Hace diez años visité, con la coordinadora del Departamento Internacional de la Universidad en la que entonces trabajaba, al consul de Turquía en Stuttgart, Mustafa Türker Ari. Yo no dominaba aun el alemán como ahora, pero el diplomático, un hombre trajeado para la ocasión y muy joven -rondaba los 40 años- lo hablaba aún peor todavía, y nuestra conversación fluyó en inglés.
Al final de la entrevista, cuando hablábamos de la economía y la industria turcas, descubrimos el ramalazo nacionalista del consul Ari cuando, al comentarle el caracter español de la empresa ZARA, contestó que ''ZARA no es una empresa española''. Ante mi asombro, el diplomático, que ocupaba un consulado que parecía más bien un palacio del Bósforo, no llegó a decirme de dónde sería entonces la empresa de Inditex, pero repitió que no era española y me pidió que cotejara mis datos en Internet.
Evidentemente, el Sr. Ari y yo teníamos entonces, y probablemente aun ahora, diferentes conceptos de lo que es la oriundez de una cosa. Seguramente, el Sr. Ari pensaba en esos momentos de manera nostálgica en las fábricas de Turquía de donde sale mucha de la ropa que luego vende ZARA, como si ello convirtiera a una empresa automáricamente en turca. No, señor. ZARA es española porque fue creada por un español que posee aun la mayoría de acciones de la empresa, tiene a una plantilla preeminentemente española y sus productos se diseñan en España.
De la misma manera, cuando un par de años más tarde un cliente francés en mis clases de alemán me restregó por la cara que Seat no era una empresa española, recuerdo haberlo discutido, aunque en mi fuero interno supiera que el francés tenía algo de razón. Seat no es una empresa española -aunque tiene mucho de español, sobre todo en su historia- porque el capital pertenece a una empresa alemana, pero sobre todo porque el producto, desde el diseño a la tecnología pasando por sus motores y piezas, ha cambiado radicalmente desde entonces. Las decisiones sobre Seat ya no se toman en España, ni la toman ejecutivos españoles.
Sirvan estos dos ejemplos como antecedentes para rechazar cualquier acusación de ideas preconcebidas o chovinismo si afirmo, tajantemente, que si bien la comida de Santo Tomé y Príncipe es de las mejores del Mundo, sus restaurantes están en su inmensa mayoría en manos de portugeses. Onda Azul tiene el mejor pescado, pero lo lleva un portugués. Café Camoes, pescado y marisco espectaculares, pero lo lleva un portugués. Papa Figo es el restaurante más europeo de todo el país (la rapidez, el servicio, las instalaciones), ergo lo lleva un europeo. La única excepción que se me ocurre es el Paraiso Dos Grelhados, del que se sabe que no es llevado por un portugués porque por la noche no tiene electricidad y dependen de unas velas. Y la comida tarda más de una hora en llegar a la mesa, signo indiscutible de que lo lleva un empresario santomesino.
Un coche, una empresa de ropa o un restaurante es del país del señor o la señora que lo lleve, y no del país en el que resida fiscalmente o donde se construya.
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