Todo el planeta Tierra estaba pendiente de lo que dijera uno de los héroes del conjunto de Argentina, para la que no sólo Messi había sido determinante, pues el mismo Martínez paró un penalti a Francia, y en el partido anterior otros dos ante Holanda. Tras la segunda o tercera pregunta, el cancerbero argentino dijo entre lágrimas que provenía de una familia de clase baja, y que por eso mismo esta victoria suponía un gran triunfo para él. No tengo claro si esta entrevista fue antes o después de llevarse un guante al pene y simular una erección, acompañada de una cara de... quiero suponer que satisfacción, aunque parezca más bien de subnormal.
Es cierto que había gente en España contraria a que ganara Messi. Por dos motivos. La mayoría de los contrarios a Argentina en realidad deseaban que Messi, antaño jugador del FC Barcelona, se fuera con manos vacías. Otra parte de españoles, si hacemos caso al Follonero y a Rosa Villacastín, eran contrarios a Argentina por razones históricas (según el Follonero, por razones de raza). Después de todo, Argentina es el país de Latinoamérica que probablemente con más intensidad ha celebrado siempre la independencia de España. Yo, al contrario, y como muchos otros españoles, me declaré fiel hincha de los argentinos desde el momento en que España cayó en octavos. Siempre que haya un equipo hispano en un evento de esta magnitud, aunque sea por razones pragmáticas (fama acrecentada de un país hispanohablante), hay que apoyarlo. Dicho quede, por tanto, que me sigo alegrando mucho de la victoria de Argentina.
Pero es que ayer, dos días después de la final, vi en el perfil de Instagram de un buen amigo mío argentino, aunque muy peronista, un vídeo de Messi con 10 o 12 años, respondiendo a las preguntas de un reportero. ''Cuál es tu sueño, Leo?'', preguntó el periodista. ''Jugar en la selección argentina'', respondió Messi. No quiero negar para nada que esto, en caliente, sea algo emocionante de ver, pero tras oír a Emiliano Martínez y ver ese vídeo de Messi en tan poco espacio de tiempo me parece preciso puntualizar que algo falla en el concepto de ''llegar alto'' en un país que fue tanto y que ha caído tan bajo en las últimas décadas, económica y políticamente hablando.
Es fascinante ver cómo en Estados Unidos, hasta el día de hoy, el sueño americano sigue consistiendo en prosperar con un negocio, con la familia, en política o con la vida en general habiendo empezado desde cero. No hay duda alguna de que esto nunca dejó de ser un sueño, y que allí prosperas sólo endeudándote a lo grande con los estudios o con el seguro médico. Pero al menos, como leyenda popular e incluso cinematográfica sigue rigiendo. En Argentina, al parecer, el sueño se ciñe sobre todo al deporte, y en concreto al fútbol. Qué puntazo lo de Jorge Lanata vistiéndose de futbolista en 2013 cuando Fernández de Kirchner situó los partidos importantes de fútbol a la misma hora que su emisión política.
Mis buenos amigos kirchneristas deberían hacerse la siguiente pregunta, que es clave para entender el error fundamental de tomar a un personaje como Messi como ejemplo a seguir: cuántos jugadores como Messi está dispuesta a integrar una selección de fútbol en una generación entera (pongamos 3 o 4 mundiales de fútbol seguidos?). Yo no llego a más de 30 o como mucho 40 jugadores. Significa eso que la apuesta de un país es de hacer prosperar a 40 personas de 40 millones -en el caso de Argentina- durante 16 años? entonces tocamos a menos de cuatro personas al año!
Argentina sólo saldrá del atolladero en el que se encuentra si hace brillar a empresarios como los de Mercado Libre, una de las empresas privadas más prósperas de Latinoamérica. Hay recursos, espacio y ganas. Sólo hay que ganarle el partido a los populistas.
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