sábado, 4 de marzo de 2023

El victimismo de los alemanes del Este

 De vez en cuando, si hablo con un alemán del problema de España con el separatismo, suelo aprovechar la ocasión para recordarle que también podría pasarles en Alemania... porque el país, de hecho, ya estuvo dividido políticamente 40 años, 30 de los cuales físicamente, con un muro.

Hoy, viendo que el partido AfD sigue subiendo en las encuestas de la Alemania oriental mientras se estanca e incluso baja en la occidental, les indico a los alemanes que podría convertirse en un partido separatista en el futuro. Al igual que el pujolismo pasó de encarnar un regionalismo bisagra de gobiernos nacionales a fomentar el actual nacionalismo antiespañol.

Además, para añadir más similitudes con España, muchas de las élites de la Alemania oriental de hoy están tan bien servidas de victimismo como nuestros patriotas vascongados y pancatalanistas. De ello dio cuenta en el artículo 'Der Schock' (El trauma) el Profesor Doctor Richard Schröder, antiguo portavoz parlamentario socialdemócrata en el primer parlamento democráticamente elegido de la República Democrática Alemana (RDA). Dos nombres dio como ejemplo: Petra Köpping, consejera de Convivencia y Sociedad (sí, hay consejerías así también en Alemania) de Sajonia, política del SPD -mismo partido del Profesor Schröder-; y el historiador Ilko-Sascha Kowalczuk.

Ambas personas criticaron que Volkswagen fuera ''protegido'' ante la ''rivalidad'' del Trabant, famosa caja con ruedas y volante de la RDA, hoy pieza de museo que algunos occidentales sacan a la calle en verano, que es cuando no se cala. 

El victimismo de políticos como Köpping mama de la misma falsedad que el de nuestros separatistas españoles. La consejera llegó a denunciar una vez la compra de la fábrica de Elektrokeramik (Electrocerámicas) de Großdubrau ''por un alemán occidental'' para ser posteriormente cerrada. Schröder contesta que, tras investigar en unos documentos del Bundestag (el Congreso alemán) de 1992, la fábrica nunca fue comprada por un occidental, y que se cerró para concentrar los recursos empresariales, enviándose las máquinas a Thüringen, donde ''Están hasta ahora''. 

En otro glorioso momento, la consejera Köpping (que gobierna en coalición con el CDU de la excanciller Merkel) aseguró que el 85% de las empresas administradas por la Treuhand (especie de sociedad gestora de los activos y pasivos de la RDA tras la caída del muro) pasaron a manos de empresarios ''occidentales''. Schröder señala que la mayoría de empresas de la RDA no han ido a parar a ''personas naturales'', sino a sociedades tanto nacionales como extranjeras como Siemens, Bombardier o BASF. Se pregunta retóricamente el profesor Schröder si Siemens puede ser considerada ''alemana'', ya que sólo el 30% de sus acciones está en posesión de alemanes.

Pero, además, el doctor  Schröder se lanza a dar unos números que abrasan cualquier atisbo de engaño.

De 8.500 empresas en la Treuhand, se pasó en pocos meses a 12.000, debido a las escisiones. De estas, el 30%, o 3.718, fueron disueltas. Curiosamente, el recientemente fallecido Hans Modrow, comunista convencido hasta la muerte y último primer ministro de la RDA, había asegurado en la primavera de 1990 que el 27% de las empresas estaban listas para la disolución. Más de la mitad de las 12.000 empresas, 6546, fueron privatizadas, la mitad de ellas con opciones de Management-Buy-Out o Management-Buy-In, esto es, con un jefe local quedándose con la empresa. El mayor ejemplo de este procedimiento es el de Rotkäppchen, probablemente la empresa más exitosa del este de Alemania en nuestros días. Fabrican un vino espumoso de buena calidad y económico.

Pero, además, no hay que olvidar que en 1972, bajo el mandato del dictador Erich Honecker, se llegaron a expropiar el resto de empresas privadas que aun quedaban, hasta un total de 11.400. Schröder cita unos cálculos de Klaus Schroeder según los cuales en 1996, ya cerrada la gestora Treuhand, tres cuartos de las empresas en la Alemania oriental estaban en maos de alemanes orientales.

La banda terrorista RAF, no separatista pero de la misma inspiración marxista que ETA, llegó a asesinar en 1991 -años de plomo en Alemania- al presidente de la Treuhand, Detlev Rohwedder, para luego emitir un comunicado en el que denunciaban que ''los alemanes del este han sido expropiados, colonizados, humillados y se les han robado sus logros sociales''. 

En cuanto al historiador Kowalczuk, nos encontramos con un Carles Puigdemont en potencia que aseguró, en un tono no muy distinto al de la RAF, que ''la denigración de los alemanes del este ha sido razón de Estado para los occidentales''.

Claramente, dice Schröder, se han cometido errores, pero de ahí a culpar de intenciones denigrantes es pasar directamente al odio.

 Está en manos del pueblo alemán prepararse a tiempo ante un posible separatismo en la antigua Alemania del Este. Aún están a tiempo. 

 

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