sábado, 15 de abril de 2023

La vidorra de corresponsales como Christoph Gurk

 De mayor quiero ser corresponsal de periódico en el extranjero. Lo digo en broma, porque este año voy a cumplir 36 años y además ya tuve la oportunidad de pelear por ello. Y es que el periodismo activo lo abandoné antes incluso de acabar la carrera de Periodismo. Hace 7 años me ofrecieron ser director comercial de El Correo del Golfo en los Emiratos Árabes Unidos, pero el amor de una alemana -y madre hoy de mi adorable hijo- pudo más que mis ganas de trabajar como periodista en Dubai, con un jefe tan interesante como Rafael Unquiles y su fabulosa familia.

Mi padre, ingeniero químico, me llegó a decir un par de veces que le hubiera gustado ser diplomático. Hoy comparto totalmente ese deseo, si bien llego 18 años tarde. Cuando entré en la Universidad no tenía ni una milésima parte del interés que tengo ahora por el Mundo y la política.

Digamos que el periodismo y la política internacional me interesan hoy a partes iguales, si bien de una manera pasiva. Sigo los acontecimientos nacionales e internacionales y reflexiono o escribo sobre ello, aunque sea solo en mi blog.

En este sentido, creo que si hay un trabajo que mezcle el periodismo y la diplomacia a la perfección, ése es el trabajo de los corresponsales extranjeros. Por ello sí que envidio algo a los corresponsales. Hay varias razones.

Los corresponsales, para empezar, son los únicos trabajadores de un grupo mediático prácticamente sin control ni auditoría alguna. Ellos mandan sus artículos a las redacciones centrales, y sus directores, ya suficientemente ocupados y presionados para elaborar la información 'nacional' pertinente, prescinden de un filtrado relevante. La prueba fidedigna de esto que digo es que las páginas internacionales de El País siempre son infinitamente menos sectarias que el resto del periódico: la información sobre Venezuela, por ejemplo, suele ser dura o al menos más objetiva con el régimen que en el caso de la información nacional, y eso, paradójicamente, aunque Podemos tenga su origen en el régimen chavista y aplique el mismo lenguaje y alianzas que las personalidades del ejecutivo venezolano.

Otro ejemplo es el enorme cambio que dio la información de España en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung con la marcha del corresponsal Leo Wieland, jubilado en 2016, y la recogida del testigo de su sucesor Hans-Christian Rößler. De tratar temas como la corrupción milmillonaria de Andalucía y la de los partidos separatistas (incluido Jordi Pujol), Rößler pasó a monográficos sobre Juan Carlos I y la supuesta mano dura de la derechona de Rajoy contra inocentes raperos como Pablo Hasel que pedían atacar a la Guardia Civil o a un alcalde catalán del PSC.

Pero hay otra razón por la cual los corresponsales pueden presumir de pasárselo muy bien. Y es que tampoco son auditados por la sociedad misma en la que viven. Christoph Gurk, corresponsal del Süddeutsche Zeitung en Sudamérica con residencia en Buenos Aires, puede escribir lo que le plazca, pero escribe en alemán y su publicación, al menos la edición de papel, aparece en Alemania, no en Argentina. En ese sentido podría permitirse algún día, si quisiera, empezar a escribir sobre la relación entre el peronismo y el profundo empobrecimiento de los argentinos en las últimas décadas, y aun así se haría muy pocos enemigos. Por lo menos, contaría con menos resentimiento que periodistas locales como Luis Majul o Jorge Lanata.

Sin embargo, Christoph Gurk no habla de peronismo. Descubrí al periodista alemán con un artículo de enero de 2021 de tres páginas en el SZ, un periódico de formato sábana. El texto trataba de la relación de los argentinos con el dólar americano en momentos de crisis. En ninguna de esas páginas podía encontrarse referencia alguna a Perón, a Kirchner o al presidente en ese momento, Alberto Fernández. Gurk comenzó su artículo citando al expresidente Mauricio Macri y su latiguillo de ''pasaron cosas''. El corresponsal decidió cerrar su artículo con una retórica graciosa al repetir la frase de Macri. Gurk desinforma a los alemanes sobre lo que pasa en Argentina, pero no pasa absolutamente nada.

De nuevo, unas semanas más tarde, Gurk dedicó un artículo a toda página a Mercado Libre, el llamado Amazon de Sudamérica y una de las empresas privadas más grandes de Argentina. Titular del artículo? 'Un gigante demasiado poderoso para muchos'. De nuevo, la intención de Gurk es clara: surfear en la ideología peronista de que lo privado es perverso, y solo un Estado hiperendeudado con el control de una moneda en hiperinflación puede contribuir a que las cosas mejoren, aunque lo contrario haya quedado demostrado varias veces en los últimos 60 años. 

Es decir, Christoph Gurk, como Hans-Christian Rößler, es el prototipo de corresponsal que llega a un país para justificar el statu quo a sus compatriotas. Por qué un periódico como el SZ tolera que se escriban tres páginas muy políticas sobre la relación de los argentinos con el dólar sin mencionar a Perón, a Kirchner o al presidente actual? Esto es pura corrupción periodística, pero una que pasa desapercibida por las dos razones que he mencionado antes: el jefe de Gurk probablemente sepa menos que su corresponsal sobre los temas tratados, y Gurk tampoco tendrá interés en enfrentarse a colegas o en perder contactos y oportunidades de entrevistas de fuentes del peronismo -que evidentemente, por la única razón de estar siempre más presente en la vida argentina, es más accesible.

Probablemente, este problema desaparecerá cuando muera la prensa de papel. Y a la gente le seguirá importando todo un pepino (Gurke en español es pepino).

 

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