Entre Francisco Gijón, autor de La leyenda del caballo turco, y Evgeny Morozov, creador de Syllabus, hay una gran similitud, pero también una gran diferencia. Ambos critican, cada uno a su manera, la manipulación de las masas por parte de los gigantes de Internet. Pero mientras el primero te acaba diciendo siempre en sus vídeos que no le creas tampoco a él, sino que busques por ti mismo para hacerte una opinión propia, el segundo ha creado su propio 'google' donde no hay logaritmos, sino un 'equipo' que te selecciona lo que en realidad podría -debería?- interesarte.
Cuando el Frakfurter Allgemeine Zeitung escribió sobre Morozov (Nr 295, 18/12/2020), lo encumbraba como un gurú valiente ante los gigantes como Facebook o Google. Decía que Morozov ya nos había avisado en 2010 sobre los riesgos de un Internet todopoderoso que, al contrario de lo que pensaba la 'naiv' sociedad occidental, no iba a solucionar los problemas del Mundo sino que los empeoraría. Morozov iba más allá y, siguiendo al pie de la letra ese refrán alemán de que 'se es más listo cuando se vuelve del ayuntamiento', tras cada revolución fallida -yo diría que inacabada-, veía justificada y normal la supuesta frustración de occidente por su relación venenosa con las redes sociales y, en general, Internet. La primavera árabe? nada. Las protestas de Hong Kong? nada. Irán? nada.
Curiosamente el FAZ no mencionó nada de Bielorrusia, que casualmente es el país de origen de Morozov, pero el gurú ya podría haberlo mencionado también. Porque, al igual que en el mundo árabe, en Hong Kong e Irán, en Bielorrusia también han pasado cosas en los últimos dos años. Incluso en otros países democráticos -el ejemplo más claro es Chile. Y, aunque Morozov vea estas revoluciones como fracasos, hay dos elementos indiscutibles: que sin Internet no habrían llegado tan lejos como han llegado, y que las consecuencias las vemos aún hoy en día, aunque sea a cámara lenta.
Cojamos el ejemplo de Chile. No seré yo quien apoye el gobierno filocomunista de Boric, pero es un hecho que sin Internet, sea por Tic Tok o Twitter, esas protestas lideradas entonces por Boric no habrían llegado a colocarlo como jefe de Estado hoy.
En Hong Kong, un Internet censurado se enfrenta a la gigantesca China, por lo que, si bien no hay igualdad de condiciones entre los activistas y el régimen, los ciudadanos de la antigua colonia británica sí han logrado apoyo de la casi totalidad de la comunidad internacional por la causa de la independencia. Aunque solo sea por el cursillo de Historia y legalidad chinas que hemos aprendido en occidente, con todo lo que ello significa para comprender nuestra propia realidad, Internet ya ha merecido la pena en ese caso.
Las autoridades iraníes anunciaron en noviembre de 2022 que serían flexibles a la hora de aplicar la Constitución, mientras que la fiscalía general del país anunciaba un debate sobre la abolición de la denominada 'policía de la moral', todo tras las tremendas protestas que, sin duda, también surgieron y se reprodujeron gracias a Internet. Por cierto, aún recuerdo a la recepcionista de mi hotel en Teherán en el verano de 2015, cuando me enseñaba fotos de Facebook de amigas en su casa, ninguna de las cuales llevaba pañuelo en la cabeza.
En Túnez sí ha habido un cambio relevante, si bien no sucedió lo mismo en Egipto. Pero estos son cambios, como dije antes, a cámara lenta.
Morozov denominó ''ciber-utopismo'' a la creencia de occidente en la capacidad del todopoderoso Internet de salvar el Mundo. Pero esta es una crítica que pasa por alto un hecho incontestable: que todas las revoluciones -e Internet fue una revolución- conllevan siempre aspectos positivos y negativos. En este punto cabe preguntarse qué soluciones o alternativas nos ofrece Morozov, y con su proyecto 'Syllabus' descubrimos la madre del cordero.
Syllabus es una especie de Newsletter y es posible, evidentemente, con Internet. En su página principal vemos cómo la crítica a los 'algoritmos' (de Google, se entiende) encabeza un texto que invita a abonarse. Ofrecen indexar (ellos mismos), dar rango y revisar ''decenas de miles'' de artículos de todo el mundo y en todas las lenguas (el FAZ daba como ejemplo blogs peruanos o podcasts de Hong Kong), para poder ofrecer 'el mejor' material de lectura, escucha o vídeo. Cabe preguntarse aquí qué entiende Morozov por 'lo mejor'.
Yo me quedo con Internet y sus algoritmos. Mi casa está llena de ediciones de El País, libros de Cebrián, Chomsky y Henry Kamen, y todo porque hubo una vez que di el paso de comprar contenidos que una persona con mis ideas en general no compraría, pero ni ahora ni antes de que surgiera el Internet. Y eso llevó a que los algoritmos que me recomiendan material hoy en día me recomienden cosas de todo tipo de ideologías y tendencias. Hay que domar a esos algoritmos, y no proponer un paraíso libre de algoritmos malévolos, porque eso no existe.
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