martes, 15 de agosto de 2023

Por qué Javier Milei no es populista

 


 

 Se ha abusado del término 'populista' a lo largo de los últimos años. 

Aparece un líder carismático en la política de un país e inmediatamente se le denomina populista. Sin embargo, hay que centrarse en el término: populista viene de pueblo. Cómo es posible que Javier Milei, que lleva años denunciando la depreciación de la moneda y una realidad -que el 50% de los argentinos estén bajo el umbral de la pobreza- sea ahora tildado de populista? 

Esto no se lo contará, con seguridad, Christopher Gurk, el corresponsal de la cámpora de Munich en Buenos Aires, pero populistas en Argentina han sido desde 1943 Perón y todos aquellos que han fundado sus políticas en su ideología de patria, Estado y gasto descontrolado. Una patria nacionalista que puso los intereses del Estado por delante del comercio; un Estado que tejió una red inmensa de empresas públicas, incluida la empresa que gestiona los camiones-escalera del aeropuerto de Ezeiza; un gasto descontrolado que necesitaba imprimir billetitos para aparentar riqueza, cuando en realidad depreciaba la moneda.

Ya el nombre del partido de Milei da una pista del milagro de ser el movimiento más votado: ''la libertad avanza''. Ni rastro de guiños al pueblo, como en ''Frente de todos'' o ''Unión por la patria''. Un lema como 'libertad avanza', en cualquier país de Europa, fracasaría. De hecho, aún no me creo que haya triunfado en un país como Argentina.

Ayer, Santiago Armesilla, un comunista español muy crítico con la izquierda woke española, llamaba también populista a Milei en Twitter. Aproveché la ocasión para preguntarle -aunque sabía que no me iba a contestar- qué política necesitaba entonces Argentina para salir del hoyo en que se encuentra, y le puse el ejemplo de Estonia -la nación que innovó con Skype, hoy imitado por todas las grandes tecnológicas- que en 1989 era más pobre que Argentina y hasta nuestros días ha conseguido dar la vuelta a las tornas. 

Si Santiago Armesilla y todos aquellos 'analistas' políticos de ahora hubieran tenido Twitter en 1989, probablemente habrían denunciado las nuevas políticas de Estonia y todo el bloque del Este como populistas. 

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